La
concreción de secuencias causales en las acciones sociales, aunque
en principio parece una acción más simple que la determinación
causal que hace la física (pues, después de todo, son acciones
humanas, próximas a nuestra vida y entendimiento), tiene la
dificultad de que, a diferencia de en la investigación natural, no
es sencillo aislar en ellas causas fijando las demás cosas (ceteris
paribus), ya que el fragmento de experiencia social que constituimos
en sistema y que pretendemos explicar está inextricablemente
vinculado al conjunto de la vida social y a nosotros mismos. Debido
al carácter comunitario del lenguaje, cualquier narración abarca el
pensamiento y la forma de vida de más de una generación de seres
humanos, lo que produce la ilusión de un narrador ausente de más
alcance que el narrador individual o colectivo -ya sea llamado por el
nombre de un dios o por el de realidad objetiva- el cual sirve como
representación exomórfica para la propia narración. No parece que
haya sido evidente hasta el surgimiento de la filosofía la
diferencia entre las causalidades de fenómenos naturales y sociales.
Las personificaciones de los mitos antiguos apoyan esta tesis. El ser
humano no pudo representarse la naturaleza sino como la obra de
agentes semejantes a él, y por eso, llena de propósitos, en
concreto, propósitos vitales de generación y destrucción, de
organización social y reproducción. La distinción entre acción
social y acción natural está en el origen del pensamiento
científico y filosófico, y no podríamos decir que ha sido resuelta
de manera clara y satisfactoria. Como en tantas otras cuestiones, las
primeras formulaciones las encontramos en los escritos de
Aristóteles1,
aunque dentro de la filosofía moderna es un asunto cuyo referente se
encuentra en
las
obras de economía política de la Ilustración, en particular en las
de John Locke y Adam Smith2.
No es hasta Kant, sin embargo, que el problema encuentra su dimensión
epistemológica madura. Para Kant, el interés no es tanto por los
fundamentos de una ciencia social, concepto que en su época apenas
había iniciado una andadura epistemológica, como la aclaración de
la diferencia de los mundos de la física y de la moral que hace
posible que haya libertad humana3.
Se trata de encontrar un lugar para la acción moral en medio de las
cadenas causales que llamamos mundo, las cuales funcionan conforme a
supuestos principios de necesidad no-humanos, impresos en nosotros a
partir de unas categorías transcendentales que nos integran como
sujetos en el acto de la apercepción, y condicionan los procesos de
la razón humana. No basta con salvar el libre albedrío de un mundo
explicitable en una mecánica de cálculo diferencial (el cual, una
vez puesto en marcha, no necesita otros motivos para seguir que su
programado diseño), sino que se hace necesaria una forma de
armonización de la libertad humana con la necesidad del universo, lo
que sólo puede hacerse bajo el postulado (en principio regulativo,
luego más necesario y teológico) de un plan general, descifrable
metafóricamente en el mundo moral y estético. El vínculo es la
razón, como principio general común al humano y al cosmos, una
razón teleológica capaz de aglutinar el mecanicismo a corto plazo
de la acción mundana con un principio a largo plazo en el que la
voluntad se mueve por los mismos designios que aquella. Una razón
consciente de sus limitaciones (tal como aparece en la primera
Critica) es el único proceder para la ciencia, pero no en cuanto que
sea un método para ella entre otros posibles, sino en la medida que
es el único punto de encuentro, una vez despojada de las ilusiones
transcendentales, entre la voluntad humana autoconsciente y el mundo.
No obstante, Kant no consigue ni unificar un método para las
ciencias físicas y las sociales que no sea la propia facultad de la
razón, al no contar con teorías psicológicas no transcendentales,
ni tampoco separar las dos ramas con diferentes metodologías, pues
su transcendentalismo ontológico en relación a la epistemología,
sus tesis sobre el contenido apriorístico de las categorías, le
cierra el paso al método inductivo que exigen las ciencias sociales
si aspiran a decir algo sobre la experiencia humana. Sus intentos de
dotar a la naturaleza con un propósito final, que asintóticamente
une la perfección de la especie y el problemático ser histórico,
no llega a ser más que una declaración de buenas intenciones
transcendentalistas, herederas de los planteamientos trasmundanos de
las viejas religiones4.
En el pensamiento kantiano, no menos que en el de Adam Smith, se echa
en falta una psicología empírica que establezca un puente entre la
valoración de la acción económica y la razón, la primera
desanclada del providencialismo universal5,
y la segunda de la metafísica.
Aunque
Comte ofrece una primera jerarquización de las ciencias (que
pretende ser histórica y dogmática) con el fin de construir un
edificio intelectual unificado basado en la matemática, y con la
ciencia social en la cúspide6,
no es sino hasta Dilthey que la problemática relación de las dos
formas de actividad científica alcanza una formulación que ofrece
cierta integración conceptual epistemológica. Dilthey define la
ciencia como un conjunto de proposiciones cuya extensión viene dada
por conceptos definidos de manera unívoca y total en el sistema al
que pertenecen, proposiciones que están vinculadas conforme a unas
bases establecidas, y que luego se sintetizan en una unidad con
vistas a su comunicación, ya sea porque se puede conceptualizar en
su totalidad un elemento constituyente de la realidad a través de
una de estas cadenas de proposiciones, o porque se puede regular, a
través de una de tales secuencias, una rama de la actividad humana7.
La idea de un conjunto de proposiciones es problemática, no tanto
por las paradojas de la teoría de conjuntos que pueden ser evitadas
con una adecuada teoría de tipos, como por las implicaciones
ontológicas de postular que todas las proposiciones científicas
tienen una propiedad común más allá de la de pertenecer a una
actividad determinada a la que se ha llamado científica. De igual
forma, la idea de una definición unívoca de los conceptos
científicos es contraria a la incesante evolución, cognitiva y
pragmática, de las teorías en las que se integran aquellos, como
muestra la historia de la ciencia. No obstante, lo interesante del
postulado diltheyano es que su concepción científica no proviene de
un esencialismo ontoepistemológico, sino de la observación
histórica, de su constatación de que las ciencias humanas han
desarrollado sus conceptos y reglas a partir de su actividad social
específica, que los primeros conceptos y reglas fueron el resultado
del ejercicio de las propias funciones sociales: la ciencia política
griega a partir de la vida política que se recogió en las distintas
constituciones de la Hélade, la ciencia del derecho, a partir de la
práctica legal romana8.
