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Showing posts from August, 2019

Naturaleza como autoreconocimiento

El reconocimiento Yo-Tú es la acción de la vida-inteligencia que llamamos naturaleza. Se objetiva primero como un “nosotros”, siendo este pronombre el sujeto transcendental de un habla. Sobre el polo del nosotros se construye la acción económica que lleva a la persona social. Cuando creemos hablar, habla por nuestra boca el nosotros, habla el grupo presente y los ancestros. Este “nosotros” es una proyección del Yo-Tú, y Yo-Tú es la autopoiesis del Yo soy. La naturaleza es entonces una acción de reproducción en el autoreconocimiento, un autoreconocimiento que se retroalimenta y sustenta la relación epsitemológica entre el “nosotros” y el apeiron a través de la que representamos las objetivaciones de la vida-inteligencia. La fantasmagoría de la naturaleza es producida por el carácter ficticio del sujeto transcendental “nosotros”, cuyos deseos-preguntas son relativos a una configuración específica espacio-temporal de la vida-inteligencia, es decir, son relativos a objetivaciones p...

Yo-Tú

 Cuando miro a otro ser humano, lo objetivo, y solamente lo conozco como el objeto que hago de él, una representación sobre la que proyecto mi yo psicológico . No obstante, hay una forma de cognición que ocurre fuera de las dimensiones puramente mentales, la psicológica y la transcendental: hay un reconocimiento basado en la identidad del Atman, del "yo soy". Al margen de las personas sociales que pueda compartir con esa persona (el hecho de ser, padres, o ciudadanos, o cualquier otro personaje social), hay una conexión en el aquí y ahora que me lleva a comprender que hay una continuidad de mi Atman en el suyo. Comprendo que igual que yo no soy ninguna de las personas sociales que actúo, ese otro individuo no es ninguna de las objetivaciones sociales que actúa, pero que “yo soy” aplica tanto a mi identidad psicofisiológica como a la suya. “Yo soy” es entonces también “tú eres”, y comprendo que Yo-Tú es un único pronombre, y que es distinto al nosotros, pues Yo-Tú es subj...

El deseo-pregunta

  El deseo sin objeto, como una forma de atención básica, de movimiento inicial, tiene a nivel mental la forma de la pregunta. Es el origen del proceso de conocer, pero sus raíces están en el proceso de ser, son anteriores a un sistema nervioso, es una voluntad autopoética más básica, presente a nivel celular, e incluso más simple, un impulso tan espontáneo y directo, tan único, que no presupone ni admite un movimiento contrario. Cuando se desarrolla a nivel mental, el deseo-pregunta nos sorprende con esa no-dualidad: una pregunta no es verdadera ni falsa. Aunque los contenidos de la pregunta pertenecen a la dualidad, por la semanticidad de sus términos, la síntesis que forman expresan algo incuestionable, un empuje creativo que abre lo ya pensado a lo no pensado. Lo ya pensado, el pasado, sólo puede llevar a una proyección de sí mismo: esta proyección se encuentra con el entorno no dual de la pregunta, y el deseo, como duda, como insatisfacción, sacude lo ya pensado y l...

Yo psicológico, yo transcendental , Atman

Buscamos un término permanente, algo a lo que asirnos, que nos sirva como referente cuando el torbellino del devenir no vale ya como explicación fidedigna y la experiencia cotidiana nada dice sobre nuestra identidad. No hay nada en ninguna parte que nos diga que tal fundamento tenga sentido, tan sólo una intuición básica sobre algo genuino en nuestra existencia que parece sugerir el concepto de algo fundamental y permanente. Las diferentes tradiciones míticas ofrecieron una amplia variedad de posibles términos que agotaron los sentidos del concepto de divinidad. La última de ellas, la de la ciencia contemporánea, se pierde a sí misma en las limitaciones inherentes a la lógica paradójica que utiliza, y a cambio de los juguetes de la técnica, mantiene las promesas de una fundamentación científica para la existencia que no deja de ser una fantasmagoría metafísica. Volvemos entonces al sujeto que creemos ser, desencantados con los objetos que satisficieron nuestra curiosidad infa...

