Tuesday, August 13, 2019

Las representaciones de la persona social son fantasmagorías


Si la persona es el sueño de una sombra, las representaciones de un sujeto así son meras fantasmagorías. La persona vive en un mundo simbólico del que es parte no como sujeto, sino como un objeto más. El mundo simbólico, las narraciones de identidad del grupo son proyecciones de un tipo de función fisiológica que realiza la vida, una función de apropiación de su entorno apeirónico basada en la autopoiesis, en la autoreproducción ad infinitum de sus propias formas. Estas formas son superposiciones de estructuras de orden sobre algo que es asimilable al juego de autopoiesis, un algo que interpretamos como una sustancia que es modificada por el proceso de la vida-inteligencia. Tal sustancia es un apeiron considerada per se, sin embargo, las modificaciones a las que la somete el proceso de la vida-inteligencia superponen sobre ella un universo objetivo.
Las representaciones generadas por la persona social son reales para tal persona, es decir, gozan de existencia simbólica dentro del eje mítico-ritual de dicha persona, pero son irreales fuera de ese sistema simbólico. Nuestros objetos mítológicos se desvanecen ante cualquier examen de fundamentación, son juguetes para el juego de la existencia, aportan conocimiento sobre el espejismo, un conocimiento tal volátil como fragmentario del propio juego, en última instancia humo objetivo.

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