Friday, August 2, 2019

Sólo podemos pensar lo que ya es conocido



Sólo podemos pensar lo que ya es conocido. La deducción parte de axiomas o proposiciones suficientemente verificadas y obtiene conclusiones que de alguna manera ya están implícitas en estos axiomas, son algo así como una combinación de sus contenidos de verdad. La inducción parte de proposiciones fundamentadas en la experiencia y a partir de ellas generaliza, es decir, lleva lo conocido hasta lo desconocido, es más, fuerza lo desconocido a ser como lo conocido. Cuando pensamos mediante analogía (metáfora) hacemos una proyección semántica de unos términos que consideramos claros y bien entendidos. El funcionamiento de nuestra mente no puede ir más allá de proyecciones del pasado, por mucho que estas adopten nuevas objetivaciones lingüísticas. Por eso, el pensamiento matemático sigue siendo fundamentalmente el mismo. Por eso, la filosofía gira obsesionada sobre los mismos problemas sin poder obtener soluciones autoconvincentes.
Combinamos sin cesar unos mismos elementos y obtenemos nuevos objetos que no son sino variaciones de los viejos pensamientos. Los nuevos juguetes nos entretienen sin aportar nada satisfactorio: su éxito radica en la perpetuación de una estructura mental mítico-ritual que mantiene una homeostasis social. Sin embargo, esta manera de pensar no resuelve esa carencia o anhelo fundamental que sentimos cuando estamos a solas con el universo. La gran mente social genera sus mundos mecánicamente, orgullosa de su mecanicidad, un orgullo basado en la no-probada y no-probable creencia de que los nuevos mundos técnicos contienen mayor bienestar y gozo para el ser humano, la persona social que fundamenta el gran mito de nuestra época: la idea de que hay un ser humano individual que da la medida de todas las cosas.


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