Mi abuelo paterno, ciclista amater por la montañas de Ávila, soldado en la Guerra de Marruecos, después mecánico de locomotoras de Renfe y siempre un hombre bueno en el mejor sentido de la palabra, trabajó 12 horas al día toda su vida, librando un domingo de cada dos, hasta que la gangrena le deboró una pierna y tres dedos del pie de la otra. Su salario apenas sirvió para dar de comer a su familia lo que hizo que mi abuela tuviera que regentar una tienda de ultramarinos en la Calle de la Toledana, tienda adjunta a la casa en la que pasé mágicas temporadas de mis vacaciones infantiles, días fabulosos que me reviven con su recuerdo, las horas en las que disfruté de su compañia con la veneración del niño que se siente en presencia de un héroe legendario y amoroso. Estas líneas son en su memoria. Cada generación se yergue sobre los hombres y mujeres de las generaciones previas, sobre hombros de gigantes sin duda alguna, aquellos benignos titanes que nos han permitido tomar aire, mira...
On the symbolic constructions of human identity.