Un
candidato a referente conceptual que nos aclare la posición de la
mitología en relación a la religión y la metafísica sería el de
lo sagrado, das Heilige1,
presente en estos tres campos. Sin embargo, los intentos por
comprender la mitología tomando como fundamento categorías
sobrenaturales, no sólo das Heilige, sino la misma idea de los
dioses, o la de alma, tan sólo han servido para exponer las
contradicciones conceptuales que se derivan de ellas. Un ejemplo lo
tenemos en la teoría animista de Tylor, problemática en dos puntos
epistemológicos2.
Según Tylor, la idea de alma es el resultado de la confusión de las
experiencias objetivas y subjetivas en el pensamiento de las
sociedades arcaicas3,
confusión que lleva a mezclar e intercambiar el mundo onírico y el
de la experiencia ordinaria. El concepto fundamental de la teoría es
entonces un error, lo que nos forzaría a descartar los mitos también
como un error, acabando ahí la investigación. Por otra parte, decir
que los mitos son un error no explica los evidentes éxitos y
ventajas obtenidos por las comunidades humanas con su uso, o sea, se
trata de una teoría sin validez explicativa. El segundo problema
proviene no ya de la caracterización específica que hagamos del
concepto de alma a partir del mundo de los sueños, sino del propio
concepto general, que como ya mostró Kant, es un paralogismo de la
razón en el que difícilmente podríamos basar una caracterización
consistente de la mitología. Las argumentaciones kantianas, aunque
basadas en categorías cuya pretendida validez transcendental es
indemostrable, son consistentes en cuanto a la invalidez de la
universalización de un enunciado existencial: ni se puede mostrar
que el alma es sustancia, ni que es simple, ni que es inmortal, pues
el yo (yo pienso) tiene contenido empírico, y de él no podríamos
deducir nada transcendental (necesario), es decir, de validez
universal4.
Aunque la psicología racional tiene validez para decirnos lo que no
es el alma, a partir de su definición como concepto y de las
relaciones lógicas generales que gobiernan la forma de todo
pensamiento –de lo particular no se puede deducir lo universal-,
nada puede decirnos sobre lo que es, ya que el conocimiento positivo
de algo físico implica la experiencia. La psicología racional, que
Kant consideraba una manera de asegurar al sujeto pensante de los
peligros del materialismo, presupone un reino de lo transcendental
que no es sino una valoración ontológica final que cierra la
posibilidad de explicaciones antropológicas de la psicología, lo
que, bajo mi punto de vista, descarta su validez en el conocimiento
tanto de la constitución del sujeto como de sus acciones
mitológicas. Por otro lado, no sólo la idea de alma es un
paralogismo, sino que la misma idea de das Heilige, al remitir a un
ser necesario, produce razonamientos antinómicos5.
El
concepto de das Heilige como algo misterioso e irracional, aunque
está en la base de todas las narraciones mitológicas y de la
experiencia religiosa, fue perfilado teológicamente por Rudolf
Otto, y luego retomado por Mircea Eliade en sus textos de filosofía
de la religión6.
La obra de Otto intenta fundamentar la religión sobre la
epistemología kantiana, fundiendo la construcción racional de la
primera y segunda Críticas con la teoría del genio de la tercera.
El concepto aglutinador será, precisamente, das Heilige considerado
como categoría a priori, con el componente adicional de poseer, a
simultáneo, una doble propiedad racional y no-racional7.
La racional se debe a su dimensión transcendental, a priori,
independiente de la experiencia, que permite un conocimiento
filosófico de la realidad a la que apunta. La irracional es una
propiedad de la experiencia religiosa más intuitiva y espontánea,
la de los profetas y los genios. La propiedad doble contradictoria de
das Heilige supone ya un serio problema epistemológico, resuelto
mediante la tesis de que se trata de una categoría a priori, un
concepto puro del entendimiento que de forma transcendental se
encuentra en el sujeto sin estar condicionado por la experiencia8.
Pero esta tesis ottiana contradice el edificio epistemológico
kantiano que pretende ser su justificación, pues los conceptos puros
del entendimiento no pueden ser complejos, ya que ello implicaría
que son analizables y derivables a partir de otros más básicos, lo
que contradice la definición kantiana de categoría. Podríamos
pensar que das Heilige es un concepto derivativo puro9,
pero ello haría que no fuera central en el conocimiento y
experiencia del mundo, lo que contradice la tesis que el libro de
Otto ofrece en su conjunto, así como expresamente una de las
caracterizaciones que Otto hace de das Heilige como una capacidad
original e inderivable de la mente10.
