Un
posible segundo candidato a referente conceptual que nos sirviera
para caracterizar los mitos, y explicar su diferencia con la
religión y la metafísica, podría ser la estructura
ontoepistemológica de los relatos tomada antropológicamente, sin
referencia a das Heilige. Si examinamos los relatos sobre los
orígenes de las principales mitologías tradicionales del mundo1,
observamos que todas ellas contienen cuatro elementos básicos: ser
humano, dios o ser sobrenatural, naturaleza o mundo, y caos o
desorden, los cuales intercambian con gran facilidad sus identidades
y se hibridan, siguiendo una clara tendencia antropomórfica. Así
por ejemplo, no es raro encontrar seres caóticos que a la vez son
elementos de la naturaleza (agua, fuego), y que toman forma animal
(algún tipo de ofidio o de monstruo acuático), pero que a la vez
son dioses primordiales, o titanes, cuyo comportamiento es humano a
nivel emocional, o son incluso reyes demonizados de tribus rivales a
las que vence un héroe2.
Los mitos arcaicos no se rigen por el principio de contradicción en
lo que se refiere a las identidades de sus actores, pero si
observamos las acciones que estos llevan a cabo, vemos que algunos de
estos cuatro elementos son más activos que los otros, y que son
genéticamente anteriores, determinando diferentes escenarios
ontológicos. Los cuatro juntos sí delimitan, en un sentido amplio,
las narraciones míticas, pero servirían también para caracterizar
el conjunto de las experiencias humanas pues ofrecen un escenario tan
general que no es posible imaginar alguna acción comunicativa humana
que no trate o sobre los hombres, o sobre los dioses, o sobre el
mundo natural. Pero, ¿cuál es la jerarquía de estas categorías?,
¿tienen las cuatro el mismo contenido ontológico fundamental?
Saturday, August 31, 2013
Cuatro categorías epistemológicas tradicionales de los mitos
Wednesday, August 28, 2013
Das Heilige
Un
candidato a referente conceptual que nos aclare la posición de la
mitología en relación a la religión y la metafísica sería el de
lo sagrado, das Heilige1,
presente en estos tres campos. Sin embargo, los intentos por
comprender la mitología tomando como fundamento categorías
sobrenaturales, no sólo das Heilige, sino la misma idea de los
dioses, o la de alma, tan sólo han servido para exponer las
contradicciones conceptuales que se derivan de ellas. Un ejemplo lo
tenemos en la teoría animista de Tylor, problemática en dos puntos
epistemológicos2.
Según Tylor, la idea de alma es el resultado de la confusión de las
experiencias objetivas y subjetivas en el pensamiento de las
sociedades arcaicas3,
confusión que lleva a mezclar e intercambiar el mundo onírico y el
de la experiencia ordinaria. El concepto fundamental de la teoría es
entonces un error, lo que nos forzaría a descartar los mitos también
como un error, acabando ahí la investigación. Por otra parte, decir
que los mitos son un error no explica los evidentes éxitos y
ventajas obtenidos por las comunidades humanas con su uso, o sea, se
trata de una teoría sin validez explicativa. El segundo problema
proviene no ya de la caracterización específica que hagamos del
concepto de alma a partir del mundo de los sueños, sino del propio
concepto general, que como ya mostró Kant, es un paralogismo de la
razón en el que difícilmente podríamos basar una caracterización
consistente de la mitología. Las argumentaciones kantianas, aunque
basadas en categorías cuya pretendida validez transcendental es
indemostrable, son consistentes en cuanto a la invalidez de la
universalización de un enunciado existencial: ni se puede mostrar
que el alma es sustancia, ni que es simple, ni que es inmortal, pues
el yo (yo pienso) tiene contenido empírico, y de él no podríamos
deducir nada transcendental (necesario), es decir, de validez
universal4.
Aunque la psicología racional tiene validez para decirnos lo que no
es el alma, a partir de su definición como concepto y de las
relaciones lógicas generales que gobiernan la forma de todo
pensamiento –de lo particular no se puede deducir lo universal-,
nada puede decirnos sobre lo que es, ya que el conocimiento positivo
de algo físico implica la experiencia. La psicología racional, que
Kant consideraba una manera de asegurar al sujeto pensante de los
peligros del materialismo, presupone un reino de lo transcendental
que no es sino una valoración ontológica final que cierra la
posibilidad de explicaciones antropológicas de la psicología, lo
que, bajo mi punto de vista, descarta su validez en el conocimiento
tanto de la constitución del sujeto como de sus acciones
mitológicas. Por otro lado, no sólo la idea de alma es un
paralogismo, sino que la misma idea de das Heilige, al remitir a un
ser necesario, produce razonamientos antinómicos5.
El
concepto de das Heilige como algo misterioso e irracional, aunque
está en la base de todas las narraciones mitológicas y de la
experiencia religiosa, fue perfilado teológicamente por Rudolf
Otto, y luego retomado por Mircea Eliade en sus textos de filosofía
de la religión6.
La obra de Otto intenta fundamentar la religión sobre la
epistemología kantiana, fundiendo la construcción racional de la
primera y segunda Críticas con la teoría del genio de la tercera.
El concepto aglutinador será, precisamente, das Heilige considerado
como categoría a priori, con el componente adicional de poseer, a
simultáneo, una doble propiedad racional y no-racional7.
La racional se debe a su dimensión transcendental, a priori,
independiente de la experiencia, que permite un conocimiento
filosófico de la realidad a la que apunta. La irracional es una
propiedad de la experiencia religiosa más intuitiva y espontánea,
la de los profetas y los genios. La propiedad doble contradictoria de
das Heilige supone ya un serio problema epistemológico, resuelto
mediante la tesis de que se trata de una categoría a priori, un
concepto puro del entendimiento que de forma transcendental se
encuentra en el sujeto sin estar condicionado por la experiencia8.
Pero esta tesis ottiana contradice el edificio epistemológico
kantiano que pretende ser su justificación, pues los conceptos puros
del entendimiento no pueden ser complejos, ya que ello implicaría
que son analizables y derivables a partir de otros más básicos, lo
que contradice la definición kantiana de categoría. Podríamos
pensar que das Heilige es un concepto derivativo puro9,
pero ello haría que no fuera central en el conocimiento y
experiencia del mundo, lo que contradice la tesis que el libro de
Otto ofrece en su conjunto, así como expresamente una de las
caracterizaciones que Otto hace de das Heilige como una capacidad
original e inderivable de la mente10.
