Un
posible segundo candidato a referente conceptual que nos sirviera
para caracterizar los mitos, y explicar su diferencia con la
religión y la metafísica, podría ser la estructura
ontoepistemológica de los relatos tomada antropológicamente, sin
referencia a das Heilige. Si examinamos los relatos sobre los
orígenes de las principales mitologías tradicionales del mundo1,
observamos que todas ellas contienen cuatro elementos básicos: ser
humano, dios o ser sobrenatural, naturaleza o mundo, y caos o
desorden, los cuales intercambian con gran facilidad sus identidades
y se hibridan, siguiendo una clara tendencia antropomórfica. Así
por ejemplo, no es raro encontrar seres caóticos que a la vez son
elementos de la naturaleza (agua, fuego), y que toman forma animal
(algún tipo de ofidio o de monstruo acuático), pero que a la vez
son dioses primordiales, o titanes, cuyo comportamiento es humano a
nivel emocional, o son incluso reyes demonizados de tribus rivales a
las que vence un héroe2.
Los mitos arcaicos no se rigen por el principio de contradicción en
lo que se refiere a las identidades de sus actores, pero si
observamos las acciones que estos llevan a cabo, vemos que algunos de
estos cuatro elementos son más activos que los otros, y que son
genéticamente anteriores, determinando diferentes escenarios
ontológicos. Los cuatro juntos sí delimitan, en un sentido amplio,
las narraciones míticas, pero servirían también para caracterizar
el conjunto de las experiencias humanas pues ofrecen un escenario tan
general que no es posible imaginar alguna acción comunicativa humana
que no trate o sobre los hombres, o sobre los dioses, o sobre el
mundo natural. Pero, ¿cuál es la jerarquía de estas categorías?,
¿tienen las cuatro el mismo contenido ontológico fundamental?
Un
primer grupo de escenarios ontológicos sobre los orígenes lo forman
relatos en los que el elemento principal activo es el ser humano, o
más bien, un principio antropomórfico muy antiguo del que se
derivarán todas las demás acciones cósmicas. Obviamente, cualquier
escenario ontológico remite al ser humano, incluso cuando la propia
narración olvida este origen y coloca otro elemento en el centro.
Una ontología antropocéntrica así la encontramos, por ejemplo, en
el relato sobre Purusha que leemos en el mandala décimo del
Rigveda3.
Según el mito, Purusha es todo lo que ha sido y todo lo que será,
llena por completo el espacio y no hay nada antes ni después. Se
trata de un ser andrógino con mil cabezas y ojos, que desprende un
principio femenino de sí mismo –un huevo llamado Virat- al que su
parte masculina fecundará de inmediato para darse nacimiento a sí
mismo. Por partición del Purusha original, nacen los dioses, los
cuales realizarán un sacrificio con el segundo Purusha para crear el
mundo físico y los humanos tal como los conocemos. Purusha precede a
la creación de los dioses y del mundo, que son un resultado
secundario: el universo parte de un principio humano y tanto sus
componentes como las acciones de estos se dan dentro de él. Entre
los relatos que toman como sustrato del universo a un ser humano
primordial se encuentra el iranio del gigante Gayomart4,
o el propio relato del Génesis bíblico, en el que el andrógino
Adán, por partenogénesis, da lugar a Eva, que será la madre de
todos los humanos. En la tradición jainita, el universo entero es el
cuerpo de un humano primordial o Jiva, del que todos los seres
humanos, animales, plantas y minerales son sus átomos en movimiento
transmigratorio5.
De esta multitud de mónadas anímico-atómicas, los humanos
individuales son las más evolucionadas de un proceso cósmico que ni
tiene principio ni final, ni está gobernado por ningún tipo de ser
divino, sino por una materia espiritualizada autocontenida. Otro mito
que mantiene la preeminencia ontológica del elemento humano es el
maorí llamado Los Hijos del Cielo (Nga Tama a Rangi), donde la idea
del Purusha andrógino la ocupa ahora una pareja humana primordial,
Rangi (Cielo) y Papa (Tierra) que está unida en un abrazo continuo
del que se genera una vasta prole6.
De la separación de esta pareja, llevada a cabo por su hijo Tane,
señor de los bosques, se creará el mundo y todas sus criaturas. Una
variante la vemos en el mito del desmembramiento de la hermana de
Huitzlopochtli, Coyolxauhqui cuya cabeza, al ser arrojada al
firmamento por Huitzlopochtli, se convierte en la luna7.
La batalla entre Huitzlopochtli y Coyolxauhqui ocurre en Coatepec, la
montaña sagrada, formada por el propio cuerpo desmembrado de la
diosa, y que en el Templo Mayor de Tenochtitlán estaba asociada a la
montaña sagrada del sustento Tonacatépetl, presidida por el dios de
la fertilidad Tlaloc8.
Otra variante la encontramos en el mito quechua de Pachacamac creando
el maíz, el manioca y otras plantas a partir del cuerpo del hijo de
la primera mujer9.
Y algo similar ocurre en el mito de los Iroquois, cuando
Hahgwehdiyu, dios creador, planta maíz en el cuerpo de su madre,
Atahensic10.
En otra versión del mismo mito, Atahensic cae del cielo, y muere
dando a luz a todas las cosas. Entre los navaho, como entre los
polinesios, la sustancia primera de este mundo es una pareja humana,
la orografía y, en general todo el mundo físico, es humano11.
Una variante de estos mitos, ya completamente teologizada, la
encontramos en el relato yoruba en el que Orunmila, dios de los
oráculos, generó los espíritus con los restos del cuerpo de
Obatalá12.
Por
otro lado, encontramos mitologías en las que si bien el elemento
activo principal sigue siendo el humano, no consideran un universo
panantrópico, sino que el principio humano ocupa un lugar entre
otros, a las que podríamos llamar de antropomorfismo relativo. En
estos relatos, el caos precede a la aparición del principio humano,
como ocurre con el mito chino del Pan Gu13
o el escandinavo de Ymir14.
En el primero de ellos, Pan Gu, un ser antropomórfico, surge de un
gran huevo cósmico –una de las representaciones comunes de lo
indefinido primordial- para después producir por desmembramiento,
como en el caso de Purusha, el resto de las cosas: su cabeza se
convierte en una montaña sagrada, sus ojos, en el sol y la luna, su
grasa en los océanos y ríos, sus cabellos, en los árboles y las
plantas15.
En la mitología nórdica, del cuerpo del gigante Ymir, surgido de
los choques producidos entre el hielo y el fuego caóticos, a la vez
que la vaca Aumbla, y de su cuerpo surgirán también la orografía y
los seres vivos, incluidos los dioses y los hombres tal como los
conocemos; del despedazamiento que Odín y sus hermanos hacen de él,
se generan los nueve mundos16.
En
las mitologías de origen sumero-semita, no hay una forma
antropomórfica de los primeros seres, sino una teomorfosis en los
humanos, creados a imagen de aquellos. En todas las mitologías que
toman como principio activo y primero el elemento divino, a las que
podemos llamar ontoteológicas, se da un morfismo17
entre dioses y hombres (de no ser así, la relevancia de los dioses
en el mundo humano sería nula), relación que viene determinada en
tres diferentes vinculaciones, que van desde el isomorfismo
dios-hombre, en el que los dos mundos son estructuras
representacionales equivalentes, al automorfismo, en el que la única
realidad es la divina, y la representación del mundo humano es una
mera ilusión con respecto a la representación de los dioses, a la
que se llama verdadera realidad. Entre estos dos extremos encontramos
también el morfismo de la infinitud, en el que la supuesta infinita
distancia entre lo divino y lo humano queda salvada por la
semejanza, que vincula sin igualar18.
Ejemplos isomórficos los tenemos en la tradición del vedanta, donde
se proclama la igualdad del principio del dios transpersonal,
Brahman, con el del dios personal, Atman19,
o en la religión mazdeísta, en la cual la lucha cósmica entre el
bien y el mal ocurre igualmente en el plano humano, y el iniciado se
compromete a transfigurar la tierra, escenario en el que ocurre la
batalla20.
Y algo más tímidamente, se postula también el isomorfismo en las
tradiciones cabalística y sufí. La cábala, en el libro del
Bahir21,
nos habla del Adam Cadmon o macroanthropos, el cual contiene el
pléroma de todos los eones y potencias, en una propuesta ontológica
que hace equivalentes las representaciones místicas a las de la
propia vida, la cual es una manifestación de aquel otro mundo con el
que está estrechamente vinculada. En el sufismo, hay algunos casos
de declaraciones más explícitas, no sólo de isomorfismo, sino de
identidad de lo humano y lo divino, como la que argumenta Ibn
Arabi22,
o los poetas persas23.
