Wednesday, May 10, 2017

La tragedia griega



La forma mimética musical más compleja de la Antigüedad griega es la tragedia ática. Desarrollada a partir del siglo VI a. C., integra, desde el punto de vista de sus formas, los diferentes perfeccionamientos alcanzados por la lírica coral en trenos y peanes, así como las teorías armónicas y coreográficas de su tiempo en una gran representación artística. En la tragedia, se da la fusión de los tres ritmables musicales de los que hablara Aristoxeno1, lo que la constituye en el arte musical por excelencia. Pero esta sofisticada síntesis formal en la que todas las artes confluyen en un único río no es sino el resultado de la síntesis religiosa que formula la sociedad ateniense entre el siglo VI y el cuarto, en la que la musical religion helena encuentra el gran rito en el que vehicular sus creencias sobre el mundo.

Los griegos, que en sus dioses dicen y a la vez callan la doctrina secreta de su visión del mundo, erigieron dos divinidades, Apolo y Dioniso, como doble fuente de su arte. En la esfera del arte estos nombres representan antítesis estilísticas que caminan una junto a otra, casi siempre luchando entre sí, y que sólo una vez aparecen fundidas, en el instante de florecimiento de la voluntad helénica, formando la obra de arte de la tragedia ática2.

Al contrario de lo que afirma Nietzsche, no es tanto una cuestión de antítesis estilística como de finalidades diferentes con respecto a la configuración específica que tiene que alcanzar la experiencia religiosa, finalidades fundamentadas en dos formas distintas de mímesis con respecto a la divinidad,pero íntimamente relacionadas. La síntesis que supone la tragedia, festividad religiosa en honor de Dionisos no es más que un desarrollo profundo de la doble dimensón mimética que se encuentra en el señor de las Ménades.
Hasta aquí he caracterizado la figuras de Apolo y de la Ménade, como personajes que entran en el trance de posesión, pero poco he dicho sobre la personalidad de Dioniso. Se suponía que era la divinidad que en el teatro actuaba tras las máscaras. Claro que si está detrás de todos los personajes y es el despliegue de todos, algunos de ellos tienen que recoger la faceta apolínea o mimética participativa que como portadora del principio de individuación sirve de referencia para la posesión. Es decir, al menos debe haber un actor a cargo de la representación con respecto al que se define el estado de posesión, y asimismo, cuando menos uno de los personajes de la tragedia tiene que actuar de manera mimética participativa y no posesiva si es que la historia ha de ser algo más que unos cuantos gritos de bacantes.
Desprovisto Dioniso de su mimética participativa -en las formas más indiferenciadas de la divinidad- lo que lo distingue con respecto a otros dioses, y en particular con respecto a Apolo, es su despedazamiento ritual como apoteosis del placer afrodítico y la hermandad universal3. Pero esto no es suficiente para caracterizar a un personaje como Dioniso, aunque sea necesario. La apoteosis afrodítica y la hermandad universal tienen que ir acompañados de catarsis, de una purificación de las emociones y una renovación de los valores de la comunidad. Aristóteles habla de una apropiada purga de las emociones de piedad y miedo4 como específico del efecto de la tragedia: Dioniso tiene que ser capaz de reportar bienaventuranzas con su sufrimiento, tiene que liberar a través de su posesión.
No obstante, hay multitud de elementos comunes a ambas divinidades, como ha sido generalmente admitido en muy diversos estudios sobre la religión griega. Así, según el completo análisis de Otto, la unión de ambas divinidades obedece a muy consistentes motivos.

La religión Olímpica nunca repudió o rechazó lo terrestre sino que siempre reconoció su sacralidad. Éste es el motivo por el que los impulsos más importantes para vitalizar el culto dionisíaco fueron hechos desde el Apolo délfico. Es más, Dioniso mismo vivía en Delfos con Apolo, e incluso parecería que no sólo disfrutaba de los mismos derechos que él, sino que era de hecho el señor del lugar sagrado5.

Según Karl Kerenyi, tanto Apolo como Dioniso se corresponden con el mitologema del niño primordial6. Apolo, Dioniso, Hermes, Zeus, Poseidón y otros dioses, aparecen el la literatura griega tanto como niños como siendo hombres con barba, adultos en la plenitud de sus capacidades.