Mi identidad no es personal

La persona es discontinua, es una narración de la memoria psicológica, ni siquiera una narración de los estados del cuerpo, salvo aquellos liminales en los que precisamente la persona desaparece: momentos de gran gozo o dolor. El hecho de que yo pueda estar aquí y ahora siendo sin necesidad de apelar a ninguna memoria ni hacer ninguna narración, muestra la hoja en blanco sobre la que la persona escribe su narración de identidad. Esa hoja es el Atman, el “yo soy”. Cuando vivimos en la persona sólo prestamos atención al texto que escribe tal persona. Cuando la persona desaparece, que da el Atman a la vista y somos eso. Cuando somos Atman sin persona vivimos en la plenitud. Todos los días estamos ahí inadvertidamente, como cuando hemos cumplido un deseo y aún no hemos proyectado el siguiente, o entre dos pensamientos, o cuando la percepción nos toma y absorbe por completo. La continuidad que experimentamos en nuestra existencia se debe al soporte sobre el que construimos nuestras na...

Sobre el mito de la personalidad individual

En un pasaje de la  Orestíada  de Esquilo encontramos el que quizá sea el primer registro de la condición psicológica de la individuación en términos sociales:  Yo tengo mi propia mente, separada de los otros 1 . El hecho de que entendamos la frase de Esquilo muestra que es falso su contenido, porque una mente aislada de los otros no podría hacerse entender. Su arrebato apolíneo no es sino una propuesta ideal en la que se expresa una paradoja, ya observada en el mundo moderno por Friedrich Nietzsche 2 , y que podríamos expresar así: Cuanto menos utilizo mis capacidades simbólicas generales soy menos individual, pues soy incapaz de establecer mis diferencias con respecto a otros. Pero también, Cuanto más utilizo mis capacidades simbólicas generales, menos individual soy, pues las diferencias son expresadas y pensadas en términos de un lenguaje que no he creado yo, sino los otros. Podemos entonces inferir: No puedo expresar ni pensar la individuac...

No dualidad

El término advaita (no-dual) aplicado al conocimiento (vedanta, en el sentido de "final del veda" final del conocimiento) es de origen reactivo: niega la existencia de una Realidad (divina en su momento) distinta de nosotros (humanos), y más tarde, del sujeto. Advaita es la proclamación de una unidad, de un ser absoluto sin un segundo ser.  Como cuando adjudicamos cualquier otro atributo a lo Real, decir "Realidad no-dual", no quiere decir nada que no sea una proyección mental cargada de connotaciones históricas específicas. No podríamos dotar de atributos a la Realidad  desde la parcialidad y limitación de un lenguaje elaborado por una persona social, tan sólo podemos elaborar fantasmagorías. La Realidad no puede ser ni Una , ni Dos... No es ninguna cuantificación ni ninguna cualificación, pues no es ningún objeto.

La fantasmagoría del universo no se debe a su carácter efímero

El ego o persona individual es un fantasma narrativo. La individuación de la vida, sólo ocurre a nivel de esa narración de identidad, y ni siquiera es obra de un sólo individuo pues el lenguaje en el que la elabora no ha sido creado por él, es más expresa unos clichés comunicativos característicos de un espacio-tiempo determinado, unas estructuras mentales comunitarias y aprendidas (aparte del condicionamiento neurofisiológico de la especie). La vida-inteligencia no es nunca la acción de un individuo, precisamente el hecho de que el individuo es prescindible o recambiable permite la adaptación y la continuidad de esa vida-inteligencia. No es la impermanencia espacio-temporal del individuo, el carácter pasajero de su existencia lo que hace del mundo una representación fantasmagórica, sino la unidimensionalidad y la inevitable fragmentación de la representación. La unidimensionalidad viene dada por la construcción mental de la representación: la mente es una función selectiv...

¿Quién escribe estos textos de ontología?