Estas tradiciones teológicas isomórficas, son siempre de ámbito
místico, y no se corresponden en ningún caso con comunidades
políticas autónomas, sino que se desarrollan como parte de
doctrinas más o menos esotéricas que actúan como apéndices
complementarios a los escenarios ontoteológicos, por lo que no
constituyen nunca los mitos de comunidades políticas amplias. Es
interesante observar, que en estas distintas tesis de isomorfismos
humano-divinos, la teomorfosis de las tradiciones mesopotámicas y
egipcia se invierte en una antropomorfosis de lo divino, lo que
supone una antropización más característica de las tradiciones
arcaicas. En el extremo opuesto, tenemos un cuarto grupo de
escenarios ontoteológicos en los que la relación es un
automorfismo de una representación divina, que relega lo humano a
ser una sombra del mundo de los dioses, como es el caso del
hinduismo, en el que Vishnu sueña el universo, o las diversas formas
de fatalismo, en las que un mecano universal cumple sus designios con
respecto a humanos, seres divinos y mundo. Sin embargo, es la forma
intermedia ontoteológica la que aplica el morfismo de la infinitud,
la que goza de aceptación en un más variado ámbito de culturas. En
ellas, lo divino, ya sea un único ser o muchos, goza de preeminencia
ontológica, pero lo humano no es simplemente un sueño, sino que
guarda una relación con lo divino -aunque sea de subordinación- por
la que adquiere entidad. Esta ontoteología se da en los mitos del
judaísmo, cristianismo, islam, así como en los de Grecia y Roma, en
los mitos védicos (salvo el de Purusha) y en el brahmanismo, en los
mitos de la zona nigeriana, en los de los Bushongo, los Zulú, y un
buen número de relatos africanos, y en la mayor parte de los mitos
de las culturas americanas.
Las
creaciones protagonizadas por agentes divinos son implementadas bien
mediante una materia más o menos indiferenciada, un apeiron, o bien
a través de la palabra. La creación por la palabra supone un
desarrollo teológico posterior a la creación por materia
indiferenciada, aunque pueden ir combinadas. En los mitos de la
Tríada de Memphis egipcios, Ptah crea por la palabra el mundo y los
dioses24.
En el mito de la creación de Hermópolis, las Aguas hablaron a la
Infinitud, la Nada, la Ninguna-Parte, y la Oscuridad, y comenzó el
mundo25.
En la mitología irania, Ahura Mazda crea mediante el pensamiento, a
través del mayor de sus llamados Poderes Divinos26,
Vohu Mana (Buena Mente), que introducirá el movimiento en la
estática materia27
como hará Yaveh en el Génesis, o el Hermes de los misterios
helenísticos. Estos mitos, son el resultado de elaboraciones
sacerdotales en sociedades jerárquicas con estructuras
mitico-rituales correspondientes a estructuras de ciudad universal.
En los mitos hinduistas, la palabra primordial, Om, o vibración del
universo que se identifica con Brahman, es la generadora de dioses y
mundos28.
En la mitología maya, es la palabra de Huracán, desde la oscuridad,
la que hace aparecer la tierra29.
En el mito de la creación Muisca, el creador Chiminichagua crea dos
aves para difundir la luz en la que se crea el mundo, las cuales lo
generan a partir de su aliento-luz, metáfora de la palabra
creadora30.
En los mitos australianos que narran el dreamtime walkabout31,
el paseo en el que los antepasados ancestrales recorren la tierra
creando el paisaje y las criaturas, ya no sólo es la palabra hablada
sino la acción simbólica en general la que crea las cosas. Los
antepasados marcan la tierra, y la interiorizan en rituales y
narraciones, creando el mundo en el proceso. Es interesante observar
cómo en una de las cosmogonías más arcaicas que han pervivido, la
de los australianos, está captado mejor que en ninguna otra el
proceso general de simbolización, incluyendo los procesos de marcas
y escrituras en su sentido amplio, así como las acciones rituales.
Una
variante ontoteológica cosmogónica se da por la fusión de las
categorías de lo divino y el caos. En estos casos, opera el
principio de identidad difusa característico de los relatos
mitológicos arcaicos, y los dioses y el caos son considerados como
variantes del principio divino, casi siempre siendo los dioses del
caos simplemente seres divinos más arcaicos, o titanes, y los dioses
tradicionales, los usurpadores, como se observa en las religiones de
origen indoeuropeo en aquellas narraciones en las que aparecen los
combates entre Devas y Asuras32,
o asimismo en las sumero-semitas de Fenicia33
y Ugarit34.
El caos aquí es meramente relativo, no se trata de un estado de
desorden o no-ser primordial del que surgen los dioses, sino que
marca la transición de un orden viejo a uno nuevo, ya sea el paso
desde el orden de Varuna al de Indra, del de Cronos al de Zeus, del
de Apsu al de Marduk. En este sentido, se trata de una variación de
los escenarios ontoteológicos del teomorfismo creador de los
humanos, si bien aplicado al origen del mundo. Una versión arcaica
de este escenario la encontramos en un relato africano. Según nos
cuenta el mito de los Kono de Guinea, antes que el mundo comenzara,
había sólo caos, salvo por la existencia de Sa (el que trae la
muerte), su mujer y su hija35.
Apenas se nos ha dicho que al principio estaba el caos y la familia
de Sa, cuando la narración introduce un nuevo personaje, el dios
Alatanga, una especie de demiurgo organizador, que aporta al resto de
la historia de la creación una dinámica totalmente antropomórfica,
en la que Sa, el caos o la muerte, es la contraparte necesaria de la
labor constructiva de Alatanga. Entre los mitos que construyen
escenarios caóticos primigenios, se encuentra el sumerio de Nammu,
diosa maternal que representa las aguas del caos, de las cuales por
partenogénesis surgen el cielo, An, y la tierra, Ki36.
Esta pareja está en abrazo sexual, y de su unión surgen otros
dioses, morfología narrativa análoga a la polinesia, con la
introducción adicional del preludio caótico de Nammu. En
Babilonia, la ontología primigenia propuesta en Enuma Elish es una
variante de la sumeria: de la primera indiferenciación surgen Apsu y
Tiamat. Se trata de unas aguas primordiales similares a las que
encontramos en otros muchos relatos mitológicos, como la védica
Vrta, a la que vence Indra37,
o el Cacai Vilu mapuche, dios serpiente de las aguas al que vence el
dios serpiente de la tierra Tenten Vilu38,
o como el monstruo griego Tifón, al que vence Zeus39,
o como las aguas caóticas a las que vencen los emperadores chinos
legendarios Yao y Yu40.
En todas estas representaciones, se da una primera forma a lo
informe, a lo no pensable e indefinido, al apeiron, todo aquello
sobre lo que no podemos establecer unidades sintéticas mediante
conceptos. De hecho, en el caso babilónico, Apsu y Tiamat son las
primeras individuaciones, vagamente antropomórficas, ya que Tiamat
era pensada a la vez como mujer y bisexual, a la manera de la Magna
Mater en Anatolia, una representación difusamente humana de algo aún
más caótico que es su fuente. Los nombres de los monstruosos seres
divinos son los primeros términos en un océano de indiferenciación,
constituyen una primera determinación que la mente humana traza
sobre los orígenes, instaurando dos conceptos fundamentales, el
apeiron y las formas primigenias de divinidad que recogen Apsu y
Tiamat. En los mitos egipcios de Heliópolis41,
Ra se da nacimiento a sí mismo desde las aguas caóticas, en un acto
de autodeterminación muy interesante, pues viola nuestras
intuiciones sobre el espacio-tiempo, al no ser Ra el resultado del
caos, sino de su propia voluntad creadora, lo que establece un punto
uno en la secuencia independiente del punto cero. En la Ogdóada de
Hermópolis, cuatro elementos surgen del caos en la Isla de Fuego, y
dan forma al mundo42.
A su vez, de ellos surge una contraparte femenina. Según el mito
fenicio, al principio estaba la pareja Caos y Aire de los que surgen
Viento y Deseo que engendran a Mot, dios de la muerte43.
En la mitología olímpica, aceptada en este punto por la romana, de
Caos surgen Gea y Eros, que en su abrazo generarán a los titanes de
los que se crearán los dioses44.
En la mitología taoísta, del caótico, oscuro y maternal principio
indiferenciado del Tao, surgirá el Uno, y sus consiguientes
determinaciones numéricas45.