Las
inconsistencias argumentativas de Otto no quedan soslayadas por la
mera inclusión de una dimensión no-racional desde la que se puede
justificar cualquier cosa. Las inconsistencias se producen al
mantener una idea de divinidad compleja y querer hacer de una idea
así una categoría. Pero incluso una tesis que expresara das
Heilige como una categoría simple, digamos, la categoría de
cantidad de la unidad, se encontraría con dificultades
epistemológicas similares utilizando el sistema kantiano. Se trata
de las dificultades que toda la filosofía racional tiene, ya desde
los idealismos griegos, para vincular una esfera puramente
intelectiva e ideal, transcendental, con el mundo de la experiencia.
Kant intentó interponer entre esa esfera sutil ajena al mundo y el
propio mundo, el aparato de una lógica transcendental, sostenida
sobre las intuiciones puras del espacio y el tiempo. Esto implicaba
un carácter doble del espacio y el tiempo como conceptos a priori y
como condiciones de posibilidad de las representaciones, lo que los
hacía complejos, y por consiguiente, contradictorios con su
condición de intuición pura y primaria. Por otro lado, si se
postulara que el espacio y el tiempo, como vínculo entre lo
transcendental y la experiencia, son meras formas de la intuición, y
que tales formas tienen, por definición, una condición sintética
irreducible y simple, el vínculo entre lo transcendental y la
experiencia sería isomórfico, por lo que la realidad no sería
apariencia, como sostiene la obra kantiana, de hecho, un postulado
así destruiría el edificio de Kant. Las categorías kantianas, sin
duda el punto más débil de su obra, sólo tienen sentido si
cambiamos su contenido transcendental por contenido biológico, y
definimos lo a priori de nuestro pensamiento en términos de la
biología, como veremos más adelante.
Además
de estas objeciones epistemológicas a la validez argumentativa tanto
de los conceptos sobrenaturales como de los naturales
transcendentales a la manera kantiana, hay también otras objeciones
antropológicas no menos relevantes. Así por ejemplo, si bien el
tratamiento de Das Heilige como mysterium estupendum et tremendum tal
como señala Otto, lo encontramos en las tradiciones hindú11,
budista, judía y cristiana12,
y aunque de una forma u otra está implícita en el tratamiento que
el ser humano ha hecho de su existencia en las distintas tradiciones
religiosas, el concepto de mysterium tremendum, al que también
podríamos denominar, por sus implicaciones, la terrible presencia,
no tiene suficiente alcance como para caracterizar a partir de él
las narraciones míticas y su funcionalidad en las comunidades
humanas. La terrible presencia es, por un lado, la experiencia
psicológica del devenir de la existencia, la continua creación y
destrucción de la vida, y por otro, el contraste de la limitación
de la individualidad con la inmensa extensión y poder de la
naturaleza, experiencia que produce a la par dolor y atracción
irresistible. Desde este punto de vista, lo central de la experiencia
religiosa es la manifestación de un ser sobrenatural que se presenta
como una realidad de orden diferente al de la realidad natural13.
Se trata de una tesis bien conocida, pues es el punto de vista de las
grandes religiones del presente. Sin embargo, desde una perspectiva
antropológica, este aspecto tomado aisladamente no es el contenido
único de las narraciones míticas. Quedan fuera, por ejemplo, todos
los tratamientos pragmáticos que recogen los relatos generales de
enculturación que constituyen el acervo principal de las culturas
arcaicas. Es más, la experiencia antropológica muestra que la
calificación de una acción o de un objeto como sagrados no obedece
a ningún principio universal, como ya señalara Durkheim14,
y que, de hecho, hay situaciones que podrían ser consideradas tanto
sagradas como profanas, dependiendo de la tradición desde la que
hiciésemos la interpretación. Tomemos como ejemplos el contenido
sacro de las bulas de la Iglesia de Roma, o los sacrificios humanos
aztecas, o las diversas formas de canibalismo ritual, o la
autocastración de los sacerdotes de Atis cuando entraban al servicio
de Cibeles, o los rituales sexuales del maituna Tantra. El concepto
de das Heilige, como sustantivo, parece ser una reificación
posterior del par adjetival sagrado-profano que modifica tanto
sujetos como objetos y acciones, pues en todas las comunidades
primitivas las calificaciones están presentes, y no así la
reflexión sobre la cualidad común a todas las cosas sagradas.
Prácticamente, cualquier objeto o acción puede ser considerado como
das Heilige, de hecho, una misma acción dentro de una misma
tradición -pensemos en una acción de caza que no ha sido
ritualizada según los protocolos adecuados- puede ser sagrada o
profana dependiendo de las circunstancias, o una persona o un objeto
puede ser puro o impuro, es decir, apto para das Heilige o no,
meramente por su tratamiento en un ritual apropiado. Los objetos
considerados sagrados no lo son por el trato de respeto y dignidad
que se les concede, das Heilige no es meramente una actitud
reverencial con respecto a objetos, sujetos y acciones que de otra
manera serían tratados profanamente. Se pega al fetiche que
representa al ser sobrenatural con el que no se está contento, o se
lanzan piedras contra el estanque divino para increpar a los dioses a
salir y traer la lluvia15.
Das Heilige no coincide necesariamente con lo santimonioso, ni con lo
digno, ni lo solemne, ni siquiera con los dioses. Un ejemplo de esto
bastante reciente lo encontramos en la bullente actividad religiosa
de la India. El once de marzo de 2001, un ciudadano indio adinerado16
consagró en Madrás un templo de cricket bajo el amparo tutelar de
Ganesha, hijo de Shiva. Después de la final de la Copa del Mundo de
cricket de 2003, la cabeza de elefante de Ganesha quedó sustituida
por las once cabezas del equipo de la India, y se han desarrollado
prácticas religiosas específicas, incluso mantras de cricket. Una
consagración así, además de mostrar las funciones religiosas
latentes del deporte de masas, especialmente cuando es practicado a
nivel de competición nacional e implica cuestiones de identidad de
grupo, muestra la irrelevancia del concepto de dios con respecto al
concepto de das Heilige, irrelevancia que queda ejemplificada (de
manera más convincente que en el aislado ejemplo del cricket) en las
religiones ateas del jainismo y el budismo, cuyos practicantes
sacralizan el mundo como los de cualquier religión teológica.