Algo similar se podría decir, aunque Dilthey no lo considera en su
obra, de la matemática y las ciencias físicas, cuyos objetos van
vinculados a la actividad económica de la sociedad en la que se
desarrollan. Así la matemática, hasta la formalización de los
Elementos de Euclides, se desarrolló durante por lo menos tres mil
años vinculada a la ingeniería agronómica y de irrigación que se
desarrolló en Mesopotamia, Egipto y China9,
en un largo proceso en el que el pensamiento empírico inductivo va
dando paso a la formalización deductiva de la geometría. La
historia de la matemática muestra la dependencia de la ciencia con
respecto a los criterios de funcionalidad económica, obviamente no
en su determinación formal, pero sí en los condicionamientos
pragmáticos a la actividad científica10.
La tesis del desarrollo funcional de las ciencias es consistente con
la de la racionalidad continua, e implica la continuidad de las
descripciones y narraciones de las acciones naturales con las de las
acciones sociales. La ciencia surge como desarrollo del sistema
lingüístico vinculado a las emociones, como procedimientos
cognitivos específicos que van haciéndose cada vez más precisos en
el control de los escenarios de la experiencia, y cuyos objetos,
surgieron vinculados a estos escenarios aunque, debido precisamente a
su dimensión lingüística, son extraíbles de tales escenarios y
generalizables, e incluso admiten un tratamiento propio bajo las
condiciones específicas de un cálculo o un juego.
La
posibilidad de una definición general de ciencia, la misma idea de
que tiene sentido hablar sobre la ciencia como un campo unificado, o
sobre el todo de la ciencia, presupone que las ciencias sociales y
las físicas comparten una misma estructura lógico sistémica. En
Dilthey, esta unidad no está postulada desde un transcendentalismo
lógico, sino psicológico: desde el momento que el ser humano es un
ser natural, las ciencias sociales están fundadas en las de la
naturaleza, con las que forman una estructura piramidal, curiosamente
similar a la de Comte (aunque siguiendo criterios distintos), en cuya
base se encuentran los fundamentos de la matemática, y en la
cúspide, las ciencias sociales11.
Para Dilthey las ciencias humanas, o ciencias de la mente,
Geistesswissenschaften, hacen tres tipos de aserciones, que
pertenecen a dos clases distintas de proposiciones: las que versan
sobre hechos de la experiencia y las que tratan abstracciones
teóricas, pertenecen a una de las clases, mientras que las que hacen
juicios de valor, a la otra12.
Al diferenciar la naturaleza de los juicios de valor con respecto a
los teórico-empíricos, Dilthey pretende mantener las esferas
distintas de la acción social y la natural. Comprender esta
distinción -dirá Dilthey- nos da una fundamentación epistemológica
que impide forzar las ciencias sociales en un tipo de uniformidades
que no le son propias, pues mientras que las proposiciones teóricas
y observacionales son verdaderas o falsas, los juicios de valor son
buenos o malos13.
Los juicios de valor pertenecen al ámbito de la moral, y, en un
sentido más general, al de la psicología, ámbito que no sólo
completa el conocimiento físico, sino que lo integra dentro de una
nueva unidad, la del conocimiento humano en general. La argumentación
de Dilthey a este respecto es positivista, al considerar que
observaciones y proposiciones teóricas están exentas de valor. Esta
pretendida independencia de la ciencia natural con respecto a las
demás actividades sociales constituye el llamado problema de
demarcación14,
cuestión que estaba latente en su concepción de la ciencia como
conjunto de proposiciones, como unidad conceptual que permite asignar
una propiedad común a todas y cada una de las proposiciones de la
ciencia. Se trata de un problema ontológico surgido a la par de la
ciencia moderna, y como problema ontológico, no tiene solución
argumentada. La propuesta de Dilthey, no es sino una muestra de la
epistemología ingenua generada por el auge de las ciencias físicas
del siglo XIX, cuya culminación es el plan de David Hilbert para la
formalización de la matemática que Kurt Gödel echó por tierra. El
problema de demarcación puede ser reducido a la creencia en la
existencia de un procedimiento para decidir si una proposición
cualquiera es científica (a la que se le asigna el valor de
verdadera), o no lo es, la creencia en que el conjunto de las
proposiciones científicas tienen una propiedad única y específica
que las hace decidibles. Tendríamos que incluir entre esas
proposiciones las de la aritmética, de hecho, sin ellas podríamos
construir muy pocas proposiciones científicas. Pero como mostró
Gödel, las fórmulas de la aritmética son indecidibles: hay una
fórmula verdadera y bien construida del cálculo aritmético sobre
la que no puedo decidir si es o no deducible dentro del cálculo,
pues en ambos casos se produce una contradicción15.
Luego dada una proposición P, no puedo en todo caso determinar si es
o no una proposición de la ciencia, lo que, aunque no anula las
diferencias de las acciones sociales (morales) y las científicas, no
permite diferenciarlas a partir de un contenido intrínseco
específico, sino por acuerdo. La idea de un todo de la ciencia, en
cualquiera de las formulaciones que ha recibido, es una hipóstasis
falaz e innecesaria para operar con unidad conceptual en relación a
la idea de la ciencia. Esta unidad es la que otorga el ser humano
pensante de las acciones naturales y sociales, unidad no basada en
una síntesis transcendental de pensamiento, sino en los procesos de
la racionalidad continua que han hecho evolucionar la inteligencia de
la vida hasta alcanzar el grado de complejidad humano.
En
la propuesta de Dilthey, la diferencia específica de las ciencias
sociales con respecto a las naturales en lo que atañe a la
valoración, su irreducible componente psicológico, va a ser la
garantía de independencia metodológica de aquellas, mientras que el
tronco común que Dilthey ve en proposiciones observacionales y
teóricas, vinculadas conforme a los condicionamientos de la lógica,
será lo que permita su estructuración en un organon del saber. La
fundamentación psico-epistemológica que Dilthey hace de las
ciencias sociales supone además la limitación de sus capacidades y
campo de estudio. Cualquier incursión fuera de la mera descripción
de fenómenos queda fuera de su ámbito. Las ciencias sociales son
desde este punto de vista un paso más en el desarrollo que habían
iniciado las ciencias empíricas, al sintetizarse en ellas -mediante
una conexión interna- el hecho, la ley, el sentimiento de valor y la
regla, en una manera que no había conseguido hacer la ciencia
natural16.