Y algo similar narran los mitos de la religión Bon tibetana, en la
que el primer ser luminoso, surge del vacío, como también lo harán
los conceptos espirituales fundamentales46.
En los relatos del Shinto japonés, desde el caos surgen Cielo y
Tierra, que son separados por cinco Kami, o espíritus, los cuales se
forman de manera espontánea para desaparecer una vez que han
realizado la separación titánica47.
En el mito nahua de Los Cinco Soles, desde el caos primordial
aparecen Ometecuhtli-Omecihuatl, pareja bisexual llamada los Señores
de la Dualidad48.
En el mito Hopi, los humanos surgen desde un submundo de
características caóticas, anterior a la memoria, del que pasarán a
la sociedad ya estratificada en tres clases en la que toman su
identidad grupal49.
En los mitos de creación de las islas Tiwi de Australia (en Darwin),
los antepasados surgieron desde el caos para después existir en un
estado de sueño creativo (palaneri) del que emergieron todas las
cosas50.
Como
variante teológica posterior del principio doble divinidad-caos,
encontramos los escenarios que proponen su fusión en un único polo.
En el Génesis, es el llamado Espíritu de Dios la fuerza activa que
se cierne sobre el caos de la aguas. Durante la tradición
cabalística medieval, el caos, pensado como vacío, es considerado
como parte del ser divino, con el que forma un superesse51,
es decir, se plantea una entidad que está dentro y fuera del
universo, que engloba el ser y no-ser, concepto que ya había sido
desarrollado dentro del hinduismo con el Parabrahman sin atributos de
los Upanishad y Sankaracharia, donde se plantea un tipo de ser que
está por completo fuera de la manifestación de la existencia,
análogo al vacío del budismo, y similar a las representaciones que
otras tradiciones han hecho del caos o apeiron52.
Algo equivalente encontramos en el taoísmo clásico, más exagerado
después en el neo-taoísmo chino del período Wei-Chin53
(220-440 d.c), o en el budismo tibetano en su fusión con la
religión Bon, en el que el vacío es la potencialidad entre ser y
no-ser, entendiendo por no-ser, el mundo, y por ser la conciencia.
Mientras que en el vedanta, el Parabrahman es una especie de sustrato
sutil, de lienzo o pantalla en la que ocurre la acción de la
conciencia divina y del mundo, el taoísmo se limitará a dar
primacía genética al no-ser con respecto al ser.
Como
implementación de las ontoteologías caóticas, se han construido
diversos escenarios que se corresponden con distintas sustancias
primeras apeirónicas. Una común es el barro o la arcilla, la
tierra como una particularización simple e intuitiva del concepto
general de materia. Al igual que el agua, el fuego, o el aire,
tomados por caos en distintas tradiciones mitológicas, el barro no
tiene una forma regular y geométrica, sino que la toma del
recipiente que lo contiene. A diferencia de los otros elementos, en
marcos epistemológicos en los que la materia es un misterio, el
barro parece un sustrato más próximo a la vida, pues las plantas
crecen de él, y cuando los seres vivos se pudren y decaen, no lo
hacen ardiendo, o transformándose en agua, sino en una
descomposición que se asemeja más a la tierra, por lo que permite
representaciones más intuitivas del proceso de creación y
destrucción. Encontramos relatos de creación con el sustrato del
barro-caos en el Génesis bíblico, en las mitologías nativo
americanas54,
fino-ugrias, en las eslavas55
y las turco-mongolas56.
En estas tres últimas tradiciones, el patrón es el de una inmersión
cosmogónica en las aguas caóticas por parte de un personaje
ancestral, que recoge de las profundidades el barro a partir del que
se crearán todas las cosas, siguiendo el patrón que encontramos
asimismo en mitos del hinduismo, uno de ellos el de la inmersión de
Brahma en forma de jabalí para hacer emerger las tierras del fondo
de las aguas57.
En los mitos turco-mongoles, el dios del cielo pide al humano
primordial, otras veces a un animal tótem, que se sumerja y traiga
barro para crear el cielo, a lo que esta figura accede, pero durante
la inmersión se guarda parte en la boca, y el dios celestial le
obliga a escupirlo, surgiendo así las tierras baldías y el mal58.
El barro es el sustrato del alfarero, alegoría que permite una
comprensión sencilla e intuitiva del paso desde lo informe a lo que
tiene forma. En los mitos egipcios de la tradición de Tebas, Khnum
crea a los humanos a partir del barro con su rueda de alfarero59.
En la tradición olímpica, los humanos nacen espontáneamente de la
tierra Gea. En los mitos Choctaw, el Gran Espíritu, Nanapesa, toma
el montículo primordial, Nanih Waiyah, como materia para crear a los
primeros ancestros, quienes tras gatear fuera de una cueva se
convierten en Choctaw60.
En los relatos guaraníes, Tupa crea la humanidad a partir de
estatuillas de arcilla a las que insufla vida61.
El yoruba Obatalá crea el cuerpo humano con arcilla, y Olodumare le
insufla espíritu, para que después Oduduwa cree Ifé con barro62.
Como
variante biológica de la materia indiferenciada encontramos los
escenarios primordiales del huevo cósmico, la cueva y el semen, que
incorporan elementos de una creación divina con la inescrutabilidad
de una acción incomprensible o caótica vinculada al sexo. La imagen
de la sustancia primordial como huevo la encontramos en el relato
egipcio de la Ogdóada de Hermópolis, en la que ocho principios
divinos se unen y forman un huevo invisible, del que surgirá la luz
del sol63.
En la mitología fenicia, el dios Mot tiene la forma de un huevo
primordial del que surgirán el Cielo y la Tierra64.
En la mitología de Dogon (Mali), después de una primera creación
de la acacia, el dios Amma crea el universo a partir de un huevo
primordial, en el que se dan los ocho movimientos creativos
primigenios65.
En la mitología órfica, Cronos crea el huevo plateado del Cosmos,
del que nace Phanes Dioniso o Protogonos, quien creará el cielo y la
tierra, sol, estrellas y el hábitat de los dioses66.
Posteriormente, en una nueva acción fundacional, Zeus se comerá el
huevo dando inicio a una nueva era. El Pan Gu chino, como ya hemos
dicho, surge también de un huevo, y en la religión Bon tibetana, su
gigante primordial, la diosa Chucham Cyalmo, Reina de las Aguas,
tiene el mismo origen67,
mientras que en los mitos vietnamitas es el mundo lo que nace de este
sustrato68.
En la tradición védica, el huevo de la divinidad Hiranyagharba
flota al principio sobre aguas primordiales69.
En los mitos de la Kalevala finlandesa, sobre el cuerpo gigantesco de
la diosa Ilmatar, que simboliza las aguas primordiales, se incuban
los huevos de oro y hierro que dan origen al mundo70,
y en la tradición mitológica estona es el Ave Solar la que pone
tres huevos de los que surgen los cuerpos astronómicos71.
La
imagen reproductiva del huevo puede transformarse en algunos casos en
una matriz, que al serlo de una divinidad que representa la tierra,
se corresponde con una cueva. En los mitos quéchua, la cueva se
llama Pacari, o Casa del Alba, y en ella se generaron los antepasados
primordiales divinizados, los cuatro hermanos: Pachacamac,
Ciracocha, Manco Capac y el Innombrado72.
Esta cosmogonía es asimismo una variante de las que relatan la
generación de los humanos a partir de piedras, de hecho, en una
variante del mito fundacional quechua, Viracocha crea al ser humano,
cerca del lago Titicaca, insuflando su espíritu creador a unas
rocas. En el mito nahua de Chicomoztoc (Las Siete Cuevas), los seres
humanos surgen en una cueva paradisíaca, considerada como su
verdadero hogar, a la que volverán al fin de los tiempos73.
La
creación por la acción de líquidos vitales, semen, sangre o
saliva, completa el marco epistemológico sencillo e intuitivo de
escenarios caótico-sexuales de los principios. En la Enéada de
Heliópolis egipcia, la autodeterminación total de Ra, el cual se da
nacimiento a sí mismo a partir del caos, al ser llevada a sus
consecuencias lógicas, implica que, si queremos mantener la
imaginería sexual, los seres siguientes a Ra tengan que surgir de su
masturbación74.
En la mitología hurrita, el dios Kumarbi fecunda una roca y nace un
ser antropomórfico hecho de piedra, Ullikummi75.
Afrodita nace a partir del esperma de Urano que cae en el mar tras su
castración76.