El
intento de comprender el concepto de das Heilige como adjetivo que
cualifica objetos, sujetos o acciones, ha resultado inefectivo. Ni
sus oposiciones con lo profano son tan claras vistas desde fuera del
sistema específico de valores que considera las cosas sagradas o
profanas, ni las cualificaciones obedecen a criterios conceptualmente
consistentes. En cualquier caso, la acción de consagrar es una
acción psicológica grupal de valoración de objetos, sujetos y
otras acciones, y que como cualquier otra acción social debe
obedecer a algún propósito, a algún fin relacionado con las
acciones económicas del grupo. Las acciones de valoración
consagradora parecen establecer órdenes específicos entre las
acciones económicas generales de una comunidad, o más precisamente,
establecen referencias dentro de las acciones que las cargan de un
contenido adicional, el de das Heilige, que confiere a cada acción
un lugar dentro del orden del grupo, el cual a su vez está vinculado
al del mundo. Desde un punto de vista formal, el contenido de la
asignación, la interpretación del concepto, es irrelevante, como
prueba su relativa independencia práctica con respecto a conceptos
como el de dios y religión, a los que en principio parecía remitir
de forma exclusiva. Cualquier par de símbolos opuestos que favorezca
unas acciones con respecto a otras sería válido para generar
determinaciones de referencia, para ordenar el mundo de manera
análoga a como lo hace das Heilige, si bien tienen que ser símbolos
conocidos por todo el grupo, y que guarden relación con el conjunto
de sus actividades. Este contenido ordenador es lo que vincula el
concepto de das Heilige a la autoridad, de donde obtiene su fuerza
normativa.
Con
ello, no quiero decir que la existencia humana sea algo exento de
misterio, pero es un misterio que ocurre a pleno sol, siendo ya como
es nuestra experiencia, sin necesidad de introducir complicaciones
adicionales y fantasmas. La idea de que el mundo sólo es
comprensible para el ser humano en cuanto que es mundo sagrado, y por
tanto, irracional, queda refutada por la praxis vital del mundo
moderno y la práctica epistemológica de la ciencia, que no necesita
de las oposiciones entre fe y razón que fueron el tono común de la
filosofía cristiana. La tesis del mundo como mysterium no hace más
inteligible nuestra experiencia, y su fracaso no se debe a la
declaración de unos límites evidentes para nuestro conocimiento,
(siempre podemos encontrar un residuo en la experiencia que no se
subsume con facilidad a nuestra forma de pensar), sino al hecho de
que la tesis del mysterium nos ata cognitivamente, al colocar nuestra
ignorancia en el centro de nuestro sistema de pensamiento y de
nuestras valoraciones vitales, con la consecuencia adicional de que
nos lleva a declarar el conocimiento de lo natural como ilusorio,
pues no sabemos nada acerca de la supuesta realidad, y nuestra vida
no es más que ignorancia y error.
Los
conceptos sobrenaturales sirven para mal fundamentar metafísicas,
pero no para explicar la función de los mitos, ya que no ofrecen
epistemológicamente nada que no esté ya contenido en sus supuestos
ontológicos de partida, los cuales, como cualquier otro principio
ontológico, son indemostrables, indemostrabilidad de la que se parte
en estas definiciones de lo sobrenatural. Si hemos de juzgar un
principio ontológico por su fertilidad epistemológica y por la
vitalidad de sus implicaciones en la experiencia social, la propuesta
de das Heilige no nos dice nada que no supiéramos ya a partir de la
observación de las experiencias religiosas, y simplemente enfatiza
la separación de la esfera de la mitología con respecto a la esfera
de lo natural. De hecho, al negar la interpretación más evidente
-la de que cuando vemos a un grupo humano declarar algo como
sagrado, es ese grupo quien lo hace desde todos sus condicionamientos
ideológicos, y no una entidad irracional sobrenatural-, las tesis
que interpretan los mitos basadas en el concepto de das Heilige,
simplemente velan una acción antropológica con principios
teológicos.
1Utilizaré
el término alemán para destacar su uso filosófico general, no
limitado a las definiciones particulares de ninguna tradición.
2Del
primero, ya fue consciente Durkheim. Véase Emile Durkheim. Las
formas elementales de la experiencia religiosa.
Traducción de Ana Martínez Arancón. Alianza Editorial. Madrid.
2008. p.126.
3Cf.
Edward B. Tylor. Early
History of Mankind and the Development of Civilization.
Estes & Lauriat. Boston. 1878. p.6.
4Véase.
Critique
of Pure Reason.
B406.
5Véase
Critique
of Pure Reason.
A452/B480 y s.s.
6En
Mircea Eliade, Lo
sagrado y lo profano.
Traducción de Luis Gil. Ed.Labor. Barcelona. 1985.
7Cf.
Rudolf Otto. The
Idea of the Holy.
Translated by John W. Harvey. Oxford University Press. London. 1936.
p.116.
8Véase
el primer capítulo de la Analítica
de los Conceptos
de la Crítica
de la Razón Pura,
para encuadrar la discusión presente.
9Conceptos
que Kant menciona de paso en B107.
10Cf.
Otto. Ibid. p.116.
11Como
leemos en el Bhagavad
Ghita,
libro que había comentado el propio Otto, y en el que hay una
teofanía de Krishna como Lo
Absoluto
que aterroriza a Arjuna. Dime
quién eres Tú, cuya forma es tan terrible. Saludos a ti, Oh Gran
Dios, ten misericordia.
Bhagavad-Ghita.
11.31. Editado en A
Sourcebook in Indian Philosophy.
Princeton University Press. Princeton 1989. p.140.