La síntesis científica diltheyana sólo es posible aglutinando el
saber en torno al sujeto, pero un sujeto que ha crecido
históricamente hasta convertirse en un individuo. La antropología y
la psicología contienen la teoría de estas unidades individuales,
que aunque están encerradas en sí mismas -pues sólo lo que está
en su voluntad y en sus sentimientos puede ser un propósito para el
individuo-, ha obtenido su configuración transitoria a partir de los
contenidos generales de la mente en la historia y la sociedad17.
Las
ciencias sociales buscan desde su perspectiva describir esta unidad
psicológica desde los marcos generales de la observación y
teorización que permite la realidad socio-histórica. Para Dilthey,
común a todo conocimiento es el método racional, que toma como
fundamento el principio de razón suficiente, herramienta que
construye estructuras de conocimiento con los tres tipos de
proposiciones. Las diferencias entre las proposiciones
observacionales, las teóricas y las de valor implican que no todas
las conexiones entre los elementos de una estructura científica
social sean lógico-causales. Dilthey expresa esto diciendo que el
complejo de propósitos de la actividad humana que recogen las
proposiciones de la ciencia social forma un sistema. Las diferentes
actividades humanas determinan distintos sistemas con conceptos
específicos de cada esfera de actividad, conceptos que son distintos
a los generales de la psicología. Así por ejemplo, la religión
desarrolla conceptos que le son específicos, como el de dogma, o el
arte el de belleza. Estos conceptos, a los que llama conceptos de
segundo orden, tienen un contenido material que procede de la misma
actividad sistémica, son elementos que surgen con tal actividad, y
en la medida que se continúa en el tiempo, el concepto acumula en su
entorno hechos que lo hacen cada vez más complejo. La conjunción
del concepto y los hechos que aglutina son las herramientas
específicas que, unidas al principio de razón suficiente, nos
permiten analizar el sistema. Cuando este es el de las teorías
científicas, uno de los conceptos de segundo orden que nos permite
comprender su estructura es el de certeza científica, el cual
incluye otros conceptos de primer orden, como los de percepción,
pensamiento, conciencia, sujeto, etc. Si el sistema tratado es el de
la economía política, un concepto de segundo orden, como el de
dinero, utilizará los conceptos psicofisiológicos de primer orden
de necesidad económica, trabajo, valoración, etc.
Al
agregado de estos sistemas que utilizan conceptos de segundo orden,
lo llama Dilthey sistemas de cultura, y define el individuo como el
punto de intersección de una pluralidad de sistemas de este tipo,
los cuales se hacen cada vez más especializados según se desarrolla
la sociedad18.
Estas tesis implican que el individuo es el resultado de la acción
social de su comunidad, o lo que es equivalente, de una configuración
particular de los conceptos que integran cada uno de los sistemas de
cultura, y con más precisión, de la intersección del número
específico de sistemas que constituyen su experiencia vital. Sin
embargo, la intersección de sistemas de cultura no produciría tanto
individuos como personas, es decir, psicologías tipo desarrolladas a
partir de las combinaciones de diferentes acciones sociales, como
observamos en los desarrollos de las sociedades jerarquizadas, que
primero forman castas básicas para después designar gremios e ir
aumentando su número hasta ir cubriendo por subdivisión todas las
ramas ocupacionales, como observamos en la India moderna. Los
sistemas de cultura generan personas tipo que se transmiten de padres
a hijos. No sólo se transmiten los genes, sino los nombres, las
ocupaciones, las casas, los gustos y la psicología necesaria para
afrontar la forma de vida heredada. La individuación dentro de las
personas sociales es favorecida por una mayor variedad de formas de
vida que permita patrones psicológicos distintos, y de hecho, las
sociedades contemporáneas muestran precisamente esta variedad debida
a nuevas actividades económicas. El grupo social no favorece la
variedad per se, sino el número de personas sociales que se muestre
óptimo para el estado de homeostasis social particular en el que se
encuentra. Las resistencias a la movilidad dentro de una estructura
social, de las que tenemos abundantes ejemplos en las sociedades
jerarquizadas, son paralelas a las resistencias para la creación de
nuevas personas sociales, ya que una nueva persona supone una nueva
actividad económica que desestabiliza (y dinamiza) la homeostasis.
Así por ejemplo, el comercio de las primitivas ciudades estado fue
llevado a cabo por extranjeros19,
sin derecho a propiedad de la tierra, y siempre visto como una
actividad subordinada a las acciones económicas que daban la
identidad a la ciudad, vinculadas con las determinaciones expresadas
en los mitos locales. Hasta que la persona del comerciante no local
(el no vinculado a los productos de primera necesidad) no se
incorpore a los mitos locales con la aparición de dioses del
lenguaje y el comercio, incorporación tardía, como se ve en los
casos de Hermes o el dios nabateo Al-Kutbay, no se puede generar un
sistema de cultura con el que formar una persona para esta acción
económica, lo cual requiere un entramado mítico-ritual en el que
armonizar el sistema de cultura emergente. Otro ejemplo de las
dificultades para generar nuevas personas sociales lo tenemos en las
dificultades de la mujer a lo largo de la historia para formar una
persona social distinta a la de madre y esposa, acción para la que
se necesita la intersección de las narraciones de diferentes
sistemas de cultura femeninos, y la incorporación de estos dentro de
la estructura mítico-ritual de una comunidad dada. Las diferencias
de un ser humano a otro, dentro de un mismo plano de intersección de
sistemas sociales, se deben a las particularizaciones únicas de cada
biografía, pero sería absurdo definir la individualidad a partir de
tales particularizaciones, pues el individuo no sería más que la
diferencia con respecto a su persona social que le ha producido el
azar de unas circunstancias.