  ¿Qué persona social escribe este texto? Por un lado está el filósofo, una mente de unos dos mil quinientos años que repite las explicaciones que se han dado a los problemas de ontología, seleccionando las perspectivas que son más conformes a una variación evolutiva del idealismo transcendental que incorpora axiomas de filosofías orientales no-duales (vedanta, sufismo, taoísmo, zen). Se trata de un "yo transcendental" (en el sentido de Husserl) incapaz de vaciarse debido a las propias exigencias del acto de la escritura. Este es un yo sutil pero igual de ignorante que otros más visibls. Por otro lado, está la persona del ciudadano lírico , cuya antigüedad sobrepasa en más de mil años a la del filósofo. El ciudadano lírico es la persona social metafísica que surge como negación de cualquier persona económica social y proclama un ámbito de individualidad independiente de cualquier condicionamiento neurofisiológico y social. Es la persona que desarrollamos al margen de cu...

Las representaciones de la persona social son fantasmagorías

Si la persona es el sueño de una sombra, las representaciones de un sujeto así son meras fantasmagorías. La persona vive en un mundo simbólico del que es parte no como sujeto, sino como un objeto más. El mundo simbólico, las narraciones de identidad del grupo son proyecciones de un tipo de función fisiológica que realiza la vida, una función de apropiación de su entorno apeirónico basada en la autopoiesis, en la autoreproducción ad infinitum de sus propias formas. Estas formas son superposiciones de estructuras de orden sobre algo que es asimilable al juego de autopoiesis, un algo que interpretamos como una sustancia que es modificada por el proceso de la vida-inteligencia. Tal sustancia es un apeiron considerada per se, sin embargo, las modificaciones a las que la somete el proceso de la vida-inteligencia superponen sobre ella un universo objetivo. Las representaciones generadas por la persona social son reales para tal persona, es decir, gozan de existencia simbólica dentr...

La persona es una fantasmagoría

El “yo soy” (Atman), aquello que me da presencia o identidad en el aquí y ahora, no es ninguna de las personas sociales que actúa mi memoria psicológica, memoria que va vinculada a mi cuerpo. Una persona es una narración de identidad , es decir, una función grupal de comunicación que estructura orgánicamente la identidad de un grupo a partir de entes pseudo-individuales, cuya unicidad (su “ser -unicos”) es un espejismo mental. Nuestros sistemas emocionales tienen una función grupal (las emociones básicas de la ira y el miedo no sólo tienen una dimensión grupal), por lo que tiene sentido decir que los sistemas emocionales están más tiempo activos en acciones grupales que individuales, y que por eso, la focalización del ego se desarrolla y fortalece en la comunicación emocional grupal. Es en este contexto de la unidad de acción comunicativa en el que una función egoica tiene ventajas vitales, pues permite la formación de estructuras orgánicas más complejas a partir de estructuras i...

El Ser no es una persona

El Ser (“yo soy” o Atman) no es una persona, ni ninguna forma de individuación. En el aquí y ahora, no hay ninguna proyección memorística psicológica, ningún pasado personal. Lo que está aquí y ahora de mí, si no hago ninguna apelación a mi memoria, es una identidad más transparente, una presencia básica que se da cuenta de estar siendo, que deriva profunda alegría del estar siendo, y que en la medida que no forma representaciones se expresa como una continuidad de identidad no determinable. La memoria que expresa el Ser es la memoria genética en la que el “yo soy” toma la forma, una forma de energía potencial negantrópica que es actualizada por esa presencia no personal. Como vimos en la Paradoja de Esquilo , cualquier intento de proclamar la individuación es contradictorio, pues tiene que ser hecho a través del lenguaje, y el lenguaje no es una creación personal. Las diferentes personas sociales que adoptamos en nuestra vida son fantasmagorías objetivables, elementos de co...

El "yo soy" no es una sustancia

Si conceptualizamos el “yo soy” ya no estamos hablando del “yo soy”, pues no es un objeto. Al no ser conceptualizable no puede ser una sustancia, entendida esta como intuición pura . El “yo” apunta hacia la unidad, pero no es la unidad. El yo no es cuantitativo, no se repite. Tampoco admite determinaciones, pues no podemos incluir un objeto como parte del sujeto. Sin embargo, el “soy” ya es una cualificación del “yo”, la más inherente, aunque también le es ajena. La diferencia entre el “yo” y el “soy”, como comprendió Platón en el Parménides , hace posible la multiplicidad. Es el juego entre la identidad y la diferencia que polariza el apeiron como cosmos. En este sentido, el “yo soy” es la luz de la creación, no una luz visible, sino la luz que hace posible el ver, el pensar unido a la intuición que caracteriza la vida-inteligencia en su juego interminable.