Los jóvenes divinos del arte griego clásico - el ideal clásico de Apolo, Hermes y el joven Dioniso- no deben comprenderse como indicadores de un rejuvenecimiento general del mundo helénico. No es que las divinidades barbudas hayan dado marcha atrás en su desarrollo (incluso en la Ilíada Hermes aparece como un joven), sino que el efebo idealizado de la edad “agonal” dio validez al niño divino en una forma algo más madura de concordancia con la esencia de esas divinidades que la del hombre adulto. También, el carácter hemarfrodita del Niño Primordial ganó aceptación cuando el ideal del niño aninfado apareció en la cultura griega7

Tanto Apolo como Dioniso representan entonces una variación del mismo tema, de hecho, en Delfos, ambas divinidades alternaban sus poderes, y Dioniso se convertía en un chamán con poderes mánticos de forma estacional, cuando Apolo marchaba en los inviernos con los hiperbóreos. Dioniso es también conductor de almas, Heráclito lo identifica con Hades8, por lo que sus campos de acción se entrecruzan y confunden. La mímesis apolínea que observábamos en el trance dionisíaco era comprendida por los griegos en su dios bicorne Dioniso, naturaleza doble que compartía con Apolo, como prueban los testimonios que tenemos acerca de sus esporádicas locuras no-mánticas. Según Ovidio, Apolo desolló vivo al sátiro Marsias y clavó su piel en un pino después de haberle vencido en un certamen en el que se dirimía quién era mejor músico de los dos9. También hay noticias de Apolo persiguiendo a la ninfa montañesa Dafne -de la que se había enamorado, sin correspondencia en la pasión -tras una maniobra del juguetón Eros10.
En suma, hay dos principios diferentes, pero que son los mismos en ambas divinidades: un principio de individuación y actividad como el que se observaba en la mímesis participativa de los chamanes,y un principio de éxtasis pasivo con capacidades psicológicas regenerativas a partir de la pérdida de conciencia -o principio de posesión. La primera de las facetas es la que se asocia principalmente con Apolo -aunque no la única-, mientras que la segunda es la dionisíaca. Pero la divinidad chamánica debe ser comprendida en su doble faceta.
¿Y qué personajes de las tragedias se adaptan al modelo del Dioniso así propuesto, representante de la apoteosis del placer afrodítico y hermandad universal capaz de producir catarsis en su desmembramiento o sufrimiento ritual a la vez que mantienen la mímesis apolínea? ¿Qué personajes, en suma, representan al bicorne Dioniso en su doble dimensión luz-oscuridad, y qué personajes son meros bacantes?11Ofrezco a continuación el examen de algunos personajes de tragedias concretas para ver el alcance de esta hipótesis de la doble naturaleza de la divinidad de la tragedia. La importancia de la tragedia en toda la poética occidental justifica este aparte, pues va a servir como punto de referencia no sólo para comprender el trasfondo religioso-político que florece a partir de la actitud mimética en todo drama musical - y aquí habrá que incluir después la ópera-, sino para comprender cómo la mímesis llegó a alcanzar su dimensión crítica en la tragedia de Eurípides, en la comedia ateniense y en la propia filosofía de Platón.
Un primer candidato en Esquilo para el puesto de máscara de Dioniso bicorne es Prometeo:

Pues yo, ay de mí, por donar los mayores regalos a los
mortales, estoy prisionero atado a estas cadenas; sí, en tallos
de hinojo prendí el oculto retoño del fuego robado
Que es para los hombres maestro de todas las artes12

Si a estos rasgos unimos el carácter de vidente que Prometeo muestra durante la tragedia, el personaje se corresponde más con un chamán que con un Dioniso, es más un Apolo que ha sido castigado por las enseñanzas y los beneficios que ha traido desde las regiones oníricas de los mundos de los espíritus hasta la vida de los hombres. Es un conductor de almas en el inframundo; es el único que se ha atrevido a ir más allá de la voluntad de Zeus para liberar a los mortales:

De ir hacia el Hades herido por el rayo13

Prometeo es el Apolo que ha llevado a los seres de un día las mayores bendiciones, es el chamán que ha sacado a su comunidad de la oscuridad en la que vivía y ha mostrado la luz. Pero su despedazamineto le hace un Dioniso, aunque un Dioniso que mantiene la conciencia en su desmembración. Se trata entonces de un Apolo-Dioniso o de un Dioniso en el sentido más amplio, como ya había señalado Nietzsche en El Nacimiento de la Tragedia14.
Si la implantación del patriarcado puede considerarse como un bien para la comunidad entonces Orestes es un Apolo portador de una nueva ley; de lo contrario, es tan sólo un matricida atormentado. Esquilo le hace actuar en su crimen bajo los auspicios de Apolo, sugiriendo, por el resultado final del juicio ateniense que instaura el derecho del Padre, que todo el sufrimiento de Orestes es parte de ese viaje al Hades en el que el proceso de individuación requiere una distancia con respecto a la Naturaleza-Madre Clitemnestra.