La
definición del individuo a partir de su estructura social es
consistente con la teoría de las emociones y con la experiencia
histórica. Dilthey, sin embargo, aunque vincula las cualidades del
individuo con los sistemas de cultura, mantiene un núcleo de
unicidad psicológica, individuum est ineffabile20,
que, como tal, no es más que un supuesto ontológico añadido a la
definición de individuo que la contradice, porque equivale a decir
que hay un plus psicológico no determinable ni por la acción social
de los sistemas de cultura ni por la actividad consciente cognitiva
de ese individuo, ya que si fuera cualquiera de estos casos, sería
explicitable lingüísticamente en narración de identidad. El
individuo, al igual que la persona social, es perfectamente decible a
partir de los sistemas culturales que constituyen su experiencia, es
una de las soluciones posibles en la evolución conjunta de los
sistemas culturales y naturales, pero no es la única, ni de hecho ha
sido la más corriente. El individuo inefable que Dilthey sugiere es
una solución jurídica y moral que corresponde a una forma
específica de relaciones sociales. Desde el punto de vista de la
teoría de las emociones, es una invención neocortical surgida de la
particularización legal y moral de la persona social, un proyecto
psicológico cuya viabilidad es inversamente proporcional a la acción
de las emociones básicas. Más allá del contenido jurídico, en el
plano meramente psicológico, el individuo es un proceso simbólico
autopoético de la actividad biológica, que en el plano humano es
indistinguible de las personas sociales que constituyen su acción
narrativa de identidad. El organismo social no necesita individuos
más allá de lo que el organismo biológico necesita células
individuales, pues ninguna célula aislada es indispensable, si bien,
tal organismo necesita diferenciación celular y diferenciación de
persona social, a cuyo cargo están ciertas acciones específicas que
son necesarias en el funcionamiento del grupo. La confusión
diltheyana es heredera del viejo problema filosófico de la dualidad
alma-cuerpo. Cada cuerpo es único en cuanto que ocupa un
espacio-tiempo único, si bien la persona que corresponde a ese
cuerpo es una narración de identidad que está condicionada por
mitos específicos que pertenecen a una comunidad. Tal narración no
es única, y está en función de las acciones que realiza el sujeto.
De hecho, desde el punto de vista de las valoraciones simbólicas, la
unicidad del cuerpo es subsumible a la comunidad de su fisiología,
al hecho de que comparte unas acciones fisiológicas comunes con su
especie; es más, una de esas acciones es la valoración simbólica
que lleva a cabo su constitución neural, y le lleva a objetivarse
como cuerpo y como proceso de conciencia (como memoria simbólica),
proyectando un objeto sobre otro en un juego especular del que se
hipostasia la diferencia como alma, como lo inefable.
La
propuesta diltheyana de un individuo inefable, heredera de la
tradición ontoteológica cristiana, no consigue establecer unas
bases naturalistas sobre las que fundamentar la continuidad entre el
ser humano como organismo vivo y sus producciones culturales. Al
intentar preservar la unicidad psicológica se abre un abismo
insalvable entre la acción individual y la social. Si la innere
Erfahrung define un mundo psicológico e histórico humano cuyas
condiciones son las de la voluntad (entendida en los términos
transcendentales de la inefabilidad individual), la unidad del ser
humano y el mundo sólo puede venir mediada a partir de dicha
voluntad, y en la medida que la acción natural y la
social-psicológica humana compartan algún elemento común. Dentro
del sistema diltheyano, este elemento común sólo podría ser la
razón, si bien, una razón que contenga elementos de la valoración
vitalista de la voluntad para poder establecer el puente. No
obstante, desde su sistema psicológico, no puede postularse una
síntesis cognitiva así, si no es a priori. En la propuesta teórica
diltheyana, kantiana en este sentido, lógica y epistemología ocupan
el lugar central (despojadas de sus contenidos transcendentales), por
lo que la psicología queda subordinada a estas disciplinas en cuanto
a método, aunque no así en cuanto a fundamento, que viene dado por
la vida moral del individuo inefable. Esto produce una contradicción,
porque bajo estas premisas, resulta inconsistente postular el
contenido de valoración moral que se da en las actividades
pragmáticas cognitivas, que operan con conceptos de segundo orden, y
una vida moral del individuo inefable resultado del innere Erfahrung,
que no puede pertenecer a ningún sistema de cultura específico. Se
produce una diferencia insalvable entre las valoraciones de la acción
social comunitaria y la del individuo, que para ser evitada requiere
el concurso de supuestos teleológicos en los que una razón-voluntad
(transcendental) operase como acción armonizadora universal. El
vínculo del aparato cognitivo individual con la acción social se
encuentra en una psicología desconocida para Dilthey, vinculación
que el más simple análisis epistemológico del marxismo consigue
centrando el conocimiento en una dialéctica meramente
socio-histórica que despoja al individuo de toda inefabilidad. El
marxismo, al adoptar una perspectiva evolucionista, comprendió la
unidad epistemológica de naturaleza y sociedad, dada por el ser
humano, si bien, confundió el método particular de la dialéctica
con la estructura de la experiencia histórica y natural.
El
exceso de celo de la ciencia para mantener las valoraciones morales
fuera del ámbito científico ha obedecido al propósito de evitar
prejuicios en la selección de datos científicos significativos,
pero de ello no se deriva una diferencia esencial entre acción
natural y acción social. El intento ha sido inútil, ya que hay una
forma inevitable de valoración -que podríamos calificar de
indirectamente moral- en la selección y orden del material que va a
ser utilizado en la actividad científica (social o natural), pues
esta acción selectiva requiere una generalización previa en forma
de hipótesis, lo cual, como comprendiera Dewey, es ya una valoración
en base a una teoría o a una experiencia previa21.