Las
inconsistencias argumentativas de Otto no quedan soslayadas por la
mera inclusión de una dimensión no-racional desde la que se puede
justificar cualquier cosa. Las inconsistencias se producen al
mantener una idea de divinidad compleja y querer hacer de una idea
así una categoría. Pero incluso una tesis que expresara das
Heilige como una categoría simple, digamos, la categoría de
cantidad de la unidad, se encontraría con dificultades
epistemológicas similares utilizando el sistema kantiano. Se trata
de las dificultades que toda la filosofía racional tiene, ya desde
los idealismos griegos, para vincular una esfera puramente
intelectiva e ideal, transcendental, con el mundo de la experiencia.
Kant intentó interponer entre esa esfera sutil ajena al mundo y el
propio mundo, el aparato de una lógica transcendental, sostenida
sobre las intuiciones puras del espacio y el tiempo. Esto implicaba
un carácter doble del espacio y el tiempo como conceptos a priori y
como condiciones de posibilidad de las representaciones, lo que los
hacía complejos, y por consiguiente, contradictorios con su
condición de intuición pura y primaria. Por otro lado, si se
postulara que el espacio y el tiempo, como vínculo entre lo
transcendental y la experiencia, son meras formas de la intuición, y
que tales formas tienen, por definición, una condición sintética
irreducible y simple, el vínculo entre lo transcendental y la
experiencia sería isomórfico, por lo que la realidad no sería
apariencia, como sostiene la obra kantiana, de hecho, un postulado
así destruiría el edificio de Kant. Las categorías kantianas, sin
duda el punto más débil de su obra, sólo tienen sentido si
cambiamos su contenido transcendental por contenido biológico, y
definimos lo a priori de nuestro pensamiento en términos de la
biología, como veremos más adelante.
Además
de estas objeciones epistemológicas a la validez argumentativa tanto
de los conceptos sobrenaturales como de los naturales
transcendentales a la manera kantiana, hay también otras objeciones
antropológicas no menos relevantes. Así por ejemplo, si bien el
tratamiento de Das Heilige como mysterium estupendum et tremendum tal
como señala Otto, lo encontramos en las tradiciones hindú11,
budista, judía y cristiana12,
y aunque de una forma u otra está implícita en el tratamiento que
el ser humano ha hecho de su existencia en las distintas tradiciones
religiosas, el concepto de mysterium tremendum, al que también
podríamos denominar, por sus implicaciones, la terrible presencia,
no tiene suficiente alcance como para caracterizar a partir de él
las narraciones míticas y su funcionalidad en las comunidades
humanas. La terrible presencia es, por un lado, la experiencia
psicológica del devenir de la existencia, la continua creación y
destrucción de la vida, y por otro, el contraste de la limitación
de la individualidad con la inmensa extensión y poder de la
naturaleza, experiencia que produce a la par dolor y atracción
irresistible. Desde este punto de vista, lo central de la experiencia
religiosa es la manifestación de un ser sobrenatural que se presenta
como una realidad de orden diferente al de la realidad natural13.
Se trata de una tesis bien conocida, pues es el punto de vista de las
grandes religiones del presente. Sin embargo, desde una perspectiva
antropológica, este aspecto tomado aisladamente no es el contenido
único de las narraciones míticas. Quedan fuera, por ejemplo, todos
los tratamientos pragmáticos que recogen los relatos generales de
enculturación que constituyen el acervo principal de las culturas
arcaicas. Es más, la experiencia antropológica muestra que la
calificación de una acción o de un objeto como sagrados no obedece
a ningún principio universal, como ya señalara Durkheim14,
y que, de hecho, hay situaciones que podrían ser consideradas tanto
sagradas como profanas, dependiendo de la tradición desde la que
hiciésemos la interpretación. Tomemos como ejemplos el contenido
sacro de las bulas de la Iglesia de Roma, o los sacrificios humanos
aztecas, o las diversas formas de canibalismo ritual, o la
autocastración de los sacerdotes de Atis cuando entraban al servicio
de Cibeles, o los rituales sexuales del maituna Tantra. El concepto
de das Heilige, como sustantivo, parece ser una reificación
posterior del par adjetival sagrado-profano que modifica tanto
sujetos como objetos y acciones, pues en todas las comunidades
primitivas las calificaciones están presentes, y no así la
reflexión sobre la cualidad común a todas las cosas sagradas.