12Véanse
los ejemplos que proporciona de estas tradiciones Otto en los
capítulos X, XI y XII sobre lo
numinoso. Lo numinoso
hace referencia a la dimensión sobrenatural de objetos y acciones
cuyo contenido es trascendente e inescrutable de manera racional.
13Cf.
Mircea Eliade. Lo
sagrado y lo profano.
Ed. Cit. p. 18.
14Cf.
Emile Durkheim. Op.Cit. p.p.78.
15Ibid.
p. 79.
16K.R.
Ramakrishnan. El templo está en Annagar, Chennai (Madrás). Hay
múltiples referencias en la Web.
Etiquetas:
Mythology,
Philosophy of History
Tuesday, August 20, 2013
Are Infantile Animist Mythologies?
It was not unusual to link the animist myths
of the cold societies, close to the world of dreams, with infantile states of the
psychological development of our species, a relation that would imply that the
so called primitive societies have an infantile psychology. With such a point
of view we are mistaking oneiric narratives with immature psychology. Archaic
myths show simpler forms of rationality, but it is adult human rationality. This
kind of parallelism between individual life and the development of a species is
just a fallacy. In order to have any sense, it would be necessary to have a
synthetic representation of the full history of homo sapiens, something that
would imply that we are considering the human being from a posterior time to
its existence, which makes no sense. Archaic myths, with its animist
characteristics do not represent any infantile psychology, neither our present
myths are constructions of a mature psychology, and even if such statements have any meaning, we could never know their truth.
Sunday, August 18, 2013
Mitos como ontoepistemologías precientíficas
Los
estudios antropológicos nos muestran que todo grupo humano conocido
tiene una forma de comunicación narrativa, ya sea oral o escrita, en
la que se recogen las representaciones colectivas que constituyen sus
señas de identidad en lo concerniente a su origen y del mundo, así
como sus creencias sobre la vida y la muerte, y las maneras de
organizar ambas. Estos relatos, llamados mithos en el mundo griego, y
a partir de entonces en la tradición filosófica occidental, son
ubicuos en las sociedades humanas y, desde un punto de vista
axiológico y organizativo, ocupan un lugar central en la comunidad a
la que pertenecen. Los mitos tradicionales recogen las ideas que una
comunidad tuvo sobre el modo de ser de las cosas, cómo empezó el
mundo, cuál es el lugar de los hombres y los dioses, cómo se
relacionan estos, cuáles son sus linajes, qué son la vida y la
muerte, qué dificultades pudieron ser superadas y cuáles supusieron
un fracaso, cómo surgió la ciudad, cuáles son sus leyes y sus
enemigos… Desde nuestro punto de vista epistemológico, después
del triunfo de la ciencia moderna, es característico de los mitos el
hecho de que sus ideas no son organizadas en teorías, sino que están
integradas en narraciones cuyos protagonistas y lugares tienen
nombres propios. Por otro parte, la antropología muestra que las
narraciones míticas parecen tener una funcionalidad social más
amplia en las sociedades arcaicas que la que desempeñan en la
nuestra, pues en aquellas, los mitos son vividos en las acciones de
la comunidad, y muchos de ellos son actuados ceremonialmente. Una
funcionalidad así, integradora de la vida del grupo, es posible
debido a que estas narraciones contienen las valoraciones ontológicas
fundamentales y las construcciones epistemológicas con las que se
manipula el medio físico.
Los
mitos tradicionales presuponen una epistemología, la cual va
asociada, de manera más o menos consciente, con la ontología que
expresan. Si observamos, por ejemplo, el mito de la creación de
Menphis (Egipto), el dios Ptah crea con la palabra a los demás
dioses, a los humanos y los animales, así como la tierra y el
conjunto de la orografía. Esto supone una explicitación de los
referentes finales de la creación, lo divino, lo humano y la fisis,
así como de la jerarquía genética entre ellas, además de la
proclamación de la palabra como centro del conocimiento, es decir,
de la inteligencia y los medios para comunicarlo. Palabra e
inteligencia tienen aquí su origen en los dioses, lo que implica que
la sabiduría es teología, cuyos fundamentos no pueden ser conocidos
sino por alguna forma de revelación, como es también el caso de los
mitos sumerio-acadios, en los que los dioses son responsables del
orden natural y del civilizatorio o cultural, gobernando sobre toda
la experiencia humana. Si por el contrario estudiamos el relato del
andrógino gigante Ymir de las mitologías nórdicas, según la cual
los dioses, el mundo y los humanos, tal como hoy los conocemos,
surgen de este ser antropomórfico, la ontología que se transmite
presenta una jerarquía inversa a la anterior, que coloca lo humano,
idealizado, en la cúspide. En esta ontología, se habla del
Ragnarok u ocaso de los dioses tras el que se iniciará un nuevo
ciclo cósmico en el que una pareja de humanos (bajo el árbol
Yggdrassil) dará luz a los componentes de una nueva humanidad. El
conocimiento aquí no puede estar en manos de los dioses, por encima
de los mortales, ya que aquellos desaparecerán, y el universo
continuará. La astucia y el esfuerzo, no la revelación, serán los
paradigmas epistemológicos en un universo regido por estos
principios, mientras que cuando las jerarquías ontológicas están
culminadas por los dioses no podemos esperar sino conocimiento por
revelación.
