La neurociencia afectiva muestra que las congregaciones
humanas son fuentes de opiáceos internos para el individuo. Extra Ecclesiam Nulla Salus, dice el
viejo dogma de la Iglesia Católica, fuera
de la Iglesia no hay salvación, o salud, u opio. La misma Iglesia se
encargó siempre de que el adagio se cumpliera al pie de la letra, quitando la
salud a cualquiera que la contradijera. El grupo es sacrosanto, cualquier mono
lo sabe, pero no el grupo rival. Naciones e Iglesias ceden hoy bajo el peso de
las comunidades virtuales en nuestra nueva Edad Media. Estas luchas de poder
entre señores feudales (corporaciones) y reyes (naciones) son mediadas por la
nueva Ecclesia Cibernáutica que tiene la última palabra sobre masallases al controlar
la memoria colectiva. Agotado por las recurrentes metafísicas de la ley
universal, echo de menos una vida mejor que nunca hubo, una Atenas que no mate
o exilie por no creer en los dioses, un mundo capaz de vivir sin la
superstición del dinero, un grupo de hombres libres que encienda fuegos
inextinguibles frotando su voz en la poesía.
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