Si seguimos este camino de forma regresiva, acabaremos por
encontrarnos con una valoración en base a una experiencia vital,
valorada directamente por el sistema emocional. La misma matemática
toma objetos extralógicos y extramatemáticos a la hora de
construirse como ciencia, y no en el sentido de objetos que están
intuitivamente presentes como experiencia inmediata anterior al
pensamiento22,
ni como la actividad de la mente de un dios que toma como objetos
intuiciones no humanas a las que aplica una ciencia ya terminada en
su método, sino en el sentido que nos muestra la historia de la
matemática: sus objetos de investigación, antes de ser
formalizados, vinieron dados por problemas específicos de la
experiencia humana. Sin embargo, esta posición ontoepistemológica
es descartada desde las persistentes posiciones pitagóricas, para
las que las diferencias entre natural y social son irreconciliables,
al considerar que la estructura de la naturaleza es matemática, y el
ser humano no es sino una condición pensante limitadora. Podría
argumentarse en contra de esto, como en general contra las posiciones
platónicas, falta de rigor lógico: se postulan proposiciones
indemostrables con métodos que la propia matemática consideraría
inválidos y rechazaría si se aplicasen a la actividad que le es
propia, y aun así, no se reconocen como tales. Por otro lado, la
propuesta pitagórica de un isomorfismo entre nuestras estructuras
matemáticas (desdibujadas por las imperfecciones de nuestra
naturaleza) y una realidad matemática objetiva universal, es
contraria a la experiencia de teorías cambiantes que muestra la
historia de la ciencia, pero es precisamente esa imperfección humana
la que ab initio es declarada como la causa de la divergencia en
nuestra apreciación del isomorfismo. Las teorías
transcendentalistas de la ciencia, que separan por completo la acción
social humana de la acción cognitiva científica, son comprendidas
mejor, como veremos más adelante, a partir del estudio de los mitos
ontoteológicos de determinación primitiva.
A
las prevaloraciones de la ciencia natural, señaladas por Dewey, hay
que añadir las que se producen por el mero hecho de una praxis
social histórica específica, condicionamiento que, por supuesto,
afecta también a la ciencia social. Aunque la acción natural y la
acción social suponen escenarios con elementos distintos, es la
interpretación de estos lo que llamamos actividad científica, ya
sea natural o social, y es realizada por grupos sociales, en
particular por personas jurídicas. La ciencia moderna, como acción
humana, no sólo está condicionada por la actividad social en
general, sino por una configuración específica del orden social. En
concreto, ha surgido de forma paralela al desarrollo de la
personalidad jurídica, como actividad de un collegium o universitas,
que desde la época del Papa Inocencio IV (1243-54) y hasta las
regulaciones jurídicas de las corporaciones de la revolución
industrial, fue considerada persona ficta, y por ello exenta de
voluntad23,
un limbo que no fue sólo legal, sino que produjo el desarrollo de
una persona social corporativa, el científico, cuyas acciones
pertenecían a un tipo de actividad celestial, la de un imaginario
mundo epistemológico dogmático que en última instancia remitía a
la divinidad de la intelección. La larga tradición de una persona
jurídica científica que opera más allá del bien y del mal, del
error y la falibilidad de las teorías meramente humanas, no ha sido
puesta en duda como tal, ni siquiera desde los puntos de vista más
antropológicos, sino cuando el reducto puramente cognitivo colapsó
en los primeros modelos de la física cuántica. En la física
clásica, nunca hubo problemas o dudas acerca de los objetos que se
observaban e integraban las teorías, los cuales eran considerados
como entidades con existencia objetiva e independiente del
observador, ni tampoco sobre el estado epistemológico especial del
aparato con el que se hacían las mediciones, que obedecía las
mismas leyes que el sistema físico observado. No obstante, la física
cuántica presentó desde el principio un grupo de problemas
interpretativos que exigían un marco ontoepistemológico en el que
dar sentido a los resultados del cálculo. La teoría cuántica, como
la presentaron Bohr y Heisenberg, contenía algoritmos para computar
las probabilidades de resultados experimentales, pero era incapaz de
predecir procesos cuánticos individuales, o de dar una noción clara
del concepto de realidad en relación a un sistema cuántico,
limitándose a dar la imagen humana de lo que pueda ser la realidad
física24.
Aunque
ni la dimensión social de la investigación científica ni las
prevaloraciones deweyanas fueron consideradas como determinantes de
los contenidos universales de su actividad, las limitaciones
predictivas y, en general, las distintas dificultades epistemológicas
encontradas (las lógicas tanto como las directamente relacionadas
con las formas básicas de la intuición espacio-temporal, o el
propio concepto de causa), sí supusieron un cambio en la axiología
de la ciencia que afectaría a la validez de sus divisiones
internas. La física adoptó un posición más modesta de la que
había exhibido hasta aquí: ya no nos podía decir cómo es la
realidad sino tan sólo cómo entendemos nosotros algo que llamamos
realidad física. Tal cambio suponía una reducción de las
distancias entre ciencia física y social, pues la realidad física,
no menos que la social, resultaba ser una construcción
epistemológica humana, y no sólo desde el punto de vista de la
valoración que nos lleva a elegir objetos de estudio específicos
relacionados con nuestra experiencia vital (y en particular, con los
intereses de ciertas personas jurídicas que se integran en una
estructura social dada), sino también a nivel cognitivo. John von
Neuman observó que el conjunto de propiedades con sentido dentro de
un sistema de mecánica cuántica, aquellas propiedades que pueden
ser probadas de manera conjunta en el sistema, no cumplen la
propiedad lógica de la equivalencia distributiva con respecto a los
functores lógicos de la unión y la conjunción25.
La no validez universal de la ley distributiva lógica para pensar la
experiencia del mundo físico en su conjunto implica que la lógica,
tal y como la utilizamos en nuestros razonamientos ordinarios, está
vinculada a una forma particular de la experiencia, la que tiene que
ver con nuestros funcionamientos vitales como organismo, pero que no
es un organon general (en el sentido de universal) del conocimiento.