Las
primeras ontoepistemologías de la humanidad han sido expresadas en
narraciones míticas, y en este sentido constituyen los primeros
registros científicos (entendiendo por ciencia, conocimiento en
general), sobre el ser humano y su lugar en el mundo. Esta forma de
conocimiento permanecería, probablemente, como notara Kant1,
incluso si el barbarismo destruyera el resto de las ciencias, y no
por la necesidad que la razón tiene de un pensamiento especulativo
que establezca condiciones transcendentales para la experiencia de la
existencia, sino por la necesidad práctica de un pensamiento
generalizador que otorgue ventajas adaptativas. La ontología que
recogen los mitos no es una ciencia primera en el sentido
aristotélico de una ciencia que estudie el ser en cuanto ser2,
pues en los mitos lo que es, es decir, el contenido semántico de la
narración, no es reflexionado por el hecho de ser, sino que es
tratado en relación a la relevancia que el relato en particular
tiene para una comunidad histórica dada. Sin embargo, los mitos sí
son una ciencia primera en sentido antropológico, son una primera
forma de organizar la experiencia y dar cuenta de lo que percibimos,
y por tanto, son fragmentos arqueológicos para la epistemología. El
hecho de que bajo una perspectiva histórica posterior, desde un
mito diferente, las narraciones arcaicas de una comunidad parezcan
ingenuas o incluso alucinadas, no resta un ápice a su valor humano
de supervivencia. El que hoy los conozcamos atestigua su éxito como
vehículo preservador de una identidad social, y sólo su posible
cerrazón a un examen crítico los desacredita como construcciones
conceptuales de alcance epistemológico para nuestro presente. En los
mitos, asistimos a lo que podríamos expresar paradójicamente como
una universalidad local: lo que en ellos se narra se supone
universalmente válido, pero es expresado, inevitablemente, en un
escenario local. Cada mito se sitúa en el centro del mundo, y lo que
allí se narra es el modo en el que fueron las cosas y lo que de
aquellas se puede derivar. La mayoría de las tradiciones mitológicas
sacerdotales sitúan seres divinos al inicio del mundo, mientras que
en tradiciones que representan órdenes sociales más simples, como
en el caso de los aborígenes australianos, o los nativos americanos,
en esa posición narrativa se encuentran los antepasados.
La
similar funcionalidad narrativa y ontoepistemológica que tienen los
antepasados y los dioses dentro de sus correspondientes tradiciones
desacredita la distinción tradicional que se ha hecho entre los
relatos mitológicos y los religiosos. Aunque algunos autores, como
Dilthey, concedieron la analogía funcional social de ambos relatos,
incluso extendiéndola a las narraciones de la metafísica3,
la filosofía no ha sido proclive a dar tal estatus funcional a la
dimensión ontoepistemológica de los mitos. La disputa está ya en
el origen de la filosofía, cargada de ambigüedades y no exenta de
contradicciones4.
La reticencia diltheyana se sostiene en un doble pilar griego y
cristiano. Por un lado, se da el rechazo a los relatos mitológicos
por suponer unos principios no morales en los que basar una ética
racional. La objeción manifiesta un prejuicio sistémico
condicionado por la propia creencia en seres sobrenaturales, pues una
ética racional en términos meramente humanos no necesita ningún
tipo de ser sobrenatural para dar consistencia a su edificio, y los
dioses pueden tener un contenido más estético y psicológico, como
el que se observa en Protágoras, Eurípides o en Epicuro. Por otro
lado, en el rechazo de Dilthey se encuentra la narración de
identidad que el cristianismo elaboró sobre sí mismo, declarándose
una nueva forma de conciencia humana, e imponiéndose sobre las
mitologías rivales como tal. La tesis diltheyana de que la
religión, a diferencia de la mitología, se caracteriza por un grado
de interiorización psicológica que le es única, es contradicha,
dentro del mismo marco de la cultura greco-romana, por los diversos
ritos iniciáticos, muchos de ellos indistinguibles de los que ha
hecho después el cristianismo, prácticamente en los mismos
emplazamientos geográficos y en los mismos días del año. Los
misterios de Eleusis, los de Osiris, los de Atis, además de cumplir
la misma funcionalidad que los dos ritos fundamentales cristianos del
nacimiento y la muerte, producían formas psicológicas similares, ya
que narraban argumentos equivalentes, con equivalentes
representaciones intelectuales y emocionales que servían para forjar
una identidad desde la que interpretar las acciones vitales. Si, por
otro lado, salimos de la autoabsorbida atmósfera mitológica de las
religiones del Libro5,
y observamos el caso de la religión hindú, la distinción es
completamente irrelevante, como ocurre paradigmáticamente en el caso
del Bhagavad Ghita, donde los relatos mitológicos más arcaicos se
funden con la religión así como con la filosofía samkya y el
vedanta. Para Dilthey, en las concepciones mitológicas, el hombre ve
la estructura de los fenómenos basada meramente en la voluntad viva,
la experiencia vital no se convierte aún en objeto de conocimiento
para el entendimiento humano, como hará después con la metafísica,
mientras que la experiencia religiosa es siempre algo interno que no
encuentra nunca una representación externa satisfactoria6.
Tanto
la funcionalidad social equivalente de los mitos antiguos, la
religión y la metafísica, como su equivalencia funcional
ontoepistemológica, que permite fusiones como las que observamos en
el hinduismo, budismo, taoísmo, judaísmo, cristianismo o
islamismo, demandan un metrón, un referente conceptual desde el que
abordar las distinciones entre estas acciones intelectuales, si es
que las hay, que soslaye la interferencia de otros mitos que
meramente disputan la centralidad fundamentativa del mundo y su
conocimiento, como es el caso del cristianismo en Dilthey.
1El
comentario de Kant en la Crítica
de la Razón Pura,
se refiere a la metafísica como pensamiento especulativo que no se
apoya en la experiencia, mientras que la ontología de los mitos es
ya una interpretación de aquella, aunque no del concepto moderno
que tenemos de esta noción. Véase BXIV. Critique
of Pure Reason.
Cambridge University Press. Cambridge.UK. 2000. p. 109. Mis
referencias a la Crítica
de la razón pura
serán las de esta edición, y solo daré como referencia la
numeración por secciones tradicional de la obra.
2Aristóteles.
Metafísica.
Libro Γ. 17-31. The
Complete Works of Aristotle.
Vol.II. Princeton. Bollingen Series LXXI. p.1584. Mis referencias a
las obras de Aristóteles serán las de esta edición, y solo daré
como referencia la numeración por secciones tradicional de sus
obras que aparecen en ella.
3Véase
Wilhem Dilthey, Introduction
to the Human Sciences.
Wayne State University Press. Detroit 1988. p.161.
4Como
las del mismo modelo retórico teológico que utiliza Parménides en
el Proemio,
o Platón cuando habla sobre el conocimiento de la verdad a través
los mitos al final de la República.
5Me
refiero al judaísmo, cristianismo e islam.
6Cf.
Dilthey. Ibid. p.162.
Friday, August 16, 2013
Glosario de conceptos de mitopoética.
