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Introducción a Parte I de Mitopoética. Edición en español. 2013.


La narración creció en el proceso de ser narrada. El Blog se ha ido haciendo más laberíntico con los años. Contiene mi libro de Mitopoética y unas cuantas cosas más. Para aquellos que acceden a estos textos sin saber nada sobre la Mitopoética, voy a colgar aquí la introducción de la primera parte, y así podrán decidir si quieren ocupar su precioso y único tiempo en pensar sobre las narraciones de identidad que hemos desarrollado los humanos a lo largo de nuestra azarosa existencia como especie.

"Las narraciones mitológicas son la única actividad intelectual que hemos practicado de manera continuada desde que somos humanos, lo que las convierte en una herramienta única para poder pensar de manera sintética nuestra evolución como especie homo sapiens. En este sentido, son las primeras fijaciones valorativas que el ser humano ha hecho sobre sí mismo y su entorno, y como tal, han sido condicionantes de las que han venido después, tanto en su forma como en su contenido. Su función comunicativa las coloca en la base de las acciones sociales, de hecho, pocas acciones humanas son tan ubicuas y cotidianas como la narración, ya sea en la forma de las historias tradicionales que recogen los relatos sobre los orígenes y las identidades grupales, o en la de las narraciones simples de la vida cotidiana que constituyen la comunicación ordinaria, las que dan cuenta ordenada del decurso del día, o los proyectos de acción para mañana. Estamos acostumbrados a pensar narrativamente, generando escenarios, más o menos cerrados, con personajes y objetos, materiales o conceptuales, que guardan un conjunto de relaciones organizadas partiendo de la secuencialidad de nuestra intuición. Los modelos con los que comenzamos pensando son los de la tradición particular a la que pertenecemos, y con ellos heredamos un cúmulo de conceptos, densamente interpretados dentro de procesos culturales, cuyos contenidos metafóricos no hacen sino mostrar su pertenencia a algún mito. Incluso en ámbitos donde de forma deliberada se ha intentado dejar atrás cualquier vínculo mitológico, nos encontramos con pensamiento permeado por nociones cuyo origen es mítico. Tal es el caso, por ejemplo, de los sistemas jurídicos occidentales basados en la idea del derecho positivo, que a pesar de desarrollar un sistema de pensamiento estructurado según cadenas de razonamientos silogísticos, contienen como elementos del sistema conceptos cuyo origen es mitológico, como el de igualdad ante la ley, cuyo origen está en la teología cristiana, en la igualdad formal de todos los hombres en relación a la voluntad soberana de Dios[1]. La genealogía no es sólo conceptual, sino también ritual a un nivel psicológico más básico, ya que las mismas representaciones de los juicios se remontan a antiguas ceremonias de las viejas mitologías. La raíz mítica de la mayor parte de nuestros conceptos y sistemas de orden social no puede resultarnos una sorpresa, pues nuestras construcciones simbólicas se originan en el proceso vital, pertenecen de una u otra manera a la vida social, y tienen una interpretación en relación a la vida pasada del grupo, formando una trama narrativa que conlleva una visión específica del mundo.
    Los mitos están unidos a la formación psicológica de nuestra persona. De manera imperceptible los relatos de la comunidad dieron forma a los rasgos que consideramos nuestros valores. Descubrimos nuestra individuación pensando un relato, identificándonos con alguno de los personajes, inventando una identidad personal a partir de alguna de las narraciones que nos ofrece el grupo, en una acción imitativa que nos da forma de manera espontánea. El mito lo canta el chamán, el poeta, el profeta, el sabio, pero asimismo lo transmite la madre y el maestro, en un proceso de enculturación continuada en la totalidad de los ámbitos de la vida social. La mayoría de las tradiciones mitológicas del mundo relatan los orígenes como la aparición de los dioses o de los antepasados a partir de estados caóticos precedentes, como si a partir de un instante dado se hubiera focalizado el pensamiento haciendo aparecer el mundo. Análogamente al niño, el grupo despertó en el relato de su propia identidad, un relato que fue primero acción animal y automática, para después avanzar hacia procesos más reflexivos. Sin embargo, su despertar no fue como el del niño, en un entorno cerrado y de juego, sino que ocurrió de lleno en la incertidumbre de la vida. Fue un despertar activo, implicado en una humanidad que ya estaba en marcha, viviendo y muriendo, que interpretaba las acciones en narraciones conforme a sus medios limitados, pensando a partir de sus pequeños escenarios lo que le mostraba su experiencia, y proyectando esta sobre el horizonte de su ignorancia. Los relatos que permanecieron, que aguantaron el contraste del tiempo, se fijaron: si habían servido para interpretar la existencia hasta ese punto y sobrevivir conforme a tales valores, la conformidad con el mundo probaba su validez, y como un ADN extracelular se protocolizaba su repetición en las costumbres grupales por todos los medios posibles, universalizando su contenido como el modo de ser de las cosas.
     La cotidianidad de nuestro contacto con los mitos hace de ellos objetos culturales aproblemáticos, si bien, la transparencia se pierde en cuanto examinamos de cerca las denotaciones y connotaciones del término, por lo que se hace imprescindible establecer una terminología básica y un contexto histórico para la mitología como problema filosófico. Comenzaré por delimitar el dominio mítico desde los puntos de vista que ha sido tratado en la filosofía de la religión y en la antropología. Para ello examinaré la dimensión ontológica de las distintas tradiciones mitológicas y las jerarquías que se establecen entre las entidades de los mitos. En segundo lugar, trataré del mito desde un punto de vista lingüístico, revisando las tesis más relevantes que se han propuesto sobre el pensamiento metafórico en relación a los mitos, y proponiendo un modelo simple sobre la función lingüístico-epistemológica de determinación de la experiencia que recogen los mitos. Pasaré después a considerar las relaciones entre mito e historia, examinando la extensión del domino tradicional del mito dentro de campos que son considerados como históricos. Acabaré tratando los mitos en relación a su composición, es decir, desde el punto de vista de la mímesis, proceso en el que, a partir de la acción narrativa se determinan tanto el sujeto como los objetos y escenarios de su experiencia. El propósito de esta línea argumentativa es la obtención de una definición preliminar del dominio mítico, así como de los distintos conceptos que incluye en la definición."




[1] Escribiré Dios, en mayúscula, con el sentido de un nombre propio para la divinidad cristiana, como Allah para la musulmana, Brahman para la hindú, etc. En minúscula designa el concepto general.

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