Sin embargo, la lógica que empleamos para los fenómenos del mundo
macro de nuestra experiencia tiene la misma estructura para los
cálculos de la teoría de la relatividad que la que empleamos en
cualquier razonamiento de un escenario natural, aunque la apliquemos,
tanto en un caso como en otro, de manera condicionada a nuestro
sistema emocional. La fractura se produce entre la física que
gobierna la experiencia macro y la cuántica, ruptura que las teorías
de unificación del presente aún no han resuelto, pero que hace más
próximas las tareas científicas que tienen que ver con nuestra
experiencia ordinaria, ya sea social o natural, que las que se
adentran en la composición subatómica. La existencia de dos
lógicas, la clásica y la cuántica, introduce una ruptura
epistémica en el seno de la misma física, la cual corre el riesgo
de perderse en representaciones metafísicas al desarrollar teorías
que, o son indemostrables, como los postulados multidimensionales de
la String Theory, o construyen escenarios tan alejados de nuestra
experiencia ordinaria (de fundamento emocional básico) que cuesta
dotarlos de alguna semanticidad. Pero el principio de no
contradicción lógica es irrenunciable desde un punto de vista
constructivista que se asiente en postulados ontológicos
antropológicos, ya que es una condición epistemológica a priori
(entendiendo por a priori la estructura biológica del organismo), y
está indisociablemente vinculada a nuestra intuición secuencial
finita, la cual es insuficiente para los fenómenos cuánticos, cuya
intuición precisa requiere tiempos infinitos26.
¿Supone esto la confirmación de las tesis de la diferencia radical
de las acciones físicas y las sociales? No necesariamente, pero sí
implica que cuanto más nos alejamos de las dimensiones
espacio-temporales de la vida, como en el caso de las teorías
físicas cuánticas, las proyecciones de nuestra intuición y
nuestros conceptos se hace más imprecisa. Los organismos vivos
entran terra incognita más allá de los escenarios semánticos de
los átomos, pero incluso en las proyecciones más alejadas y con
lógicas divergentes, los referentes de estas no pueden ser otros que
los procesos condicionados por la racionalidad continua, surgida del
proceso evolutivo. La ciencia social y las ciencias naturales
comparten una misma herramienta racional, la lógica clásica, y un
marco psicológico común que sirve como referente de las teorías:
el ser humano como organismo biológico evolutivo.
Si
no nos centramos en los escenarios y objetos descritos por la ciencia
física, sino en la intuición en la que se basan las herramientas
conceptuales, las mismas trabas lógicas que encontramos pueden ser
pensadas como restos de pasadas ontoteologías. El inamovible
principio del tercero excluido, aplicado acríticamente a conjuntos
infinitos, o la misma idea de infinitud, son fundamentos construidos
sobre la arena. Por eso, la mejor comparación de las ciencias
sociales y las naturales desde un punto de vista exclusivamente
epistemológico es la que podemos hacer a partir de las vinculaciones
intuitivas secuenciales que llamamos necesarias entre los objetos de
la experiencia, y del concepto de causa surgido a partir de tales
intuiciones. Este concepto ha sido precisamente uno de los más
transformados, tanto por la física cuántica como por la teoría de
la relatividad. Como argumentara Kuhn27,
más que una revisión del concepto de causa se trata de un cambio
desde el concepto de causa eficiente, tal como fue usado en las
explicaciones de la física a partir del siglo XVII, al de causa
formal28.
La progresiva matematización de la física hizo que las
explicaciones de un fenómeno acabaran por limitarse a la producción
de una fórmula en la que se vinculaban sus elementos relevantes. De
hecho, algunos de estos fenómenos, como los llamados campos, o
propiedades de la materia como el espín y la carga-color29,
no tienen una vinculación intuitiva con nuestra experiencia, sino
que sólo pueden describirse y explicarse mediante formalismos
matemáticos. En estos contextos, la noción de causa eficiente,
vinculada a nuestra sensibilidad cotidiana, no tiene contenido
explicativo. Los conceptos de trayectoria continua, no menos que el
de elemento físico discreto, dejan de tener validez fuera del
límite de la física clásica30,
en una tensión sin aparente resolución entre las fuerzas del mundo
micro y el macro en el que tenemos nuestra experiencia perceptiva
cotidiana. La fisis se plantea en este nuevo marco como un todo
indivisible, no analizable en partes distintas con naturaleza fijada
intrínseca. Onda y partícula son conceptos válidos para una misma
realidad, y las conexiones dentro de este sistema, las leyes
causales, lejos de ser conceptos deterministas, son simplemente
tendencias. La dualidad onda-partícula echa por tierra cualquier
sueño de estructura isomórfica cognitiva, mientras que la
descripción probabilística destruye el de la predicción y
anticipación. La teoría presentada en el Modelo Estándar de los
setentas, y en las posteriores teorías basadas en él de las décadas
siguientes, implica que nuestro pensamiento sobre la fisis sólo es
consistente cuando creamos una unidad conceptual ontoepistemológica
no fragmentable por la experiencia, ya que esta no es independiente
del marco conceptual31.
De hecho, los intentos de unificación de las cuatro fuerzas
fundamentales llevados a cabo desde la teoría de cuerdas y sus
desarrollos posteriores, no parten de un marco para la experiencia
física basado en nuestra sensibilidad, sino que las mismas
dimensiones del espacio-tiempo son deducidas de la teoría, y se
habla de una realidad de diez dimensiones32.
Las
entidades de las teorías de la física, como las partículas, no
menos que las entidades de teorías antropológicas, como los
dioses, obtienen su estatus ontológico a partir de la estructura
simbólica en la que aparecen. La convergencia se ha dado, entonces,
en la comprensión integrada de la experiencia en marcos formales en
los que la causación es una forma de relación compleja que incluye
al sujeto, o más precisamente, la teoría con la que el sujeto
interpreta la experiencia. Con esto, no quiero decir que la ciencia
física se haya hecho humanista, es más, los diferentes
planteamientos trasmundanos sobre la objetividad de las leyes y los
elementos a los que estas gobiernan, siguen presentes. Los llamados
objetivismos de la realidad natural están tan inevitablemente
vinculados a la actividad de la investigación física como los
platonismos a la matemática. Ya sea desde las perspectivas
empírico-realistas de Hilary Putnam, o desde las teorías del orden
implicado de David Bohm, pasando por la M-theory de Edward Witten, la
física ha retrocedido en parte en sus planteamientos psicologistas
del primer atomismo por cuestiones meramente defensivas. Una física
que renunciase a la objetividad de su estudio, renunciaría a su
fuerza epistemológica. Si el concepto de realidad física se limita
a ser un concepto humano, y no podemos decir cómo es el mundo, sino
tan sólo cómo podemos pensar nosotros la experiencia, entonces, la
física no es más que la base para la ingeniería y no la ciencia
reina de la realidad. Por otro lado, la física, como persona
jurídica que actúa socialmente a través de instituciones y domina
la producción de las narraciones sobre la realidad, no tiene
elementos psicológicos con los que hacer frente a los problemas de
la experiencia cuántica del universo (la propiedad de tales
elementos pertenecería a la persona jurídica de la psicología), ni
sabe cómo interpretar sus teorías dentro de las condiciones
biológicas y sociales de los individuos e instituciones que
desarrollan esta actividad neocortical específica. La física, y en
esto no sería distinta a ninguna otra acción explicativa racional,
no podría nunca generar un marco conceptual psicológico cuya
generalidad fuese independiente de los dominios de aplicación de
nuestra experiencia como homo sapiens; y en particular, no podría ir
más allá de la elaboración de un modelo sintáctico general del
movimiento (cambio) como experiencia.
