Friday, November 20, 2015

Fuente Primitiva, Fuente de la Verdad


Es frecuente encontrar en la obra de Lorca alusiones a lo primitivo y arcaico como origen del fundamento, como el lugar donde está depositado el sentido.


Bernarda. Los antiguos sabían muchas cosas que hemos olvidado.[1]
La sabiduría se encuentra en el pasado y el tiempo la desdibuja en el olvido.
Me siento muy lejano de la actual descomposición poética y sueño con un amanecer futuro que tenga la emoción inefable de los cielos primitivos.[2]
El presente es vivido como proceso caótico frente al ordenado y armónico pasado, y el futuro alcanza su significado en la medida que repita la emoción original, la única portadora de sentido.
La intuición del tiempo como algo que se mueve hacia delante, que progresa y cambia hacia lo distinto y lo nuevo con irrefrenable impulso, que va desde el ayer hasta el hoy para después convertirse en un mañana distinto, corresponde a una cosmovisión humana relativamente moderna. Tal intuición es sólo parcialmente refrendada por la física contemporánea, que sobrecargada por la ontología atemporal de la matemática no se decide a declarar en todos los ámbitos de la realidad natural la imagen del tiempo como una flecha irreversible que surca y atraviesa la vida y el universo de parte a parte. Nuestra percepción personal corrobora el cambio y el deterioro, la fugitiva naturaleza del acontecer vital, a la par que notamos el carácter cíclico en el que la línea del tiempo se inscribe, constituyendo una espiral en la que cada ciclo supone una variación de lo anterior, por muy mecánica e ínfima que esta pueda llegar a ser. La idea de ciclo resulta confusa: la repetición difumina el presente, que sólo puede ser entendido desde el pasado. En este sentido, los ciclos se vuelven sobre el pasado, gravitan hacia el ayer, se retiran hacia el depósito de la memoria, no como una flecha temporal inversa, sino como una prolongación indefinida del pasado en el presente y el futuro, como si presente y futuro sólo tuviesen sentido en el pasado. Es interesante observar cómo esta mitologización del tiempo es común a las llamadas sociedades frías[3]. Como fósil epistemológico ha sido recogido por la lengua swahili en sus conceptos de Sasa y Zamani.
En principio, el concepto de Sasa, parecería equivaler al nuestro de presente como lugar donde acontece la experiencia, si bien, se trata de una experiencia no acabada y fijada pues no conlleva aún una valoración, es una experiencia que no ha sido inscrita en la narrativa mítica grupal generadora de sentido. El tiempo se mueve dentro de esta cosmovisión desde el imperfecto Sasa hacia el Zamani, el pasado, si bien un pasado autocontenido que incluye sus propios momentos pasados, presentes y futuros. Sasa es un tiempo microlineal basado en la intuición de cambio producida por la experiencia de las acciones económicas cotidianas, mientras que Zamani es el tiempo narrativo o tiempo mítico en el que surgió el significado para la experiencia. Sasa no sólo está condicionado por, sino que queda aniquilado en el Zamani: lo que acontece en el presente no es sino una mera propuesta de significado, una hipótesis de acción a la espera de ser corroborada y validada por la tradición interpretativa mítica. Hasta cierto punto, Sasa funciona como un buffer de seguridad en el que el carácter impredecible de la experiencia es diferido para su ulterior valoración. Zamani es la temporalidad mítica, una construcción valorativa autocontenida en la que se genera la realidad social y se crean los criterios de verdad. Es en este sentido como creo que debe interpretarse la afirmación lorquiana.
En las poéticas de las sociedades frías, el tiempo mítico de Zamani dinamiza una peculiar concepción espacial y material que unifica el mundo bajo el abarcante concepto de anima, de una fuerza vital que sostiene a todos los seres animados e inanimados, que los produce como particularizaciones suyas. Lorca llamó –confusamente- panteísmo al anima mundi, reconociéndolo como voz fundamental de la poesía arcaica, cuyo arquetipo él cree encontrar en el cante jondo, al cual considera el primitivo canto andaluz.
El cante jondo se acerca al trino del pájaro, al canto del gallo y a las músicas naturales del bosque y la fuente.[4]
Todos los poemas del cante jondo son de un magnífico panteísmo, consulta al aire, a la tierra, al mar, a la luna, a cosas tan sencillas como el romero, la violeta y el pájaro. Todos los objetos exteriores toman una aguda personalidad y llegan a plasmarse hasta tomar parte activa en la acción lírica. [5]