En uno de los mitos frigios sobre Cibeles, la diosa es el resultado
de la castración del monstruo hermafrodita Agiditis, nacido del
contacto del semen de Zeus sobre una roca. Una variante de la
creación a partir de la sustancia seminal la encontramos en los
relatos de creación mediante la sangre, mitos conocidos en Indonesia
y Polinesia Suroccidental, similares a los que encontramos en la
narración de los Melanesios de Nueva Britania, en la que El Primero
que Estaba Ahí (el antepasado mítico) crea dos hombres dibujándolos
con su sangre77.
Otras veces, el líquido vital puede ser la saliva, como en el mito
del Popol Vuh en el que la cabeza cortada de Hunhun-Apu escupe a la
princesa Xquiq de Xibalba, el submundo maya, y queda embarazada de
los gemelos Hunapu y Xbalanque78.
Estos
distintos escenarios ontológicos muestran, en primer lugar, que de
las cuatro categorías apuntadas, las de la fisis y el caos están
subordinadas a las otras dos. De hecho, podríamos reducir los
escenarios a las relaciones del eje humano-divino, pues en las
mitologías tradicionales, no encontramos escenarios en los que
humanos o dioses hayan procedido a partir de la naturaleza no
divinizada. Las ontologías de estos relatos oscilan desde
materialismos espirituales a espiritualismos que niegan la vida y la
materia, pero en ningún caso encontramos una fisis objetivada y
separada de los dioses tanto como de los hombres. La naturaleza es un
tú, en sentido buberiano79,
y no un ello, algo distinto al ser humano y enajenado de su
experiencia, y esto se da hasta en las mitologías más teologizadas.
La ontología mitológica tiende a transformar todo en un tú con el
que establecer una relación profundamente emocional. Hay que esperar
hasta los filósofos presocráticos para los primeros mitos en los
que la naturaleza es ya un ello, un objeto que se puede manipular
para otros fines. Podríamos ordenar estos relatos según este eje a
partir de la relación que cada categoría tiene con el resto del
escenario universal80.
Así, los escenarios antropomórficos serán panantrópicos o
meroantrópicos, según el principio humano sea todo o parte,
mientras que en los escenarios ontoteológicos la relación es más
de jerarquía que de extensión o espacialidad, y tenemos escenarios
monistas o pluralistas. La jerarquía teológica con la creación se
expresa en tres posibles morfismos, el de infinitud, el automorfismo
y el isomorfismo, siendo el isomorfismo una variación de los
principios antropomórficos. Pero a pesar de que podemos establecer
relaciones más o menos inteligibles, el problema sigue siendo que
los objetos entre los que están definidas tales relaciones están
operando como categorías primitivas, y el hecho de que todos los
relatos míticos sean reducibles a estas dos, y que distintas
culturas hayan operado con ellas, muestra que pueden reducirse y
subordinarse una a otra sin ningún problema para la vida práctica,
lo que prueba que tomar una de ellas como primitiva con respecto a la
otra es arbitrario, y que cualquier análisis que adopte como
referente tan sólo categorías sobrenaturales da la espalda a la
evidencia antropológica de los mitos.
Por
otro lado, llama la atención el contenido biológico de estos
escenarios narrativos sobre los orígenes, lo que enfatiza el
componente natural de su pretendida sobrenaturalidad, y la necesidad
de ampliar el tratamiento de los mitos con la psicobiología. En el
caso de los mitos antropomórficos, andróginos o de pareja
primordial unida, observamos que las explicaciones sobre las acciones
del universo consideran un cuerpo humano gigante que se autofecunda y
autogenera, o que se desmiembra en dos o más partes, o que está ya
en un proceso de fecundación sexual, imágenes tomadas de la
experiencia animal más básica. Las mitologías ontoteológicas
muestran un contenido biológico análogo. Los dioses se originan
entre sí como los animales o los hombres, y guardan entre ellos
vínculos familiares abiertamente humanos. Incluso en los casos en
los que el mito de la creación está basado en la palabra, como el
de Ptah, esta es concebida como una variante del semen81,
lo que después será llamado logos spermatikos por los estoicos, la
semilla racional dispersa por el universo que es la causa de la
generación y cambio de las cosas, concepto análogo al Om hindú que
enciende la matriz universal o Prakriti82.
El mundo de los dioses marca el límite del conocimiento humano, es
la hipóstasis de nuestra ignorancia, a la que asignamos una forma de
orden, una inteligencia, cuya eficacia vital es incuestionable en
todos los ámbitos de la experiencia. La sacralización biológica
efectuada desde estos dos polos, con la tensión que entre ellos se
da en las distintas mitologías, ha proporcionado una representación
sencilla en la que pensar el cosmos y sobre la que construir una
identidad. En cuanto que estas ontologías han sido las bases para
las identidades grupales, es decir, han sido determinaciones
primitivas, sus elementos no han necesitado justificación, pues, al
contrario, eran la justificación de las demás cosas: los dioses,
los reyes, la ciudad, fundamentaban cualquier aspecto de la vida del
grupo o de la vida individual. Los humanos, los dioses y la
naturaleza son, para los mitos tradicionales, conceptos finales e
inamovibles, sustancias que no requieren una ulterior aclaración,
principios sobre los que se asienta el drama cósmico, ya sean unos u
otros los actores protagonistas. Lo mismo ocurre con el caos, o
vacío, o apeiron, ya sea concebido como una negación o como una
determinación primera de la que surgen los dioses o el principio
antropomórfico. Tanto en su variante ontoteológica como en la
ontoantropomórfica, esta aproximación exige un compromiso
ontológico esencialista: los mitos cuentan una historia cuyo
contenido es verdadero, relatan acciones que ocurrieron en un tiempo
primordial y fueron protagonizadas por seres divinos83.
No obstante, el análisis de sus ontologías muestra que tal
compromiso es superfluo, pues en las cosmogonías (y en general en
las narraciones míticas) encontramos operativas representaciones
biológicas muy claras con las que se ha construido un eje
humano-divino al que se le ha dotado de propiedades lingüísticas
hipostasiadas.
El
eje conceptual humano-divino sólo tiene sentido tomando lo humano
como referente y separando la representación de la fisis de la de
los dioses. No se trata entonces de una dicotomía doble yo-tú,
yo-ello, en relación a los dioses y el mundo, como la que plantearon
Feuerbach y Buber, pues este yo, como ha mostrado la epistemología
kantiana, y después el psicoanálisis, como también hicieran las
psicologías del budismo y el vedanta, no es una entidad estable y
unívocamente determinada, sino un proceso mimético de narración de
la comunidad con su entorno, como veremos. El mito como obra humana
es corolario inevitable de las ontologías naturalistas, desde las
elaboradas en la Antigüedad por atomistas, epicúreos y
confucionistas, hasta las elaboradas por la sociología, la economía,
y la antropología a partir del siglo XIX. En el mundo moderno, la
ciencia sociológica que desarrolla August Comte a partir de las
ideas de Hobbes, Condorcet y Montesquieu reinterpreta los mitos como
estadios primarios del desarrollo intelectual de la humanidad, lo que
equivale a declararlos errores necesarios de una infancia que muestra
predilección espontánea por problemas insolubles84.
Los positivismos posteriores, como el lógico85,
transformarán la calificación de insoluble por la de sinsentido,
relegando los mitos a una función meramente expresiva, como la
lírica o la música. La tónica dominante de estas teorías es la
del euhemerismo: la constatación de semejanzas entre el mundo de los
dioses y el de los hombres, y la postulación de que tal mímesis
tiene como modelo lo humano, siendo el mundo del mito una proyección.
Tesis euhemeristas las encontramos en la obra de Tylor86,
o en la de James Frazer, para quien magia, religión y ciencia no son
sino formas diversas de estructuras mentales, o teorías, que sirven
para explicar la fantasmagoría del universo87,
así como en las tesis posteriores del materialismo cultural que se
desarrollan a partir del materialismo dialéctico. Desde otros puntos
de vista psicosociológicos más críticos, como el de Nietzsche, los
mitos de las grandes religiones son el resultado de la valoración
nihilista de un tipo de hombre, el homo religiosus, cuyas carencias
psicológicas personales son proyectadas en la cosmovisión que
plantea, si bien, la fantasmagoría de los mitos es de la misma
especie apolínea que la de la ciencia, ya que cualquier forma de
conocimiento de la realidad conlleva su construcción
representacional88.