La
comprensión de los diferentes puntos comunes de la acción de la
ciencia natural y la social ha servido para acotar el concepto de la
acción social. Las explicaciones formales de la física
contemporánea hacen superfluas las críticas que el positivismo y el
postempirismo hicieran del método de la ciencia social como mera
pseudociencia. Las pretendidas leyes universales con las que la
ciencia física ha trabajado que permitían la predicción de
fenómenos, a diferencia de las meras explicaciones que ofrecía la
ciencia social, como criticaba Ernst Nagel en la década de los
sesentas del siglo pasado33,
no son, hoy por hoy, ni siquiera explicables en un único sistema
teórico. Los objetos de la física no están mejor ni peor definidos
que los de la economía, en ambos casos su definición no es más que
su posición en un marco de interpretación. Sin la utilización del
concepto de causa efectiva, concepto sintáctico (en cuanto que
establece tan sólo una regla secuencial), la misma idea de
descripción, que implica elementos discretos compuestos en una
representación general narrativa, secuencial, pasa a ser subsumida
como elemento dentro de una estructura formal que la contiene como
posibilidad de combinación. La noción de causa eficiente presupone
un contexto de interpretación, una estructura que puede ser
linearizada en diversas narraciones-descripciones. Es fácil
hipostasiar desde la causa eficiente la causa formal que la precede,
como hicieron los pitagóricos con los números, como hace la
matemática platónica o neopitagórica, o como hizo la economía con
el principio de la mano invisible, o la filosofía de la historia con
el principio de necesidad histórica, ya sea en una estructura formal
idealista o materialista. El fenómeno de la hipóstasis de la causa
formal es central a la hora de comprender las diferencias específicas
entre las ciencias más allá de la obsoleta diferencia entre
ciencias naturales y sociales. Las críticas que se han hecho a la
ciencia social como incapaz de formalización fuerte (matemática)
son tan sólo relevantes en la medida que hipostasiamos una causa
formal responsable del universo que lo determina de manera unívoca y
total, y de la que obtiene el sentido. Sólo así el cálculo tiene
un referente exomórfico que le permite funcionar como una estructura
meramente sintáctica. Así, por ejemplo, en la definición del
cálculo lógico, la noción de implicación no es definible desde el
cálculo sino que tiene su sentido a partir de nuestra intuición de
secuencia temporal. Si la causa formal no tiene contenido reificado
objetivo, sino que es simplemente una construcción humana, no
tenemos ningún elemento de juicio que nos permita decidir que una
estructura más formalizada, por el mero hecho de su formalización,
tiene mayor contenido epistemológico que otra que no lo está. El
contenido epistemológico de una teoría o de un mito, viene dado por
la proyección de su estructura sobre las acciones de la vida, por su
capacidad de generar sentido en las acciones vitales, en otras
palabras, por su capacidad potenciadora de la homeostasis del
organismo social.
Podemos
entender la acción social como una acción vital emprendida tras un
proceso de racionalidad continua en el que se ha valorado un
escenario con implicaciones para las relaciones de equilibrio de un
grupo de seres vivos. La valoración no es tan sólo una acción
lingüística consciente, sino que tiene un rango que va desde los
protocolos automáticos emocionales básicos, pasando por los
condicionamientos ontogenéticos de las emociones enarias, hasta
procesos cognitivos plenamente inferenciales y sistémicos. La
diferencia específica de la acción social humana se encuentra en la
complejidad de la simbolización que resultó en la construcción de
organismos políticos y sistemas de cultura. Pero el proceso de la
racionalidad es continuo dentro de los organismos vivos, la vida
misma es inteligencia. Acción social es tanto la expulsión del
viejo macho dominante en una manada de gorilas, como los planes
económicos que ajustan los presupuestos de una nación para mejorar
su seguridad social. En el primer caso, asistimos a acciones sociales
directa y exclusivamente condicionadas por las emociones básicas. En
el segundo, también tratamos de emociones básicas que tiene que ver
con el cuidado del grupo, pero se trata de un grupo cuya existencia
es virtual, una estructura conceptual a la que se le han vinculado
estructuras emocionales básicas y enarias, y en la que la forma de
llevar a cabo la acción, el proceso de deliberación, requiere
construcciones cognitivas que sólo han desarrollado los seres
humanos a partir de sus lenguajes simbólicos, sistemas teóricos en
los que las anticipaciones y retardos emocionales funcionan de manera
deliberadamente ordenada. Los procesos de valoración racional que
preceden a la acción social, pueden tomar elementos y relaciones
entre ellos que provengan bien de la experiencia natural (campo de
las ciencias físicas) o bien de la experiencia socio-económica del
grupo. En ambos casos, se procede de manera análoga en lo que se
refiere a las prevaloraciones emocionales, que, en forma de
hipótesis, deciden los datos a tener en cuenta y la finalidad de la
investigación, aplicándose procesos cognitivos que utilizan
herramientas teóricas similares, lógicas y empíricas, así como en
lo concerniente a las valoraciones emocionales enarias, que
determinan fines para la acción tomando como referente la vida del
grupo social.
(Fragmento del Libro Mitopoética, Oscar E. Muñoz)
1Ética
a Nicómaco.
1094b.14 y s.s.
2Las
teorías del valor, del dinero y de la propiedad elaboradas por
Locke, como el conjunto de las teorías de Smith, están centradas
en la fundación de una ciencia económica y no en metateoría.