Con este glosario, quiero simplificar la comprensión de algunos
conceptos que aparecen en este libro (ya tratados más extensamente
en mi Mitopoética) y que pueden resultar confusos.
Acción de determinación funcional o económica: Valoración
de los objetos y escenarios, heredados de las prevaloraciones
emocionales, que constituyen la experiencia de un grupo humano.
Acción de determinación primitiva: Valoración de identidad
construida a partir de determinaciones económicas exitosas.
Acción liminal social: Acción entrópica producida por
factores naturales o por encuentros violentos entre grupos sociales.
La liminalidad social es
cualquier estado de desorden de un grupo debido a conflictos internos
humanos o a acciones naturales.
Acción liminoide: Representación racional de una acción
liminal.
Acción mítica: Acción mítico-ritual de determinación
funcional y de determinación primitiva, que interpretan
miméticamente la experiencia vital de un grupo humano, mediante
procesos de mitologización.
Acción vital: Acción de un organismo vivo.
Acción social: La acción social es una acción vital que se
emprende tras un proceso de racionalidad continua en el que se ha
valorado un escenario con implicaciones para las relaciones de
equilibrio de un grupo de seres vivos.
Categorización: Procesos de formación de estructuras de
grupos neuronales y relaciones entre ellos (mapeos) que han producido
un comportamiento vital homeostáticamente exitoso.
Civilización: secuencia de agregados de ejes mítico-rituales,
subordinados con respecto a uno de ellos, en la que las personas
sociales dominantes son las mismas.
Ciudad: Ámbito de eficacia de un eje mítico-ritual.
Complejidad relativa de un eje mítico-ritual: El eje más
complejo es aquel que cuenta con una mayor número de personas que
practican libremente un mayor número de acciones míticas
metateóricas.
Complejidad mitopoética o semántica:
Cuatro propiedades:
-
La comunicación eficiente dentro del sistema.
-
Hipóstasis totalizadoras y globales.
-
Alto número de personas sociales lúdicas.
-
Capacidad de autorepresentación metateórica o crítica del propio eje mítico-ritual, es decir, el uso lúdico de la capacidad crítica.
Complejidad sintáctica: Medida relativa que cuantifica el
número de proposiciones necesarias para explicitar un sistema.
Concepto: Relación endomórfica entre grupos neuronales del
cerebro que toma como argumentos procesos de categorización
(endomórficos o exomórficos).
Concepto primitivo: Aquel que no es reducible a otro.
Conciencia primaria: Proceso producido por el contraste de
categorizaciones perceptuales y conceptuales memorizadas
valorativamente y categorizaciones perceptuales presentes.
Congruencia semántica: unidad formal entre narraciones a
través de los contenidos emocionales que expresan. Cualquiera de los
relatos elaborados por una comunidad humana que han servido para
organizar la vida de un grupo es congruente con cualquier otro que
haya cumplido una función social análoga.
Contenido ontológico de un relato: Representaciones liminales
o literales que contiene. Podemos cuantificarlo cuando comparamos dos
relatos.
Dinero: El dinero es un estándar de valoración emocional
relativa recíproca de las acciones y objetos económicos de una
comunidad histórica. Tiene tres funciones interrelacionadas: la
regulación de los procesos de intercambio, concepto para la medida
de la energía, así como referente para la ordenación de las
emociones primarias y enarias.
Divinización: Proceso social por el que los antepasados pasan
a seres divinos, y los más relevantes, héroes y dioses, para
finalmente hacerse dioses ociosos.
Ejes mítico-rituales: Un eje mítico-ritual representa una
estructura dinámica compleja de interacción narrativa compuesta por
tres diferentes tipos de narración.
1. La narración prevalorativa emocional que ha quedado codificada en
las emociones básicas.
2. Las narraciones de determinación funcional o económicas,
condicionadas por las pre-valoraciones emocionales de nuestra
especie y en general de los mamíferos.
3. La acumulación de narraciones funcionales (la memoria de la
praxis vital interpretada) produce un stock de narraciones de
identidad desarrolladas a partir de las narraciones funcionales, a
las que llamamos acciones de determinación primitivas.
Emoción primaria: Procesos de conciencia primaria de un
organismo biológico que han sido protocolizados evolutivamente,
tanto a nivel estimulativo como en la respuesta a tales estímulos, a
partir de escenarios de supervivencia internos y externos
constituidos por categorizaciones perceptuales y/o conceptuales, que
son relevantes para los acciones de supervivencia individual y
grupal.
Enarización: Llevar un proceso a su grado n. Así por
ejemplo, nuestras emociones son procesos de enarización o
complejificación de procesos neurales más básicos que compartimos
con los mamíferos superiores.
Energía: Representación liminal o literal de la mitología
científica.
Endomorfismo mitológico: Cualquier proceso de incorporación
lingüística figurativa de una representación literal. Los
endomorfismos son juegos retóricos del lenguaje, signos que remiten
a objetos u a otros signos que a su vez remiten a otros signos,
aunque no de manera ilimitada, pues el sistema está relativamente
cerrado semánticamente en un momento dado con respecto a los
exomorfismos, de lo contrario no podría haber comunicación.
Escenario: Relaciones entre objetos.
Escenarios semánticos: Escenarios de complejidad creciente
anidados unos en otros según las propiedades y relaciones
emergentes. Hay dos grupos fundamentales: escenarios vitales y
escenarios simbólicos. En mitopoética, he dividido el continuo
semántico en seis segmentos, tres de cada uno de los grupos
fundamentales.
Exomorfismo mitológico: La determinación de un límite
lingüístico, al establecimiento de una representación literal.
Proyectamos nuestro sistema lingüístico sobre un apeiron y
encontramos referentes que consideramos finales.
Estructura: Isomorfismo entre dos o más sistemas.
Hipóstasis globalizadoras: Representación del conjunto de un
eje mítico-ritual como un referente absoluto.
Hipóstasis totalizadoras: Representación de conjunto de una
acción mítica o conjunto de acciones míticas como las que
correponden al mito de algún dios específico o a una disciplina
simbólica específica, una ciencia, arte, etc.
Inconsitencia ontológica. Contradicción entre objetos y
escenarios dentro de un eje mítico-ritual o entre dos ejes.