Desde estas perspectivas, no se niega la experiencia psicológica de
lo numinoso que hay en das Heilige, la experiencia de un otro
radical, sino que se adscribe a causas sociales, como igualmente es
el caso de Emile Durkheim, para quien la invención de las categorías
mitológicas obedece al fin de explicar la fuerza invisible, aunque
plenamente sentible, de la conciencia del grupo. El mundo que
representan las sociedades humanas expresa el sistema total de los
valores y conocimientos, y tal sistema no es sino la forma abstracta
del concepto de sociedad que maneja un grupo determinado89.
Los mitos, dentro de las tesis de Durkheim, serían formas
protocientíficas90
de expresar los conceptos que integran la conciencia de un colectivo
humano. La propuesta sociológica estudia los mitos a partir de la
funcionalidad social, y no sólo ya desde un punto de vista humano
general, sino desde la acción comunicativa que funda la unidad de
los grupos sociales. Dentro de esta tendencia se encuentra el
pensamiento de Habermas, para quien el mito, como para algunos de los
pensadores de la antropología estructuralista91,
es Lebenswelt92.
Podemos, entonces, caracterizar los mitos a partir de unas
estructuras epistemológicas basadas en la homología y la
heterogeneidad, cuya distinción categorial entre lo animado y lo
inanimado es borrosa, y que confunde entre acción teleológica y
acción comunicativa, entre el mundo natural y el mundo social93.
Las tesis de Habermas se inscriben dentro de una teoría general de
la racionalidad basada en el concepto de Max Weber de proceso
universal de desencantamiento que se produce en la historia de las
grandes religiones, del cual surge la estructura de la conciencia
humana moderna. Bajo este punto de vista, los mitos expresan formas
de racionalidad arcaica dentro del proceso humano de progresivo
desarrollo de la racionalidad, lo que supone una transformación de
las tesis que acusaban a los mitos de mero error fruto de la
irracionalidad.
En
las últimas seis o siete décadas, hemos completado el cuadro de
todas las mitologías, el cual, aunque para el hombre religioso no
representa más que los comentarios profanos de la filosofía que
nada dicen sobre el contenido sagrado, nos muestra una imagen
conceptual perfectamente teorizable y comprensible, con un número
finito de elementos y de relaciones de distinta complejidad, acabando
con muchas mistificaciones que brotaban espontáneamente de la
ignorancia. El conjunto de las mitologías humanas relativiza cada
una de ellas por separado, al mostrar como comunes ideas que se
consideraban únicas, al generalizar, comparar y exponer a la luz del
intelecto todo aquello que vivía en la atmósfera de los misterios,
del aura del santuario. La supuesta sabiduría secreta ha sido
desvelada, y allí la filosofía ha encontrado humanidad pensante y
humanidad automática, catálogos de errores y algunos logros, el
mayor de los cuales, el haber llegado hasta aquí, ha sido a costa de
un alto precio de violencia y salvajismo. Por otro lado, las
semejanzas de los ritos, los mitos y los dioses, su característica
esfera y la ubicuidad del fenómeno religioso, han sugerido, a
quienes ya partían de ontologías sobrenaturales, la posibilidad de
una religión universal de la que todas las religiones humanas no
fueran sino versiones mal acabadas. Este inevitable rebrote
ontoteológico94
fue la tesis desarrollada por un buen número de autores integrado en
el llamado Grupo Eranos, influyente en el mundo académico tras la
Segunda Guerra Mundial95.
La propuesta no es estrictamente neoplatónica, ya que se habla de un
progresivo despliegue histórico de la conciencia humana de un ser
supremo, de un Dios de dioses que se ha mostrado en una teogonía que
sigue unas leyes necesarias, por lo que quizá podríamos
caracterizarla como un idealismo historicista de corte schellingiano
y hegeliano. La idea de un tema común y sus variaciones implica una
composición conjunta de la obra mitológica transcendental, una
articulación de un conjunto conforme a un plan que, obviamente,
nadie conocía por separado, pues los pueblos y las culturas han
actuado históricamente conforme a la problemática particular con la
que se encontraban en su decurso vital. Por otro lado, la tesis
también implica que no hay ni dioses falsos, ni religiones falsas,
sino que los diferentes estadios mitológicos han sido
configuraciones necesarias que han conducido, conforme a un
despliegue perfectamente organizado, a la idea de un paradigma
transcendental. En estos dos sentidos, además de su ascendencia
hegeliana, es una tesis que continúa directamente la doctrina que
presentara Schelling en su Filosofía de la mitología, donde
sostiene que las ideas mitológicas, ni son inventadas, ni
voluntariamente aceptadas por los pueblos y los individuos, ya que
estos son meros instrumentos de un proceso teogónico que no perciben
en su conjunto, y al que sirven sin entenderlo96.
Las
teorías mitológicas que parten de seres sobrenaturales
(irracionalistas o racionalistas97)
no sólo están cargadas de contradicciones epistemológicas, sino
que relegan al ser humano al papel de una marioneta cósmica en las
manos de no sabemos qué y con qué propósitos. Un cosmos así de
cruel y manipulador sería una pesadilla teológica mal hecha que
iría contra la misma idea de Ser Supremo inteligente. Estas ideas
transcendentales antinómicas se apoyan en revelaciones sancionadas
por la fuerza humana, es decir, su aceptación descansa en última
instancia en un acto de fe, impuesto socialmente, con respecto a
postulados ontoteológicos. Curiosamente, es al ser fundamentadas
sobre la fuerza de la autoridad cuando tales ideas se hacen
inteligibles como principios regulativos de una comunidad y alcanzan
un sentido. Sólo como determinante de las relaciones sociales pueden
las ideas transcendentales formar parte del Lebenswelt, y tan sólo
en relación a ese mundo acrítico, aunque estructurado en torno a
acciones económicas, comprendemos el carácter numinoso, de
extrañamiento e ignorancia con respecto a sí mismo, que tiene la
vida social humana, inmersa en las incertidumbres de su
supervivencia.
La
igualdad de los temas míticos, los llamados mitologemas, y la
ubicuidad de un ámbito característico de la experiencia religiosa,
no admite únicamente una explicación esencialista de corte
platónico-schellingiano, de hecho, puede dársele una explicación
más sencilla. Los patrones comunes a las diferentes mitologías, ya
sean los de árboles y/o montañas sagradas que unen supuestos
niveles de existencia, los viajes al submundo en busca de la
inmortalidad, los nacimientos divinos de los héroes que destruyen
los monstruos que amenazan a la comunidad, no implican la existencia
de estructuras arquetípicas que se actualizan en diferentes
mitologías. Los arquetipos mitológicos pueden tener un origen mucho
más biológico y local, son formas necesarias de nuestra percepción
y procesamiento mental, tienen que ver con nuestra propia estructura
como seres celulares y no con estructuras atemporales forjadas en una
mente no humana. Las similitudes entre mitologías se deben a que en
cualquier parte del mundo, las acciones biológicas humanas son las
mismas, y el mantenimiento de la vida en cualquier comunidad requiere
acciones similares, aunque las maneras en las que se llevan a cabo
puedan ser diferentes. Tales variaciones no lo son de un tema
esencial, sino de un tema vital no prefigurado en ninguna parte, que
se encuentra en cambio continuo en las acciones que la vida animal y
vegetal realiza desde antes de nuestra aparición como especie.
Por
otro lado, la aproximación ontológica exclusiva no proporciona una
explicación económica clara del mito, ni de la vida de la sociedad
en la que se da, carencia esta suficiente como para rechazar las
explicaciones basadas en estos principios. Las cadenas causales
económicas explicativas son difícilmente coordinables con las
ontoteológicas o con las ontoantropológicas sagradas. Los
escenarios en los que la explicación conjunta es coordinable son los
de determinación funcional o económica fundamental, como el caso de
Maui, Prometeo y dioses similares (mitos que hablan de antepasados
civilizadores), o sea, cuando la acción económica terrestre no es
una mera manifestación de un principio extramundano o simplemente
de la caprichosa e incomprensible voluntad de un dios que mejora o
empeora nuestra forma de vida. Así, cuando el dios polinesio Maui
inventa el anzuelo, la explicación es simple y clara. El mito da un
origen para la actividad económica, y la determina de manera precisa
dentro de la actividad de la comunidad, extendiendo la astucia del
héroe a todos los pescadores. La actividad económica ordinaria de
la pesca es reafirmada con la historia, a la par que el antepasado
Maui, quien es divino por la inteligencia que mostró en su acción,
divinidad que hereda todo aquel que lanza el anzuelo. Y algo similar
ocurre con todos los dioses-héroes civilizadores. Sin embargo,
cuando el principio económico es extramundano, como cuando el pueblo
de Israel recibe el maná en el desierto, o como cuando Krishna
explica a Arjuna en el Ghita que la guerra en la que no quiere entrar
no es más que una imitación repetitiva y vacía de unos principios
extrahumanos, el resultado explicativo es incoherente con la vida
económica de la comunidad.
