La
noción de Ursprache, una lengua primigenia que supuestamente habló
el ser humano, presupone una monogénesis de los diferentes lenguajes de
nuestra especie. Esa unidad de origen, oculta la pluralidad comunicativa en
la que se fundamenta la comunicación emocional animal. Sólo si
pensamos que lo que hablaron los primeros seres humanos es el
resultado de un don divino que establecía una discontinuidad en las
comunicaciones de la vida con la vida, tal monogénesis tendría
interés para el estudio filosófico. De lo contrario, ese primer
lenguaje humano, no sería más que un elemento más de una secuencia
de eventos que llevó y sigue llevando hacia formas cada vez más
complejas de comunicación humana y desarrollo psicológico.
Las
emociones básicas serían entonces un proto-Ursprache, que podría a
su vez ser remitido a formas más básicas de comunicación orgánica
y celular. Comunicamos emociones, y no sólo entre los organismos de
nuestra especie: la vida se entiende con la vida a través de las
emociones básicas, y son una herramienta fundamental para la
relación del organismo con el grupo, y del grupo con el
medioambiente.
La
poesía nace de esta necesidad vital comunicativa, como vehículo que
la perfecciona a través del ritmo y la forma, conectando así con
los procesos cíclicos del organismo y la memoria. Comunicaciones más
complejas y ricas de contenido perfilaron en nuevos moldes las
básicas imágenes de la supervivencia hasta hacerlas otra cosa, un
objeto emocional abstracto emergente en el que nuestra psique
encontró campos nuevos para su desarrollo. Con el paso de los
siglos, las viejas emociones se encadenaron en secuencias emocionales
cada vez más sofisticadas, que no sólo reflejaban nuestra vida como
humanos sino que la expandían y la creaban: la vida misma comenzó a
imitar la poesía, a creer en sus mundos y traerlos a la vida
cotidiana, actualizando modelos de emoción potenciales.
El
encadenamiento de secuencias emocionales ha derivado en la creación
de melodías condensadas que suponen la sutil construcción de
objetos vivenciales, o si se prefiere, paisajes anímicos en cuya
riqueza armónica de sofisticadas relaciones resuenan generaciones
enteras de seres humanos, aglutinando los diversos lenguajes
particulares gracias a la construcción artística emocional de la
poesía, haciendo resonar fractalmente en un solo lenguaje todos los
demás que alguna vez se hablaron.
El
camino desde los éxtasis del chamán, pasando por la vieja Evohé
dionisíaca y otros arrebatos líricos de entusiasmo divino
decantados en el viaje de las eras, no es más que un tramo de una
senda que hunde sus raíces literalmente en el lenguaje de la vida
conquistando su medio propio entre las estrellas. Las secuencias
poéticas de nuestro tiempo se han condensado conforme a la
conciencia de este desarrollo, y hoy es la voz humana el fruto de un
largo y doloroso despertar a una identidad aún por hacerse, como la
del propio universo. Un río insondable empuja el alma de la vida
inmarcesible hacia su hazaña: la vitalización de lo inerte. Una
nueva poesía, siempre por hacer, proclama su ancestral abolengo para
ser su herramienta.
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