3La
libertad cosmológica es la facultad de comenzar un estado a parir
de sí mismo, mientras que la libertad práctica es la independencia
del poder de elección con respecto a las necesidades que impone la
sensibilidad. Kant. Critique
of Pure Reason.
A533-534.
4Véanse
los nueve principios que utiliza en Idea
for Universal History with Cosmopolitan Intent.
En, The
Philosophy of Kant:
Moral
and Political Writings.
Ed. Cit. p.p.128-144.
5Como
el que leemos en la idea de la
mano invisible
en el Libro IV, capítulo segundo de An
inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations.
p.168. Amazon. Kindle Edition.
6Véase
August Comte. Discurso
sobre el espíritu positivo.
Traducción Consuelo Berges. Sarpe. Madrid.1984. p.148.
7Cf.
Wilhelm Dilthey. Introduction
to the Human Sciences.
Ed. Cit. p.78.
8Ibid.p.88.
9Según
Eves sería extensible también a los ríos Indo y Ganges (lo que
retrasaría las fechas para esta zona). Cf. Howard Eves. Foundations
and Fundamental Concepts of Mathematics.
Dover Publications Inc. Mineola. New York. 1997. p.1.
10Como,
por ejemplo, el abandono del rigor geométrico en el cálculos del
s.XVIII a favor de razonamientos intuitivos, debido a la necesidad
de resolver cuestiones prácticas de la física y de las ciencias
prácticas.
11Véase
Wilhelm Dilthey. Relationship
of this Whole to That of Natural Science.
En Introduction
to the Human Sciences.
Ed. Cit. p. 84-85.
12Ibid
p.91.
13Ibid.
14Véase
el tratamiento de Larry Laudan en, The
Demise of the Demarcation Problem.En
Physics,
Philosophy and Psychoanalysis.
Boston Studies in the Philosophy of Science. Volume 76.
Springer. 1983. pp 111-127. Web.
15Véanse
los teoremas de Gödel en On
formally undecidable propositions of Principia Mathematica and
related systems.
Collected
Works.
Edited by Solomon Feferman; John W. Dawson, Jr. ; Warren Goldfarb;
Charles Parsons; Robert N. Solovay. Volume I. Oxford University
Press. New York. 1995.
16Cf.
Dilthey. Introduction
to the Human Sciences.
Ed. Cit. p.148.
17Ibid.p.93.
18Ibid.p.106.
19Véase
el estudio de Karl Polanyi, El
comercio y los comerciantes,
en El
sustento del hombre.
Trad. Esther Gómez Parro. Capitán Swing Libros. Madrid. 2009.
20Dilthey.
Op.Cit.. p.93.
21Cf.
John Dewey. Social
inquiry.
(En Logic
the Theory of Inquiry).
En Delanty, Gerard, and Strydom, Piet. Editors. Philosophies
of Social Science: The Classic and Contemporary Readings.
Open University Press. Maidenhead. Philadephia. 2010. p.292-293.
22Como
argumentaba David Hilbert en The
Foundations of Mathematics.
En From
Frege to Gödel: A source book in Mathematical Logic.
Harvard University Press. Cambridge (Mass.) and London. p.464.
23Véase
John Dewey, The
Historic Background of Corporate Legal Personality.
Yale Law Journal. Volumen XXXV. Abril 1926. p.p.655-673. Web.
24Cf.
David Bohm and B.J. Hiley. The
Undivided Universe.
Routledge. London and New York. 1993.
25Ni
tampoco con respecto a conjunción y unión. El conjunto de
propiedades con sentido de un sistema de mecánica cuántica es con
respecto a la implicación un lattice no-distributivo. Véase Hilary
Putnam, The
Logic of Quantum Mechanics.
En, Mathematics,
Matter and Method.
Cambridge University Press. Cambridge (Mass.) and London. 1980. p.p.
174-197.
26Según
el principio de incertidumbre de Heisenberg la determinación de la
energía de un cuerpo a escala atómica con precisión sólo se
produce en tiempo infinito.
∆E.∆t
≥ h/4π
; Siendo E la energía, t el tiempo y h la constante dePlank.
Véase
Ronald Gautreau y William Savin. Modern
Physics.
McGraw- Hill. New York. 1999. p.p. 83-84.
27En
Los
conceptos de causa en el desarrollo de la física.
En La
tensión esencial.
Fondo de Cultura Económica. México. 1987. p. 46-55.
28No
deja de ser interesante observar que la física de los siglos XVII y
XVIII había sustituido las explicaciones a partir del concepto de
causa formal por las explicaciones que utilizaban el de causa
eficiente, herramienta más apta para los intereses explicativos de
cambio de posición o de cualidad (color, temperatura) (Véase Khun.
Ibid.)
29Cada
partícula lleva diferentes cargas que determinan cómo interactúan
con otras, la carga de color o la carga-débil y las otras cargas, a
diferencia de la electromagnética que experimentamos en la
experiencia ordinaria, sólo pueden ser expresadas y explicadas
mediante formalismos matemáticos.
30Cf.
David Bohm. Quamtum
Theory.
Dover Publications Inc. New York. 1989.p.144.
31El
segundo principio (axioma) del Modelo Estándar, que es una
consecuencia de la teoría cuántica expresa: Si
hay una partícula que transporta un electrón, llevando una carga,
entonces es imposible hacer una teoría cuántica consistente a no
ser que exista un campo adicional e interactúe con esa partícula.
(Gordon Kane. Supersymmetry.
Perseus Publishing. Cambridge. Mass. 2000.p.29).En el Modelo
Estandar si existe el electrón tiene que existir el fotón, el
modelo, y el mundo que mimetiza, tienen sólo sentido como una
unidad conceptual.
32Véase
Barton Zwiebach. A
First Course in String Theory.
Cambridge University Press. Cambridge.U.K. 2004. p.p 6-10. Estos
postulados son circulares, pues la deducción, como actividad
neurológica, implica condicionamientos temporales.
33Véase
Ernst Nagel. Methodological
Problems of the social sciences
(The
Structure of Science.
London 1961).En Philosophies
of the social sciences.
Ed. Cit. p.p.39-41.
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