Nuestra
humanidad sólo es comprensible integrada en el fenómeno de la vida,
y este fenómeno es nuestro referente final. Conforme a las
estimaciones actuales –los mitos que ha elaborado la ciencia
moderna- la biopoiesis es un proceso que comenzó hace unos 3900-3500
millones de años, en unas circunstancias planetarias específicas, y
que se explica a partir de los relatos científicos de la evolución,
la teoría biológica, y el resto de las ciencias que proceden
mediante inferencias lógicas a partir de datos empíricos. Con ello,
no quiero decir que esta sea la aproximación epistemológica final y
definitiva (un concepto así no tiene sentido) al fenómeno de la
vida y del ser humano, aunque sí sostengo que este método es el
resultado actual de un refinamiento intelectivo racional que se
inició antes que nuestra propia especie, y como tal es válido
mientras se utilice de manera crítica, relativizando los conceptos
universales y dándoles un contenido humano. La búsqueda de un
sistema neutral de fórmulas desprovisto de la carga de los lenguajes
históricos, tal como la proponía el positivismo lógico de hace
cien años, ha sido comprendida como una quimera que ni siquiera se
ajusta a la manera de proceder de la ciencia. El relativismo
ontológico de Quine, la teoría de los paradigmas científicos de
Kuhn, la teoría crítica social de la Escuela de Frankfurt, y los
diversos paradigmas de ciencia social surgidos a partir de las
propuestas post-estructuralistas, echaron por tierra las pretensiones
largamente entretenidas por la ciencia y la filosofía occidental de
la creación de un sistema total de conceptos desde el que abordar la
existencia humana. No por ello parece sensato renunciar a un
pensamiento general que, tomando como base constructiva el camino
hasta aquí recorrido, critique las posibilidades de un sistema así
con las herramientas de una ciencia que no viene de los dioses. Si
algo muestra la acción social derivada de las mitologías del mundo
es el condicionamiento acrítico que las ideologías han ejercido y
ejercen de manera tiránica sobre nuestras formas de vida, las
inercias y los errores acumulados de maneras supersticiosas, todo
esto mano a mano con los principios que producen orden y prosperidad
vital efectivos.
El
sentido de la vida del ser humano no estaba dado ab initio, como
prueba el hecho de que hemos ido transformando nuestras ideas al
respecto y hemos sido capaces de vivir a partir de ellas. La tensión
evolutiva de nuestra inteligencia es palpable en los cambios habidos
en las determinaciones mitológicas. No es la misma determinación la
que sostiene que el ser humano fue creado por los altivos dioses de
Babilonia, como esclavo a su servicio, que la que permite el
desarrollo del ciudadano libre de Atenas, controlador de su entorno
político, y que, al menos como proyecto, intenta alcanzar la
excelencia en alguna actividad plenamente humana. No es la misma idea
la que nos presenta al ser humano como gusano miserable y pecador, y
que es juzgado y condenado por un dios enfadado meramente por poseer
una naturaleza que, para empezar, fue creada por el juez que le
condena, que la idea plasmada, tras muchos esfuerzos, en la
Declaración de Derechos Humanos de 1948, con todas sus limitaciones.
Asimismo, los conceptos de dios, naturaleza y caos, son hoy distintos
a los que fueron hace 500 años, y los de entonces a los de hace 4000
años. Si aspiramos a comprender los mitos, tendremos que comprender
las estructuras sociales en las que están integrados, a las que
sustentan y de las que reciben sus formas particulares, y esto no
puede hacerse sin definir primero unas bases psicológicas.
1Las
mitologías tradicionales cuyos relatos sobre los orígenes he
examinado son las de: Sumeria, Acadia, Babilonia, Egipto
(Heliópolis, Tebas, Menphis, Ogdóada de Hermópolis), Hitita,
Cananita, Fenicia, Frigia, Iranias, Judía (tradicional y cábala),
Cristiana, Islam (sunita y chiita), Creta, Griega (Olímpica y
Órfica), Romana, Helenísticas, Celta, Nórdica, Geto-Dacia,
Fino-Ugria, Eslava, China (tradicional y Tao), Budismos (indio,
chino, zen), Jainismo, Hinduismo (Veda, Brahmanismo, Vishnuismo),
Shinto, Coreana, Vietnamita, Turco-mongolas, Nahua, Maya, Quéchua,
Navaho, Pueblo, Iroquois, Cherokee, Choctaw, Kwakiutl, Inuit, Pies
Negros, Muisca, Guaraní, Mapuche, Yoruba, Masai, Bushongo, Batusi,
Australianas, Melanesias y Polinesias. Este es el grupo principal
del que he obtenido los datos mitológicos que manejo en este libro,
extraídos de diversas fuentes mitológicas que aparecen en la
bibliografía.
2Como
ejemplos de lo que sería una larga lista: Apsu y Tiamat, y el rey
Kingu que les ayuda contra Marduk (Sumeria-Acadia-Babilonia), Vrta
(India) enemiga de Indra, Tifón antagonista de Zeus (Grecia),
Caicai Vilú que lucha contra Trentren (Mapuche), o las luchas del
mítico Yao con los dragones de las aguas.
3The
Hymns of
Rigveda.
Canto 90. Motilal Banarsidas Publishers. Private Limited. Delhi.
1999. P.p. 602-603.
4En
el Shahname
de Ferdusi es citado como el primer rey humano. Véase también,
Mircea Eliade. A
History of Religious Ideas.
(3 Vol.) Translation Willard R. Trask. University of Chicago Press.
1978. Vol.II. p.268.
5Véase
Heinrich Zimmer, Philosophies
of India.
Princeton University Press. Princeton 1989. p.p.241-248.
6Véase
el mito en G.Grey, Polynesian
Mythology.
Whitcombe and Tombs. Christchurch (NZ). 1956.
7Como
muestra el relieve del Templo Mayor de Tenotchtitlan en el que
aparece el mito.
8Véase
Linda Manzanilla, Construction
of Underworld in Central Mexico.
En Carrasco, David; Jones, Lindsay; Sessions, Scot. Editors.
Mesoamerica´s
Classic Heritage: from Teotihuacan to the Aztecs.
The University Press of Colorado. Boulder 2002. P.p. 98-99.
9Véase
el mito en la obra de Antonio de la Calancha, Crónica
moralizada del orden de San Agustín en Perú.
C.S.I.C. Madrid. 1972.
10Véase
el mito en la version de Douglas M. George-kanentiio, Skywoman:
Legends of the Iroquois. Clear
Light Books. 1995. Santa Fé. New Mexico.
11Cf.
Gladys A. Reichard, Navaho
Religion: A Study of Symbolism.
Princeton University Press. Princeton, N.J. 1990. p.20.
12Véase
el mito de la destrucción de Obatalá en la obra de Ngangar Mbitu y
Ranchor Prime, Essential
African Mythology.
Thorsons. San Francisco (California). 1997.
13El
mito es recogido por primera vez en el período de los Tres Reinos
(220-280-d.c). Hay una traducción de The
Ancient Miao Song
en Wu Xiaodong. The
Rhinoceros Totem and Pangu Myth: An Exploration of the Archetype of
Pangu.
Oral Tradition, 16/2 (2001): p.p.364-380.Web.
14Edward
Werner hizo un análisis de los paralelismos de estos dos mitos en
Myths
and Legends of China
(1922). En Sacred-Texts. com.Web. Véase la Bibliografía
(nota 1) para protocolo de notas a pie de página que empleo en
Mitopoética.
15Véase
la referencia hecha más arriba al Rigveda.
16Como
relata la Völuspá
del Codex
Regius
islandés. Los textos se encuentran en Septentrionalia.net.Web.
17Por
morfismo entiendo la determinación de una relación que vincula dos
estructuras, y por estructura entiendo la síntesis ordenada de una
pluralidad de representaciones.