El anima mundi no es una concepción panteísta, al contrario, se trata de un antropomorfismo cósmico como el que encontramos en los mitos de Purusha, Ymir o el Adam Cadmon en el que el universo es visto como un gran ser humano. La consulta de la que habla Lorca es siempre un diálogo con la objetivación humana del universo, hecha posible a partir de la idea de un anima mundi que sintetiza como vida lo orgánico y lo inorgánico en un único movimiento existencial. Como primer eslabón de la cadena generatriz de los seres se encuentra el antepasado-tótem, un primer ser humano andrógino que animó creativamente todos sus vástagos, humanos, animales, plantas, orografía y orbes estelares. El antepasado-tótem, luego identificado con la figura del rey-civilizador, es el que Lorca representa trágicamente en su poema El rey de Harlem, travestido con su traje de conserje, despojado de la dignidad de antepasado, y esclavo en la farsa de la ciudad blanca, una ciudad de violines sin cuerda para un rey de escarchada cabeza que se encuentra atrapado en el Sasa con su tosca cuchara de cocinero.
No obstante, la primitiva fuente, el Zamani que rigen los ritmos de los antepasados, no es en Lorca tanto un objeto de anima mundi como una proyección panteísta, más estética que teológica, que el arte europeo practicó desde finales del siglo XIX sobre los mitos de los pueblos no europeos. Se trata de una estética impregnada de una clara conciencia histórica con pensamiento lineal que nada tiene que ver con el Zamani, aunque mantiene la mística del antepasado-tótem como generador de sentido.
Lorca, siguiendo las ideas de Falla y Pedrell, hará una mitologización del flamenco como antiguo canto andaluz similar en muchos aspectos a la de Yeats, inventando una identidad lírica andaluza que va más allá de las raíces de Al-Andalus para perderse en un pasado meramente mítico. Lorca ve Andalucía como el resultado de un difícil equilibrio entre un Oriente fabuloso y una geometría romana no menos imaginada[6]. El concepto de Volk, traducido por “lo popular” y aplicado directamente a la realidad andaluza, aparece en Lorca importado directamente de Alemania a través de Robert Schumann, vía Falla, si bien en una reconstrucción un tanto alucinada en la que Lorca hace que el compositor ruso Mihail Glinka beba en el sur de España la sabiduría oriental que habrá de cambiar la escena musical europea de la segunda mitad del siglo XIX. El concepto de lo popular aplicado a Andalucía como lo hace Lorca presupone una identidad inmutable que procede por debajo de las culturas que han poblado el territorio del sur de España, una raíz más profunda que las lenguas que se han ido superponiendo sobre tal identidad. El sinsentido es tan patente como en el caso alemán, y expresa una ontología esencialista de corte transcendentalista común a las diferentes variantes de los nacionalismos europeos.
La mitologización del primitivismo obedece sin embargo a una queja contra el ultracivilizado y demasiado consciente arte europeo que busca en otras formas compositivas, teóricamente más simples, un ideal de pureza, de vitalidad y de instinto creador perdido, estancados en la densa estructura social que hacía posible el grandilocuente arte europeo. Sin embargo no podemos pensar que se trata simplemente de la vieja disputa sobre el papel de la inteligencia en el arte (que podría ser trazada hasta Platón), en la que la componente de experiencia mística de la estética reclama su autonomía con respecto a la crítica. Lo primitivo, erróneamente pensado como lo popular, o mejor, mitologizado como "lo popular" se convierte en el elemento necesario sobre el que se pretenden fundamentar identidades políticas y económicas nuevas. La fascinación por el arte primitivo no europeo simplemente muestra la exportación de la categoría estético-política, la necesidad de insuflar no sólo al arte sino a la vida social en su conjunto una nueva sabia conceptual vestida de supuestas identidades ancestrales, pero en ningún caso hay una vuelta a un pensar temporal del Zamani.





[1] La casa de Bernarda Alba. Acto 3. O.C.A.II.p.1049.
[2] Carta a Melchor Fernández Almagro.Número 6. O.C.A.III. p.716.
[3] Término de Levi-Strauss.
[4] El cante jondo. O.C.A. III. P.197.
[5] Ibid.209.
[6] Como expresa en su Lectura “Romancero Gitano”. OC:A:III p.342.

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