La tradición narrativa de la India contiene verdaderas joyas de literatura fantástica que dan pie a las más divertidas especulaciones éticas y metafísicas. En la colección de historias del Katha-Sarit-Sagara (El Océano que contiene Corrientes de Historias), del siglo XI, en el que se recogen historias tradicionales de la India, el locuaz fantasma de un cadáver bajado de una horca, le cuenta al rey que le descolgó del macabro columpio un cuento tragicómico muy interesante.
Dos amigos emprendieron un peregrinaje a un balneario sagrado de la diosa Kali, y allí vieron una hermosa muchacha. Uno de ellos enfermó de pasión amorosa, dejó de comer y dormir, y estaba seguro de que moriría salvo que pudiese obtener a la muchacha como esposa. Su amigo se puso en contacto con su padre y le explicó la situación, por lo que este, a toda prisa, se dirigió a los padres del chico enemorado con el fin de organizar la boda. Poco después de la precipitada boda la joven pareja y el amigo partieron hacia la casa de los padres de ella. En el camino, se encontraron con un sangriento templo de Kali. El joven marido pidió a su esposa y a su amigo que esperasen fuera mientras él entraba a honrar a la Diosa.
Cuando vio su imagen teñida en sangre y triunfante, aplastando furiosos demonios con dieciocho brazos poderosos y con su pie de loto plantado sobre un demonio con forma de toro, una súbita iluminación le sobrevino. Se le ocurrió la peregrina idea de inmolarse ante la diosa para ser salvado y obtener su gracia como premio a la devoción. Cogió una espada del santuario y se cortó la cabeza. Tras una hora de espera, el amigo entró en el templo a buscarle. Al ver el cadáver, cogió la misma espada manchada y cortó su propia cabeza, sumido en la mayor tristeza y desesperación. Algo más tarde, la joven entró en el templo preocupada por la demora de ambos, y cuando vio los dos cuerpos decapitados en un charco de sangre, salió corriendo horrorizada para colgarse con una liana del árbol más próximo. No obstante, la voz de Kali le hablo a la chica y le ordenó devolver la vida a los muchachos colocando de nuevo las cabezas sobre sus cuerpos. Nerviosa y asustada, puso las cabezas a toda prisa sobre los cadáveres aún calientes, pero distraídamente colocó la cabeza de su marido en el cuerpo del amigo. Un gracioso dilema ético se le planteó entonces a la muchacha: ¿Cuál de los dos era su esposo? Optó por la cabeza del marido con el cuerpo del amigo, una combinación que hoy despierta sonrisas entre las mujeres casadas, pero que supuestamente transmite la enseñanza de que la cabeza contiene más el alma que ninguna otra parte del cuerpo, además de la obvia que nos adoctrina en la creencia de que quien adora a la Diosa resucitará y tendrá vida eterna. La historia no nos dice más acerca de cómo resultó ser la unión de la muchacha con su particular monstruo de Frankenstein, ni si el marido sufrió severos cambios de personalidad en las diversas facetas de la vida matrimonial, si bien muestra a la perfección el descabezado ímpetu que guía las uniones matrimoniales, y la ciega orgía de malas decisiones en la que pasamos nuestras vidas.
Frágil la estructura de nuestras máscaras, la narrativa de nuestros egos... Sopla la vida con sus vientos salvajes y se quiebran las certezas, mal sostenidas sobre precarios sueños de fundamento de nuestra personalidad.
La verdad es que la historia es muy graciosa y de un modo sarcástico puede aplicarse como fábula a multitud de bodas actuales :)
ReplyDelete