Prácticamente, cualquier objeto o acción puede ser considerado como
das Heilige, de hecho, una misma acción dentro de una misma
tradición -pensemos en una acción de caza que no ha sido
ritualizada según los protocolos adecuados- puede ser sagrada o
profana dependiendo de las circunstancias, o una persona o un objeto
puede ser puro o impuro, es decir, apto para das Heilige o no,
meramente por su tratamiento en un ritual apropiado. Los objetos
considerados sagrados no lo son por el trato de respeto y dignidad
que se les concede, das Heilige no es meramente una actitud
reverencial con respecto a objetos, sujetos y acciones que de otra
manera serían tratados profanamente. Se pega al fetiche que
representa al ser sobrenatural con el que no se está contento, o se
lanzan piedras contra el estanque divino para increpar a los dioses a
salir y traer la lluvia15.
Das Heilige no coincide necesariamente con lo santimonioso, ni con lo
digno, ni lo solemne, ni siquiera con los dioses. Un ejemplo de esto
bastante reciente lo encontramos en la bullente actividad religiosa
de la India. El once de marzo de 2001, un ciudadano indio adinerado16
consagró en Madrás un templo de cricket bajo el amparo tutelar de
Ganesha, hijo de Shiva. Después de la final de la Copa del Mundo de
cricket de 2003, la cabeza de elefante de Ganesha quedó sustituida
por las once cabezas del equipo de la India, y se han desarrollado
prácticas religiosas específicas, incluso mantras de cricket. Una
consagración así, además de mostrar las funciones religiosas
latentes del deporte de masas, especialmente cuando es practicado a
nivel de competición nacional e implica cuestiones de identidad de
grupo, muestra la irrelevancia del concepto de dios con respecto al
concepto de das Heilige, irrelevancia que queda ejemplificada (de
manera más convincente que en el aislado ejemplo del cricket) en las
religiones ateas del jainismo y el budismo, cuyos practicantes
sacralizan el mundo como los de cualquier religión teológica.
El
intento de comprender el concepto de das Heilige como adjetivo que
cualifica objetos, sujetos o acciones, ha resultado inefectivo. Ni
sus oposiciones con lo profano son tan claras vistas desde fuera del
sistema específico de valores que considera las cosas sagradas o
profanas, ni las cualificaciones obedecen a criterios conceptualmente
consistentes. En cualquier caso, la acción de consagrar es una
acción psicológica grupal de valoración de objetos, sujetos y
otras acciones, y que como cualquier otra acción social debe
obedecer a algún propósito, a algún fin relacionado con las
acciones económicas del grupo. Las acciones de valoración
consagradora parecen establecer órdenes específicos entre las
acciones económicas generales de una comunidad, o más precisamente,
establecen referencias dentro de las acciones que las cargan de un
contenido adicional, el de das Heilige, que confiere a cada acción
un lugar dentro del orden del grupo, el cual a su vez está vinculado
al del mundo. Desde un punto de vista formal, el contenido de la
asignación, la interpretación del concepto, es irrelevante, como
prueba su relativa independencia práctica con respecto a conceptos
como el de dios y religión, a los que en principio parecía remitir
de forma exclusiva. Cualquier par de símbolos opuestos que favorezca
unas acciones con respecto a otras sería válido para generar
determinaciones de referencia, para ordenar el mundo de manera
análoga a como lo hace das Heilige, si bien tienen que ser símbolos
conocidos por todo el grupo, y que guarden relación con el conjunto
de sus actividades. Este contenido ordenador es lo que vincula el
concepto de das Heilige a la autoridad, de donde obtiene su fuerza
normativa.
