Aquí y
ahora es la apertura en nuestra atención, la focalización sin
objeto, el dejar ser, sin intenciones, fines o planes. Aquí y ahora
la mente reposa sobre la vida-inteligencia (conciencia) que le da forma, y la
vida-inteligencia se yergue sobre su silencio fundamental, mostrándose como acción sin fin, una fantasmagoría misteriosa desbordante de energía. Sobre el
apeiron de la materia, la mente superpone las representaciones de un extraño y
maravilloso espejismo. El apeiron las sostiene en su efímero
espectáculo para un misterioso espectador: Yo, tan efímero como el
espectáculo. Aquí y ahora no es el pasado, ni la proyección del
pasado que llamamos futuro, ni el recuerdo automático que llamamos
presente. Aquí y ahora ni la presencia del yo soy toma forma en el tiempo. El
yo soy se transfigura en luz, los objetos deshacen sus
superposiciones sobre la materia en pura luz: ya no hay ni rosa, ni moléculas, ni átomos, ni quarks...La luz es pétalo perfumado, el pétalo es un relámpago de alegría. La luz que vemos y la luz que ve (la conciencia del espectador, la atención espontánea de la vida-inteligencia) son la
misma luz. Los dioses se retiran ante el misterio del aquí y ahora,
los dioses no pueden ser aquí y ahora, ni el yo que escribe tiene
espacio-tiempo en ese profundo seno. Aquí, la necesidad de un sentido se rinde y entrega su adamantina persistencia.
Algo
habla. Apoyado sobre algo que no es habla. El silencio del ahora abre
un más transparente silencio.
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