Inducción: Procedimiento neural vinculado al sistema de
búsqueda por el que se crean escenarios y objetos (perceptuales o
conceptuales) posibles a partir de los memorizados.
Inteligencia: La acción vital de generar escenarios
semánticos, o dicho de otra forma, el proceso autopoético mimético
del sistema vital en el que se generan relaciones y propiedades
semánticas entre sus elementos que estabilizan la homeostasis
orgánica.
Intuición: Conciencia primaria que corresponde a un escenario
semántico (de manera relativa) que implica procesos de
categorización exomórfica (percepciones) y endomórfica
(conceptos). En sentido más general, son todas las cogniciones
básicas unidas a las emociones primarias.
Lebenswelt: Mundo vital humano. Acervo de saber aproblemático
de los miembros de una comunidad.
Mapeo Global: Sistema neural dinámico de categorización.
Mapeo neural: Relación entre poblaciones neuronales o entre
estas y poblaciones de otras células.
Mes: Concepto plural utilizado en la mitología
babilónica. Es un inventario de objetos físicos y conceptuales, así
como de acciones, con los que se puede construir una tecnología de
civilización.
Mímesis: Proceso interactivo entre dos o más sistemas, de
los cuales, por lo menos uno, es sensible a las acciones del otro u
otros.
Mito: Acción mítica.
Mitologización: Proceso epistemológico de origen lingüístico
por el que el apeiron es apropiado categóricamente en un lenguaje
primero como acción, luego como síntesis de relaciones, que primero
son interpretadas miméticamente como sujeto-vida, para acabar siendo
objeto para un nuevo marco de referencia mítico-ritual. Las
secuencias de exomorfismos y endomorfismos que llevan a cabo los
grupos humanos, en la que los referentes del pasado tienen un
contenido semántico acrítico, en la medida que representan
valoraciones exitosas que han contribuido a la supervivencia del
grupo.
Morfismo: La determinación de una relación que vincula dos
conjuntos, o dos sistemas, o dos estructuras.
Morfismo de la infinitud: Vinculación entre una categoría
sobrenatural y una natural que enfatiza la distancia insalvable de la
proporción. Hay otro morfismos posibles en esta relación:
isomorfismo, automorfismo y homomorfismo.
Norma social y ley: Norma
social es la proyección de una estructura mítico-ritual sobre un
escenario concreto de la experiencia, es el protocolo más o menos
consciente que dirige las acciones de tal escenario, y cualquier
acción nueva será ejecutada conforme a tales protocolos o
derivaciones suyas, salvo que la acción nueva suponga un escenario
de supervivencia inmediata, en cuyo caso tomará control el sistema
subcortical emocional. La norma se convierte en ley cuando adquiere
una formulación lingüística explícita, oral o escrita.
Objeto: Relaciones invariantes de categorización de acciones
o procesos.
Persona social: Construcción narrativa de determinación
económica, a la que de forma progresiva se le han acumulado
narraciones de determinación primitiva. Hay personas físicas,
personas generales (hombres, mujeres, viejos y jóvenes), jurídicas
(físicas y metafísicas (alma)), artificiales (persona
computacional), corporaciones de orden enario (por adición personas
jurídicas (otras personas jurídicas, estados, organismos
trasnacionales, y personas computacionales (máquinas que realizan
funciones económicas de la segunda economía)).
Plano mítico: Sistema de ejes mítico-rituales equivalentes
en sentido narrativo: aquellos que contienen acciones míticas que
muestran un grado similar de complejidad simbólica. Un plano mítico
es una estructura conceptual que construye un relato de segundo
orden con respecto a las acciones míticas, es una metanarración que
explicita procesos mitopoéticos.
Propiedad: Categorización perceptual o conceptual que surge
en proceso de conciencia primaria. Cada categorización es un
conjunto de n-tuplos de mapeos neurales.
Racionalidad: Actividad neural de simbolización comunicativa
diferida y mediada por objetos.
Racionalidad continua: Proceso autopoético de la
vida-inteligencia.
Relación: Un conjunto de n-tuplos de propiedades.
Religión: Estructura mítico-ritual operativa en una
sociedad.
Representación: Categorizaciones en las que interviene una
conciencia primaria.
Rito: Proceso comunicativo emocional. Puede tener diferentes
formas de enarización. En los seres humanos forma una unidad con los
mitos.
Semántica: La interpretación de un sistema. Cualquier mapeo
o asignación de identidad entre los elementos de dos conjuntos.
Signos: Representaciones sustitutivas de otras
representaciones.
Sistema: Conjunto en el que distinguimos relaciones.
Sistema autopético: Sistemas en los que todo lo que es usado
como una unidad, es también producido como una unidad en el sistema.
Sociedades míticamente equivalentes: Las que
pertenecen a un mismo plano mítico y comparten una análoga
complejidad mitopoética.
Überlebenswelt y Unterlebenswelt: Por Unterlebenswelt
designo un grupo de acciones valorativas inconscientes, en el sentido
de automatismo fisiológico, un tipo de valoración vital liminal,
mientras que con Überlebenswelt, designo un grupo de acciones
conscientes, que podrían ser llamadas (sin hipóstasis)
supraconscientes o metaformales, acciones críticas de autoreflexión
y constitución sistémica. Lebenswelt, Überlebenswelt y
Unterlebenswelt, de manera conjunta, abarcarían el campo que
he llamado interpretación mimética narrativa.
Zoé o vida-inteligencia: Nombre que denota el
fenómeno de la vida como un proceso abierto surgido a partir de
autopoiesis molecular que genera estructuras de complejidad
creciente.
Sunday, August 11, 2013
Introducción a Parte I de Mitopoética. Edición en español. 2013.
La narración creció en el proceso de ser narrada. El Blog se ha ido haciendo más laberíntico con los años. Contiene mi libro de Mitopoética y unas cuantas cosas más. Para aquellos que acceden a estos textos sin saber nada sobre la Mitopoética, voy a colgar aquí la introducción de la primera parte, y así podrán decidir si quieren ocupar su precioso y único tiempo en pensar sobre las narraciones de identidad que hemos desarrollado los humanos a lo largo de nuestra azarosa existencia como especie.