Coro: ¡El dios profético te incitó al matricidio!
Orestes: Sí, y hasta ahora no lamento lo que hice.
Coro: Cuando se te encuentre culpable, cambiarás tu tono.
Orestes: Confío en que mi Señor me envíe ayuda desde la tumba.
Coro: ¡Confía en los muertos, tú, asesino de tu madre!15

Orestes está reclamando la protección de su guía de almas, de Apolo, y pone la acción en un contexto chamánico. El eleusino Esquilo comunicando enseñanzas místéricas que le costaron el exilio de Atenas16, confirma en la Orestíada la tesis de Bachofen de que Dioniso y Apolo, a pesar de sus principios u orígenes matriarcales ayudaron de manera definitiva a la instauración del patriarcado en Grecia 17 como sustitución del Demetrismo eleusino.
Las mismas razones que hacen de Orestes máscara de Apolo-Dioniso desacredita el sufrimiento de Electra, y el de Jerjes o el de Etéocles, o el de Dánao, personajes todos que por separado no manifiestan una mímesis de la divinidad sino como bacantes, que a la vez despedazan y son despedazados en las acciones que el destino-devenir-Dioniso les impone. El descrédito es obviamente como personajes apolíneos y como Dioniso, aunque no como posesos de la divinidad del Tirso. Por otro lado, sobre el carácter apolíneo-dionsíaco de Agamenón cabe alguna duda. Su muerte a manos de Clitemnestra y Egisto es ritual. Sin embargo su vida guerrera no es de manera clara una bendición para los griegos, no aporta nada nuevo, sino al contrario es un bacante que lleva a Troya la locura de la destrucción y la muerte, tal como lo presenta Esquilo en la tragedia Agamenón ,es portador de sobrecogedor dolor y tormento para todos18. Agamenón con su muerte y su vida destructora- como continuador de la terrorífica orgía de los átridas - es bacante y Dioniso, pero sin ninguna dimensón apolínea: no puede ser entonces el dios bifronte de la tragedia.
Con respecto a Sófocles, su Héecules se corresponde con el Apolo - Dioniso del que estamos hablando, de hecho son variaciones del mismo tipo de divinidad:

Zeus, Apolo, Dioniso, Hermes, Esculapio, Hércules, todos pueden ser contemplados evolucionando a partir del mismo “niño primordial” mitológico que originalmente comprendía al creador y a la criatura19.

Es decir, todos estos dioses manifiestan un doble carácter activo y pasivo, de creador y criatura, de mímesis participativa e identificativa capaz de funcionar en algo así como en el motor psicológico de la obra, función que enseguida veremos como característica fundamental del coro.
Por otro lado, semejante a Heracles es el sofocleo Filóctetes, a quien el poeta ateniense hace aparecer al final de la tragedia como guía que lo saca de su infierno particular en la isla de Lemnos. Hércules dice a Filóctetes:

Por tu bien he venido desde los tronos celestiales, para mostrarte los planes de Zeus y preparar el viaje al que vas a partir; presta atención a mi consejo.20
Filóctetes, a quien el oráculo ha hecho indispensable para acabar la guerra contra los troyanos como portador del arco de Hércules (recordemos el arco de Apolo) es el chamán pero también es el Dioniso.
El personaje del infortunado Edipo es un clarísimo Apolo-Dioniso. Resuelve el enigma de la esfinge y libera a su comunidad de la opresión de la muerte, luego sufre por ello y después acaba sus días en la colina de Demeter, arrastrado con los inmortales por obra de un rayo del Zeus de las sombras.21 El examen psicológico de los personajes de la tragedia en Sófocles y Esquilo nos lleva a la misma conclusión: en los personajes de ambos encontramos dos modelos:el del Dioniso doble y el de los bacantes, como corresponde a la fiesta en honor de la divinidad del vino y la cosecha. La síntesis alcanzada en ese Dioniso dramático supone una muy sofisticada forma de religión.
Nietzsche, en una de sus tesis fundamentales de El nacimiento de la tragedia , había acusado a los dramas de Eurípides de acabar con la tragedia ática por la supresión de sus principios fundamentales religiosos:

Nunca hasta Eurípides dejó Dioniso de ser el héroe trágico22

Esta afirmación, a la luz de lo aquí expuesto sobre la doble naturaleza de Dioniso, no tiene demasiado sentido. Bien es cierto que con Eurípides la dimensión apolínea se perfila nítidamente en sus héroes como deseable frente a la orgía bacante, y que la humanización que propone de los dioses y la tragedia produce el triunfo de la individualidad y la voluntad frente a los hados. Eurípides va a dar menos versos al coro que ningún otro trágico para conseguir precisamente una mayor individuación. Sacrifica la música de la orquesta a favor de la de la escena exaltando la monodia y los duos líricos23, consiguiendo con ello reforzar el carácter apolíneo del drama.
Eurípides proclama por boca de Clitemnestra ante Aquiles, antes del salvaje sacrificio humano que los argivos quieren ofrecer a los dioses para poder seguir hacia Troya, la necesidad de dioses racionales: Aquiles se ofrece a detener la mano criminal de los atridas, a lo que Clitemnestra le responde con agradecimiento y Aquiles anuncia el triunfo de lo apolíneo:

Más poderosa luchadora es la razón que el miedo24.

Esta razón de la que se habla es la más general, la del discurso y la palabra capaz de desentrañar la barbarie y el misterio. Es la palabra curativa del chamán, como muestran los versos de Ifigenia dirigidos a Agamenón en la misma tragedia un poco más adelante, y es el principio operativo de toda la mímesis participativa:

Ojalá tuviera la lengua de Orfeo, mi señor, para encantar con mi canción a las rocas para que me siguieran, y embrujar con elocuencia a quien yo quisiera25.

Eurípides quiere enfatizar la necesidad de un discurso creador y ordenador, portador de beneficios, el mayor de ellos, la vida individual, a partir de la que todo se ordena.

Quien ruega por su muerte está loco. La peor forma de vida sobrepasa la muerte más gloriosa26.

Con Eurípides se alcanza una forma de lirismo individual nuevo. Por primera vez la angustia de la muerte propia surge en la escena con toda su intensidad, la intoxicación de la religión dionisíaca es sentida como un mal y como un peligro, pues para Eurípides sólo hay vida si hay identidad. Por ello el poeta pone estos versos en boca de la Muerte y dirigidos a Apolo:

¡Ajá, aquí estás en el palacio! ¿No me dejarás un sitio a mí Febo (...) Tú remueves las marcas de los dioses de la oscuridad y haces vanos todos sus honores27.

La razón pide este tipo de dioses, o lo que es lo mismo, reclama su derecho único a ser divinidad, diciendo que fuera de ella sólo está la oscuridad de lo que no tiene forma, y que no es precisamente por no tener forma. La doble dimensión de la divinidad parece inclinarse en la única dirección de la luz y la individuación. Claro que el sentido de Eurípides para la vida cotidiana, su percepción del sufrimiento y las angustias entre los humanos, le llevan a no dispensar del todo el dionisismo, sino a considerarlo como la base desde la que lo apolíneo se destaca y reclama una independencia ontológica. Eurípides comprende, como iniciado en los misterios que han nutrido la génesis del arte que practica, que la continuidad entre el apolinismo y el dionisismo es necesaria, tan sólo polariza la tendencia hacia el dios de la luz y comprende su contraparte, Dioniso, a partir de esta divinidad. Por eso el lirismo del duo de Admeto y Alcestis28 mientras ésta ve que su vida se apaga, o el solo de Ifigenia en el que expresa su apasionado deseo de seguir viviendo y repite en su canto que dulce es la luz29, suponen un tipo de sentimiento muy distinto al nihilismo que predominaba en los trágicos anteriores:

El mejor premio es no haber nacido, pero cuando un hombre ha visto la luz, lo siguiente mejor, con diferencia, es que vuelva rápidamente al inframundo, de donde vino30.

O como cuando el coro sofocléo canta como últimas palabras del drama de Edipo:

Por lo tanto, mientras nuestros ojos esperan ver el día final destinado, no debemos llamar feliz a ningún mortal, hasta que haya cruzado la frontera de la vida, libre de dolor31.