18Esta
es la postura de Santo Tomás de Aquino, y con él, de la Iglesia
Católica. La
semejanza que está cifrada en que dos seres participan algo que es
uno, o que el uno tenga una aptitud para el otro, en virtud de la
cual el entendimiento puede venir en conocimiento de uno por el
otro, disminuye la distancia, pero no la semejanza que se cifra en
la cifra en la conveniencia de proporciones o relaciones, pues tal
género de semejanza se encuentra lo mismo en los que distan mucho
que en los que distan poco: no es mayor la semejanza que se da entre
dos y uno, y seis y tres, que la que se da entre dos y uno, y cien y
cincuenta. Por tanto, la infinita distancia que se da entre la
creatura y Dios, no impide la semejanza mencionada.
Santo Tomás de Aquino. Sobre
la verdad.Cuest.2.Art.11.
En Los
filósofos medievales.
Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid. 1979.p.285.
19Véanse
los comentarios de Sankara a los Brahma
Sutras.
Ed. Swami Vireswarananda. Advainta Ashrama. Kolkata. 2001. También
el Ghita
(18.61) había proclamado esa unidad.
20Véanse
la Leyenda
de Creación
zoroástrica y los Gathas,
especialmente el Gatha
Ahunavaiti,
el de la libertad individual en The
Gathas of Zarathustra.
Maping Publishing. Ahmedabad. India. 1999.También hay una propuesta
análoga en el Bhagavad
Ghita.
21También
en el Libro
del Zohar
y en otros libros de la tradición cabalística.
22Véase
de Ibn Arabi el Tratado
de la unidad.
Trad. Roberto Pla. Ed. Sirio. Málaga.1987. Estas declaraciones
fueron fuente de muchos problemas para los que las apoyaban.
23Attar,
Hafiz, Nizami, Rumi (escribe en persa), Sanai, etc.
24Como
se lee en la Shabaka
Stone
del Britisn Museum (Number 4.98). Texto en Miriam Lichtheim, Ancient
Egyptian Literature: Voume I: The Old and Middle Kingdoms.
University of California Press. Berkeley, Los Angeles, London. 1975.
p.p.51-57.
25Véase
Robert A. Armour. Gods
and
Myths
of Ancient Egypt.
The American University in Cairo Press. Cairo 1989.p.154.
26Seis
ideas abstractas (consideradas arcángeles) que intervienen en la
creación y la actividad del mundo.
27Véase
la Leyenda
de Gaush Urva
(La
historia de la creación)
en The
Gathas of Zarathushtra.
Mapin Publishing. Ahmedabad. India 1999. p.p.63-70.
28Véase
lo que se dice en el Mandukya
Upanishad
(1-12) y el Chandogya
Upanishad
( I.i.1-2, 5), en la edición citada de Sarvepalli Radakrihsnan de
Indian
Philosophy.
29En
Popol
Vuh.
Véase la traducción literal de Allen J. Christenson. Líneas
21-24. Mesoweb Publications.
Web.
30Véase
el mito de Chiminichagua en Javier Ocampo López, Mitos
y leyendas latinoamericanas.
Plaza y Janés. Bogotá. 2006.
31Véase
la descripción del Dreamtime
en Mudrooroo Nyoongah, Aboriginal
Mythology.
Thorsons. London. 1994.
32En
el hinduismo, mazdeísmo, la religión hitita o la religión griega.
Es curioso observar que la posición entre los dioses del bien y del
mal se encuentra invertida en el caso de hinduismo y mazdeísmo: en
Irán, los Asuras védicos son los dioses de la luz.
33Véanse
los mitos fenicios en The
Theology of the Phoenicians
de Sanchoniatho. Sacred-texts.com. Web.
34En
el poema que relata la historia de Baal y Anath, en el que se relata
la victoria sobre el dragón caótico Lotan. Véase el Poem
of Baal and Anath.
En The
Ancient Near East.
The
Ancient Near East: A New Anthology of Texts and Pictures.
Vol.I Princeton University Press. Princeton, 1973.
35Véase
el mito de Sa y Alatangana: una historia Kono. En Essential
African Mythology.
Thorsons- Harper Collins. Glasgow. 1997. p.p.2-6.
36Mito
recogido en las tablillas XVII y XVIII de la excavación de Nippur.
Sacred-texts.com. Web.
37Como
recogen múltiples himnos del Rigveda.
38Véanse
las Leyendas
nativas argentinas de la Patagonia,
de Horacio Soldano. Editorial Dunken. Buenos Aires.2006.
39Véase
Apolodoro, Biblioteca
Mitológica.
Alianza Editorial. Madrid. 1993.
40Véanse
los Historical
Records,
Chapter 2 de Ssu-Ma-Chien. Trad. Herbert J. Allen.
Sacred-texts.com.Web. Véanse también en Ibid., The
Books of Yü.
41El
mito de la creación de Ra o Khepera aparece en el papiro 10,188 del
British Museum. Sacred-texts.com. Web.
42Robert
A. Armour, informa sobre un poema preservado en un papiro antiguo,
sin especificar, en el que se relata el mito de la creación de
Hermópolis. La mitología hermopolitana es conocida a partir de
documentos cronológicamente muy posteriores. Véase el comentario
de Armour en en Gods
and Myths of Ancient Egypt.
Ed.Cit.p.p.153-154.
43Véanse
los mitos fenicios en The
Theology of the Phoenicians
de Sanchoniatho. Ed. Cit.
44Como
nos cuentan Hesíodo, Apolodoro y otros autores. Véase Theogony.
Translated by Hugh G. Evelyn-Whyte.Harvard University Press and
William Heinemann. Cambridge (Mass.) and London. 1982. O en la
Biblioteca
mitológica de
Apolodoro. Ed. Cit.
45Véase
la traducción de Wing Tsit Chan del Tao-Te
Ching
en A
Source Book in Chinese Philosophy.
Princeton Univeristy Press. Princeton (N.J.). 1973. P.p. 139-176.
46Véase
el ensayo de Michael Walter en The
Journal of the Tibetan Society,
donde publica algunos tantras pertenecientes a los Collected
Tantras of Bon,
publicados previamente en Ed. Dolanji. India. 1972. El concepto de
vacío vinculado al de realidad interior está en los capítulos 3 y
4. Véase himalayasocanth.cam.ac.uk.
Web
47Como
leemos al principio del Kojiki.
Véase la traducción de Bill Hall Chamberlain en Sacred-texts.com.
Web.
48Miguel
León- Portilla ofrece una relación de las fuentes de este mito en
códices y monumentos. Véase La
filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes.
U.N.A.M. México.1966. 100n-101n.
49Véase
la compilación y edición del mito de creación que hizo en 1936
Mary Russell F. Colton, recogida en Sacred-texts.com. Web.
50Recogido
en una narración de Maryanne Mungatopi de 1998, en
Aboriginalartonline. Web. Mudrooroo Nyoongah en su libro Aboriginal
Mythology
extiende el relato también a la mayor parte de las comunidades
australianas, como parte de los mitos de los mitos del Dream
Time.
51Como
sostienen los cabalistas Azriel y Jacob ben Shesheth. Véase Gershom
Scholem, Origins
of Kabbalah.
Trans. R.J. Zwi Werblosky. Princeton University Press. Princeton.
N.J. 1990.
52Véase
el análisis de Sankara sobre la diferencia entre Saguna Brahman, o
la divinidad con atributos y Nirguna Brahman, el Absoluto sin
atributos. En Brahma
Sutras.
Ed. Swami Vireswarananda. Advainta Ashrama. Kolkata. 2001.
53Tras
la caída de la dinastía Han, en un período de guerras continuas,
inundaciones y sequías que favoreció filosofías nihilistas. Véase
Neotaoism
en Wing-Tsit, Chan, Editor. A
Source Book in Chinese Philosophy.
Princeton Univeristy Press. Princeton (N.J.). 1973. p.p. 314-335.
54Una
relación del mito en estas tradiciones orales se encuentra en
Nativeslanguages.org. Web.
55Una
traducción del mito eslavo al inglés, Songs
of the Bird Gamayun,
se encuentra en Russophilia.wordpress.com. Web.
56Sobre
los mitos de los Yukaghir véase Arctic-megapedia.ru.
Web.
57En
los Brahmana
Puranas.
I.i.5. 1-9. Archive.org.
Web.
58Véanse
los comentarios y referencias de Mircea Eliade sobre el tema para
los mito fino-ugrios y turcomongoles, en A
History of Religious Ideas.
#244. Vol. Ed. Cit. p.p. 8-11.
59Como
cuenta el mito en las columnas y muros del templo de Esna (Egipto)
dedicado a Khnum-Ra. Véase Jochen Hallof. Esna.
UCLA Department of Egyptology. Department of Near Eastern Languages.
And Cultures. U.C. Los Angeles. p.6. Web.