"Las narraciones mitológicas
son la única actividad intelectual que hemos practicado de manera continuada
desde que somos humanos, lo que las convierte en una herramienta única para
poder pensar de manera sintética nuestra evolución como especie
homo sapiens. En este sentido, son las
primeras fijaciones valorativas que el ser humano ha hecho
sobre sí mismo y su entorno, y como tal, han sido condicionantes de las que han
venido después, tanto en su forma como en su contenido. Su función comunicativa
las coloca en la base de las acciones sociales, de hecho, pocas acciones
humanas son tan ubicuas y cotidianas como la narración, ya sea en la forma de las historias tradicionales
que recogen los relatos sobre los orígenes y las
identidades grupales, o en la de las narraciones simples de la vida cotidiana que
constituyen la comunicación ordinaria, las que dan cuenta ordenada del decurso
del día, o los proyectos de acción para mañana. Estamos acostumbrados a pensar
narrativamente, generando escenarios, más o menos cerrados, con personajes y objetos,
materiales o conceptuales, que guardan un conjunto de relaciones organizadas
partiendo de la secuencialidad de nuestra intuición. Los modelos con los que
comenzamos pensando son los de la tradición particular a la que pertenecemos, y
con ellos heredamos un cúmulo de conceptos, densamente interpretados dentro de
procesos culturales, cuyos contenidos metafóricos no hacen sino mostrar su
pertenencia a algún mito. Incluso en ámbitos donde de
forma deliberada se ha intentado dejar atrás cualquier vínculo mitológico, nos
encontramos con pensamiento permeado por
nociones cuyo origen es mítico. Tal es el caso, por ejemplo, de los sistemas
jurídicos occidentales basados en la idea del derecho positivo, que a pesar de
desarrollar un sistema de
pensamiento estructurado según cadenas de razonamientos silogísticos, contienen
como elementos del sistema conceptos cuyo origen es mitológico, como el de igualdad ante la ley, cuyo origen está en la teología
cristiana, en la igualdad formal de todos los hombres en relación a la voluntad soberana de Dios[1]. La
genealogía no es sólo conceptual, sino también ritual a un nivel psicológico
más básico, ya que las mismas representaciones de los
juicios se remontan a antiguas ceremonias de las viejas mitologías. La raíz
mítica de la mayor parte de nuestros conceptos y sistemas de orden social no puede
resultarnos una sorpresa, pues nuestras construcciones simbólicas se originan
en el proceso vital, pertenecen de una u otra manera a la vida social, y tienen
una interpretación en relación a la vida pasada del grupo, formando una trama
narrativa que conlleva una visión específica del mundo.
Los mitos están unidos a la
formación psicológica de nuestra persona. De manera imperceptible los relatos
de la comunidad dieron forma a los rasgos que consideramos nuestros valores.
Descubrimos nuestra individuación pensando un relato, identificándonos con alguno
de los personajes, inventando una identidad personal a partir de alguna de las
narraciones que nos ofrece el grupo, en una acción imitativa que
nos da forma de manera espontánea. El mito lo canta el chamán, el poeta, el profeta, el sabio, pero asimismo lo transmite la madre y el maestro,
en un proceso de enculturación continuada en la totalidad de los ámbitos de la
vida social. La mayoría de las tradiciones mitológicas del mundo relatan los
orígenes como la aparición de los dioses o de los
antepasados a partir de estados caóticos precedentes, como si a partir de un
instante dado se hubiera focalizado el pensamiento haciendo
aparecer el mundo. Análogamente al niño, el grupo despertó en el relato de su
propia identidad, un relato que fue primero acción animal y automática,
para después avanzar hacia procesos más reflexivos. Sin embargo, su despertar
no fue como el del niño, en un entorno cerrado y de juego, sino que ocurrió de
lleno en la incertidumbre de la vida. Fue un despertar activo, implicado en una
humanidad que ya estaba en marcha, viviendo y muriendo, que interpretaba las
acciones en narraciones conforme a sus medios limitados, pensando a partir de
sus pequeños escenarios lo que le
mostraba su experiencia, y proyectando esta sobre el horizonte de su
ignorancia. Los relatos que permanecieron, que aguantaron el contraste del
tiempo, se fijaron: si habían servido
para interpretar la existencia hasta ese punto y sobrevivir conforme a tales
valores, la conformidad con el mundo probaba su validez, y como un ADN extracelular se protocolizaba su repetición en
las costumbres grupales por todos los medios posibles, universalizando su
contenido como el modo de ser de las cosas.
La cotidianidad de nuestro contacto
con los mitos hace de ellos objetos culturales aproblemáticos, si bien, la
transparencia se pierde en cuanto examinamos de cerca las denotaciones y
connotaciones del término, por lo que se hace imprescindible establecer una
terminología básica y un contexto histórico para la mitología como problema
filosófico. Comenzaré por delimitar el dominio mítico desde los puntos de vista
que ha sido tratado en la filosofía de la
religión y en la antropología. Para ello examinaré la dimensión ontológica de las
distintas tradiciones mitológicas y las jerarquías que se establecen entre las
entidades de los mitos. En segundo lugar, trataré del mito desde un punto de vista lingüístico, revisando
las tesis más relevantes que se han propuesto sobre el pensamiento metafórico en
relación a los mitos, y proponiendo un modelo simple sobre la función lingüístico-epistemológica
de determinación de la experiencia que recogen los mitos. Pasaré después a
considerar las relaciones entre mito e historia, examinando la extensión del domino tradicional del
mito dentro de campos que son considerados como históricos. Acabaré tratando
los mitos en relación a su composición, es decir, desde el punto de vista de la
mímesis, proceso en el que, a partir de la acción narrativa se
determinan tanto el sujeto como los objetos y escenarios de su
experiencia. El propósito de esta línea argumentativa es la obtención de una
definición preliminar del dominio mítico, así como de los distintos conceptos
que incluye en la definición."
[1] Escribiré Dios, en mayúscula,
con el sentido de un nombre propio para la divinidad cristiana, como Allah para la musulmana, Brahman para la hindú, etc. En minúscula designa el
concepto general.
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