Conocer como Ser

¿Cual es el conocimiento que nos permite conocer todas las demás cosas? La pregunta es del Upanishad. La respuesta es: el conocimiento del Ser, Atman, en la terminología del sánscrito. No se trata de conocer un axioma fundamental del que se deriva cualquier conocimiento, sino de la idea de conocer al conocedor: si conoces al que conoce, conoces cuanto pueda conocer. Pero ¿cómo conocemos al sujeto fundamental si por definición, el sujeto es lo que no es objetibable y por tanto no cognoscible? La respuesta es sencilla: siendo ese sujeto, es decir, siendo el Ser. Es tan simple como ser lo que somos, y para ello no hay que hacer nada, ya está hecho, y sigue haciéndose. ¿Por qué entonces sigo desconociendo todas las cosas? ¿Por qué, por ejemplo, la estructura fundamental de la materia me sigue siendo desconocida y sólo tengo teorías cambiantes? Porque el artífice de esas teorías (la comunidad científica) es un pseudo-sujeto, y sólo obtiene representaciones fraccionarias, siempre incom...

Sustancia como intuición pura

  El concepto de sustancia (concepto exomórfico o límite de la ontología) es la condición de posibilidad para la separación de la relación epistemológica fundamental en sujeto y objeto. Es una intuición pura como lo es el espacio-tiempo, una condición necesaria para el pensamiento. Su proyección fuera del sistema cuerpo-mente (o mundo-mente) no deja de ser una fantasmagoría. En dicho sistema, la sustancia es la polarización del apeiron entorno a “Yo soy”, un término que surge y se disuelve, al igual que el propio apeiron, en el exomorfismo último que podemos llamar Silencio, Vacío,... meras etiquetas para designar lo que ni siquiera es una incógnita, pues no pertenece a la misma categoría de un sistema de conocimiento.

Aquí y ahora

  Aquí y ahora es la apertura en nuestra atención, la focalización sin objeto, el dejar ser, sin intenciones, fines o planes. Aquí y ahora la mente reposa sobre la vida-inteligencia (conciencia) que le da forma, y la vida-inteligencia se yergue sobre su silencio fundamental, mostrándose como acción sin fin, una fantasmagoría misteriosa desbordante de energía. Sobre el apeiron de la materia, la mente superpone las representaciones de un extraño y maravilloso espejismo. El apeiron las sostiene en su efímero espectáculo para un misterioso espectador: Yo, tan efímero como el espectáculo. Aquí y ahora no es el pasado, ni la proyección del pasado que llamamos futuro, ni el recuerdo automático que llamamos presente. Aquí y ahora ni la presencia del yo soy toma forma en el tiempo. El yo soy se transfigura en luz, los objetos deshacen sus superposiciones sobre la materia en pura luz: ya no hay ni rosa, ni moléculas, ni átomos, ni quarks...La luz es pétalo perfumado, el pétalo es un r...

¿Quién soy yo?

El Sujeto es lo desconocido, pues es el conocedor, y está más próximo a mí que la sangre que circula por las venas de mi cuerpo. ¿Quién es este sujeto? ¿Quién soy yo? La primera vez que escuchamos esta pregunta, en nuestra infancia profunda, es otra persona quien la hace. La respuesta esperada es un nombre: mamá, papá… Alguien la responde por nosotros y espera nuestra acción mimética, recompensada por estallidos de alegría. Tenemos ya grabado a fuego en la memoria más profunda que ser es tener un nombre. La pregunta es, desde el primer momento de nuestra vida, la base de nuestra relación con los demás, del reconocimiento de identidades a partir de nombres. Aprendemos nuestro propio nombre a la vez que el nombre de otro familiar, de otra persona que nos habla, y así aprendemos a objetivar a nuestros padres y a nosotros mismos. La respuesta a “¿quién soy yo?” con un nombre sólo tiene sentido en las identificaciones más básicas sociales, es más, mi nombre propio, el que...