60Como
cuentan oralmente los Choctaw que aún viven en Mississippi.
Recogidos en varias páginas de internet en las que los diferentes
grupos nativos americanos mantienen sus tradiciones. Véase, por
ejemplo, Indianlegend.
com. Web.
61Como
Narciso Colman relató en su poema en guaraní, Nuestros
antepasados (1937),
reeditado por Editorial El Lector, Asunción Paraguay. 2009. Web.
62Véase
el mito en Obatalá en la obra de Ngangar Mbitu y Ranchor Prime,
Essential
African Mythology.
Thorsons. San Francisco. 1997.
63Véase
la referencia en nota 65.
64Como
atestigua Sanchoniatho en The
Theology of the Phoenicians.
Sacred-texts.com. Web.
65Cf.
Walter E. A. van Beek et al. Dogon
Restudied: A Field Evaluation of the Work of Marcel Griaule [and
Comments and Replies]
p.140. Current Anthropology. Vol. 32. Number 2. April, 1991. The
University of Chicago Press. Web.
66El
mito está recogido en los Orphicorum
Fragmenta,
compuesta por fragmentos que se encuentran en distintos autores,
Proclo, Aristocrito el Maniqueo, et. Véanse las traducciones y
referencias que da W.K.C. Guthrie, así como el estudio de las
diferentes versiones del mito de la creación en Orpheus
and the Greek Religion
(Princeton University Press. Princeton. 1993. p.p. 81 y s.s.).
67Hay
una traducción del texto al inglés de Dan Martin en Mandala
Cosmogony: Human Body Good Thought and the Revelation of the Secret
Mother Tantras of Bon.
Harrassowitz Verlag. Wiesbaden. 1994. p.23.
68El
mito oral del Dragón y el Hada que pone 100 huevos, fue escrito por
primera vez en el siglo XV. Traducción en inglés de Nguyen Ngoc
Binh Vietnam:
Essays on History, Culture, and Society.
Artículo para Asia Society. p.p. 61-77. 1985. Web.
69Véase
el Rigveda.
Himno 121 del Mandala 10. También aparece el tema en el Chandogya
Upanishad
(III.XIX. 1-4) Véase edición de Sarvepalli Radhakrishnan y Charles
A. Moore, Eds.
En
A
Sourcebook in Indian Philosophy.
Ed.Cit.
70Véase
Elías Lönnrot. Kalevala.
Canto I. Alianza Editorial. Madrid. 2010. p.p. 52-58.
71Véase
el poema del mito traducido por Ülo Valk en Ex
Ovo Omnia: Where Does the Balto-Finnic Cosmogony Originate? The
Etiology of an Etiology.
Oral Tradition, 15/1 (2000). p.p. 145-158. Web.
72El
mito de los hermanos Ayar aparece en los Comentarios
Reales
del Inca Garcilaso (Libro III.25) (Véase la edición Comentarios
Reales.
Editorial Porrúa. México. 1990.) además de en la tradición oral,
y en la cerámica y arquitectura.
73El
mito aparece en el Manuscrito
de Tovar
(1585), en el que encontramos una historia ilustradada de los
aztecas. Véase un análisis arqueológico del simbolismo mexicano
de las cuevas en Doris Heyden, From
Teotihuacan to Tenochtitlan.
En Messoamerica´s
Classical Heritage.
Editors: David Carrasco, Lindsay Jones, Scott Sessions. Ed. Cit.
p.p. 174.
74Véase
Robert A. Armour. Gods and Myths
of Ancient Egypt.
Ed. Cit.p.p.15-30.
75La
Canción de Ulikummi,
se ha preservado en fragmentos en distintas tablillas. Hay una
traducción de estas hecha por Hans Gustav Guterbok: The
Song of Ullikummi Revised Text of the Hittite Version of a Hurrian
Myth.
Journal of Cuneiform Studies, Vol. 5, No. 4 (1951), p.p. 135-161.
The American Schools of Oriental Research. Web.
76Como
nos cuenta Hesíodo en la Teogonía.
77Cf.
Roland B. Dixon, Oceanic
Mythology
(1916). Part II. Chapter 1. Sacred-texts.com. Web.
78Véase
Popol
Vuh.
Ed. Cit. líneas 2300-2360.
79La
relación Yo-Tú
como fundamento de la experiencia religiosa fue tratada por primera
vez por Ludwig Feuerbach en Principles
of the Philosophy of the Future.
#59-61. Hackett Publishing Company. Indianapolis. Indiana. 1986. Y
posteriormente ampliada por Martin Bubber. I
and Thou.
Trans. Walter Kaufmann. Charles Scribner's Sons. New York 1970.
80Véase
Apéndice A.
81Recuérdese
que en el mito de la creación de Heliópolis, Atón crea la Enéada
de dioses en una masturbación inspirada por las palabras de Ptah.
(Véase Robert A. Armour. Gods
and Myths of Ancient Egypt.
Ed. Cit. p.123)
82Véase
el capítulo siete de Bhagavad
Ghita:
El
Ser Supremo y el Mundo.
(Brahman y Prakriti). En Indian
Phylosophy.
Ed. Cit. p.p.126-134. El Ghita
sincretiza en esta doctrina las más antiguas del samkya sobre
Prakriti y Purusha (Fisis
y Sujeto), y la de Upanishads
de la identidad del ser individual y el universal, Atman es Brahman,
y Brahman es Om, una forma mental-seminal autoexistente.
83Cf.
Eliade. Mito
y Realidad.
Ed. Labor. Barcelona. 1992. p. 12.
84Desde
este punto de vista, el desarrollo humano consta de tres estados,
teológico, metafísico y positivo. El primero de ellos se subdivide
a su vez en fetichismo, politeísmo y monoteísmo. Véase el
comentario de Comte al estado teológico o ficticio en Discurso
sobre el espíritu positivo.
Traducción Consuelo Berges. Sarpe. Madrid.1984. p.p.27-28.
85Véase
Rudolf Carnap, The
Rejection of Metaphysics,
en Morris Weitz, Editor. Twentieth
Century Philosophy: The Analitic Tradition.
The Free Press. New York. 1966.
86Véase
Edward B. Tylor. Primitive
Culture.
Harper Torch Books. New York. 1958. p.334.
87Cf.
Sir James Frazer. The
Golden Bough.
Collier Books. New York. 1963. p.p. 825-826.
88Aunque
estas ideas nietzscheanas se encuentran a lo largo de casi toda su
obra, véase como ejemplo Critique
of the Highest Values Hitherto.
En The
Will to Power.
Vintage Books. New York 1968.p.85 y s.s.
89Véase
la Conclusión
(IV) de Las
formas elementales de la vida religiosa.
Ed. Cit.
90Entendiendo
protocientífico
como saber anterior a la ciencia moderna, un tipo de saber
simbólicamente primario.
91En
particular sigue las directices de Lévi-Strauss y M. Godelier.
Véase Jürgen Habermas. Teoría
de la acción comunicativa.
Trad. Manuel Jiménez Redondo. Editorial Trotta. Madrid. 2010. p.
74.
92Expresión
de Husserl: mundo
de la vida.
Véase The
Crisis of European Sciences and Transcendental Phenomenology.
Trans. David Carr. Northwestern University Press. Evanston
(Illinois). 1970. La trataré más a fondo en la Parte III del libro
(Capítulo 2.3). De momento baste saber que es el conocimiento o
saber que comparten de manera aproblemática los individuos de una
comunidad, es el mundo de lo que damos por supuesto, aún no
tematizado para el pensamiento.
93Habermas.
Op.Cit.. p.p. 74-79.
94Inevitable,
debido a que la práctica ideológica general de la humanidad sigue
siendo ontoteológica.
95Carl
Jung, Mircea Eliade, Heinrich Zimmer, Karl Kerenyi, Martin Buber,
Dasetz Suzuki, Walter Wili, Ernst Benz, Henry Corbin, Joseph
Campbell, Erich Neumann, y la larga lista de autores que engloba el
llamado Grupo Eranos.
96Cf.
Friedrich Wilhelm Joseph Schelling. Philosophy
of Mythology.
XI. Citado en Ernst Benz, Theogony
and the Transformation of Man in Friedrich Wilhelm Joseph Schelling.
p.p. 217. Man
and Transformation. Papers from the Eranos Year Books.
Princeton University Press. Princeton (N.J.). 1980
97Podríamos
añadir teorías mixtas como las que Otto plantea, que han servido
como fundamento para la práctica psicoanalítica jungiana y para
las teorías mitológicas del Grupo Eranos.
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