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¿Quién escribe estos textos de ontología?


  ¿Qué persona social escribe este texto? Por un lado está el filósofo, una mente de unos dos mil quinientos años que repite las explicaciones que se han dado a los problemas de ontología, seleccionando las perspectivas que son más conformes a una variación evolutiva del idealismo transcendental que incorpora axiomas de filosofías orientales no-duales (vedanta, sufismo, taoísmo, zen). Se trata de un "yo transcendental" (en el sentido de Husserl) incapaz de vaciarse debido a las propias exigencias del acto de la escritura. Este es un yo sutil pero igual de ignorante que otros más visibls. Por otro lado, está la persona del ciudadano lírico, cuya antigüedad sobrepasa en más de mil años a la del filósofo. El ciudadano lírico es la persona social metafísica que surge como negación de cualquier persona económica social y proclama un ámbito de individualidad independiente de cualquier condicionamiento neurofisiológico y social. Es la persona que desarrollamos al margen de cualquier acción, lo que sentimos como nuestro ser más íntimo y genuino. El ciudadano lírico es el fundamento de las narraciones de inmortalidad que tienen su origen en la ciudad y sus grandes religiones, una narración que se funde en nuestros días con las narraciones psicológicas que se producen en las esferas de la experiencia estética y del arte. No es el "yo soy", sino una idealización personal basada en una auto-percepción más o menos clara, de un testigo de los otros egos o personas sociales que actuamos.
  La narración del filósofo es estéril y remite a la propia red mental que ha creado la filosofía en su devenir temporal. Es decir, sólo hace profundizar en el samsara y nos pierde en el la especulación sin fin que entretiene la mente con el hueso de su propio origen e identidad.  Es básicamente mera ignorancia objetiva y debe ser olvidada una vez ha sido leída como una carcasa para algo contenido en la otra narración, la del ciudadano lírico. La narración reflexiva del filósofo transcendental,  aporta no obstante un perfume de alegría y claridad que aunque no para la mente la hace más transparente. En la narración del ciudadano lírico, por su parte, se expresa un anhelo sincero bajo los ropajes de un ego buscador al que alimenta una carencia inevitable. Debe tomarse sólo el anhelo, o mejor dicho, aquello hacia lo que ese anhelo apunta, y olvidarse todo lo demás. Si no lo hacemos así, desarrollamos un personaje sutil que cree haber llegado a alguna forma de comprensión, un testigo transcendental fantasmagórico. más allá del observador y lo observado, está el observar, una acción impersonal, un movimiento de la vida-inteligencia.
Nada sé” comienza el canto.

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