Si
nuestro pensamiento repite en una infinitud de variaciones unos temas
básicos de la la supervivencia ¿quiere esto decir que no podríamos
nunca acercarnos a lo desconocido? Quizá lo desconocido esté mucho
más cerca que cualquier pensamiento, en el sujeto pensante, que hoy,
como hace miles de años, sigue siendo un misterio para el pensar. La
imagen objetiva que se pretende hacer de tal sujeto destruye su
naturaleza en la medida que se crea con él un simulacro mental. De
forma deductiva, inductiva o analógica proyectamos una fracción de
la vida-inteligencia sobre algo que es fundamentalmente no-objeto. Lo
que no es objeto no es pensable ni comprensible, pues es lo que
piensa, lo que comprende. No podemos pensar un no-objeto, ni
conocerlo, tan sólo podemos serlo. ¿Puede desarrollarse una forma
de pensar como ser, un discurso en el que no hable tan sólo la
capacidad mental, ya sea la de la racionalidad científica o la de la
vida cotidiana que opera con la lógica de las emociones básicas?
Fuera
de las proyecciones infinitas de mi heredado ego social, del sueño
que mi aprendida y trabajada individuación repite hasta la saciedad
como cualquier otra función orgánica, nada sé, y nada puedo saber.
Y ese saber no es sino la sombra de un sueño. Frente a lo
desconocido llego desnudo, es más, vacío. Cualquier intento de
acercarme a ello, me aleja.
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