Con
ello, no quiero decir que la existencia humana sea algo exento de
misterio, pero es un misterio que ocurre a pleno sol, siendo ya como
es nuestra experiencia, sin necesidad de introducir complicaciones
adicionales y fantasmas. La idea de que el mundo sólo es
comprensible para el ser humano en cuanto que es mundo sagrado, y por
tanto, irracional, queda refutada por la praxis vital del mundo
moderno y la práctica epistemológica de la ciencia, que no necesita
de las oposiciones entre fe y razón que fueron el tono común de la
filosofía cristiana. La tesis del mundo como mysterium no hace más
inteligible nuestra experiencia, y su fracaso no se debe a la
declaración de unos límites evidentes para nuestro conocimiento,
(siempre podemos encontrar un residuo en la experiencia que no se
subsume con facilidad a nuestra forma de pensar), sino al hecho de
que la tesis del mysterium nos ata cognitivamente, al colocar nuestra
ignorancia en el centro de nuestro sistema de pensamiento y de
nuestras valoraciones vitales, con la consecuencia adicional de que
nos lleva a declarar el conocimiento de lo natural como ilusorio,
pues no sabemos nada acerca de la supuesta realidad, y nuestra vida
no es más que ignorancia y error.
Los
conceptos sobrenaturales sirven para mal fundamentar metafísicas,
pero no para explicar la función de los mitos, ya que no ofrecen
epistemológicamente nada que no esté ya contenido en sus supuestos
ontológicos de partida, los cuales, como cualquier otro principio
ontológico, son indemostrables, indemostrabilidad de la que se parte
en estas definiciones de lo sobrenatural. Si hemos de juzgar un
principio ontológico por su fertilidad epistemológica y por la
vitalidad de sus implicaciones en la experiencia social, la propuesta
de das Heilige no nos dice nada que no supiéramos ya a partir de la
observación de las experiencias religiosas, y simplemente enfatiza
la separación de la esfera de la mitología con respecto a la esfera
de lo natural. De hecho, al negar la interpretación más evidente
-la de que cuando vemos a un grupo humano declarar algo como
sagrado, es ese grupo quien lo hace desde todos sus condicionamientos
ideológicos, y no una entidad irracional sobrenatural-, las tesis
que interpretan los mitos basadas en el concepto de das Heilige,
simplemente velan una acción antropológica con principios
teológicos.
1Utilizaré
el término alemán para destacar su uso filosófico general, no
limitado a las definiciones particulares de ninguna tradición.
2Del
primero, ya fue consciente Durkheim. Véase Emile Durkheim. Las
formas elementales de la experiencia religiosa.
Traducción de Ana Martínez Arancón. Alianza Editorial. Madrid.
2008. p.126.
3Cf.
Edward B. Tylor. Early
History of Mankind and the Development of Civilization.
Estes & Lauriat. Boston. 1878. p.6.
4Véase.
Critique
of Pure Reason.
B406.
5Véase
Critique
of Pure Reason.
A452/B480 y s.s.
6En
Mircea Eliade, Lo
sagrado y lo profano.
Traducción de Luis Gil. Ed.Labor. Barcelona. 1985.
7Cf.
Rudolf Otto. The
Idea of the Holy.
Translated by John W. Harvey. Oxford University Press. London. 1936.
p.116.
8Véase
el primer capítulo de la Analítica
de los Conceptos
de la Crítica
de la Razón Pura,
para encuadrar la discusión presente.
9Conceptos
que Kant menciona de paso en B107.
10Cf.
Otto. Ibid. p.116.
11Como
leemos en el Bhagavad
Ghita,
libro que había comentado el propio Otto, y en el que hay una
teofanía de Krishna como Lo
Absoluto
que aterroriza a Arjuna. Dime
quién eres Tú, cuya forma es tan terrible. Saludos a ti, Oh Gran
Dios, ten misericordia.
Bhagavad-Ghita.
11.31. Editado en A
Sourcebook in Indian Philosophy.
Princeton University Press. Princeton 1989. p.140.
12Véanse
los ejemplos que proporciona de estas tradiciones Otto en los
capítulos X, XI y XII sobre lo
numinoso. Lo numinoso
hace referencia a la dimensión sobrenatural de objetos y acciones
cuyo contenido es trascendente e inescrutable de manera racional.
13Cf.
Mircea Eliade. Lo
sagrado y lo profano.
Ed. Cit. p. 18.
14Cf.
Emile Durkheim. Op.Cit. p.p.78.
15Ibid.
p. 79.
16K.R.
Ramakrishnan. El templo está en Annagar, Chennai (Madrás). Hay
múltiples referencias en la Web.
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