La reafirmación apolínea de Eurípides pasa por desacreditar el carácter apoteósico del afroditismo, presentando una Afrodita transgresora del orden demetriano del matrimonio y de la ley patriarcal que a partir de Demeter se desarrolló después32, para producir una regresión al estado hetérico anterior33, lo que los griegos sentían como amenaza de barbarismo. Eurípides presenta en Hipólito a una caprichosa Afrodita que destruye el orden y los fundamentos de la ciudad de Trecén por la renuncia que ha hecho el sacerdote de Artemisa a todo contacto sexual. Con finalidad similar introduce en el prólogo de Bacantes a un Dioniso cruel que va a destrozar a un individuo específico, un hombre histórico con nombre, mediante un coro de ménades entre las que se encuentra la propia madre de la víctima.
Los elementos chamánicos aparecen continuamente en Eurípides, no menos que en los trágicos anteriores: el Apolo que abre el discurso de Alcestis, así como toda la historia relatada, o el personaje Ión, sacerdote e hijo de la divinidad del arco en Delfos, el Edipo que presenta en Las Fenicias, etc. Pero la configuración específica de las dos formas de experiencia musical ha variado con respecto a los músicos que le preceden: hay un tono general de sensatez distrubuído por todos los personajes euripidéos que es intensamente apolíneo. En los momentos en los que sus tragedias alcazan las cotas máximas de horror, hay una intención clara de producir una catarsis ejemplar en el espectador. Cuando Aristóteles llama a Eurípides el más trágico de los poetas34 y señala que sus tragedias son las que producen el mayor efecto, se debe principalmente al punto de vista apolíneo desde el que todas las acciones del drama son representadas, punto de vista que se reclama como la necesidad de un logos que dirija las acciones, un logos que opera como principio de mímesis.En algunas ocasiones consigue esto precisamente destacando el aspecto orgiástico del coro, como en el canto bacanal a la Gran Madre en Helena35 o el desgarrado, por fuera de contexto36, coro nupcial de Ifigenia en Áulide:

Oh, qué himeneo sonó con el grito de la glauta libia, con el paso de los bailarines respondiendo a la voz de la cítara, con el trino de los aulos felicitando con alegría37.

que contrasta la pasión afrodítica y el éxtasis dionisíaco de la danza con la situación de terror en la que se encuentra Ifigenia, haciendo que el canto de gozo se convierta en una agonía tensa. En Medea el coro, por contra, expresa directamente la conciencia del dolor que produce la acción bacante:

¡Oh, desgraciada de tí! Tu miseria es la causa de mi aflición, aflición por la angustia del problema con el que te enfrentas!38.

Y hace participar al oyente del desgarramiento de la turbulenta acción de Medea, como en los coros que en Hécuba expresan las desgracias de las mujeres vencidas y hechas esclavas39 con desgarradoras notas corales, o como el lamento que de principio a fin interpreta el angustiado coro de Las Troyanas que todo lo ha perdido.
Pero Eurípides en sus coros, salvo por el hecho de reducir su participación en la obra para destacar el papel del individuo en medio de las orgías sociales de la guerra y la pasional destrucción, no hace sino repetir el modelo de coro de sus antecesores, es decir un coro que oculta a un Dioniso bicorne. Las diferencias miméticas en Eurípides y sus predecesores se dan más en cuento al punto de vista del poeta con respecto a la acción que en las divinidades particulares, con sus correspondientes caracteres psicológicos, que se están representando. Los principios de Eurípides son los principios del chamanismo, y su logos chamánico no es sino el extremo alcanzado por el logos de Sófocles y Esquilo que dirige la dimensión ética de la mímesis. La tragedia, como ceremonia educadora, como espectáculo moral, no puede sino trasladar la teoría de las proporciones chamánicas pitagóricas o números ideales al conjunto general de valores de la sociedad en la que se da, lo que no puede hacerse sin el mantenimiento de un tono de prudencia o sofrosine de fondo, algo así como un bajo continuo y profundo sobre el que destacar los imprevisibles cantos de Dioniso.
La voluntad final del poeta-chamán trágico es conjurar esa incertidumbre y transformarla en triunfo del yo ordenador a partir de una ceremonia de confrontamiento con el horror. Si examinamos los coros de Sófocles descubrimos también fuertes tendencias apolíneas en sus comunicaciones con los héroes.

¡Nada de cólera, por los dioses!, pues de lo que ambas decís se puede sacar provecho si tomaras tú los buenos consejos de ésta y ella los tuyos.40

En Edipo Tirano41 el coro es apolíneo cuando dice que tanto Tiresias como Edipo se han dejado llevar por la cólera en la discusión, y que precisamente eso no es lo que hace falta en las circunstancias en las que se encuentra. Más adelante en esta misma obra 42 el coro invocará de manera conjunta a Apolo y Dioniso en el mismo canto. En Edipo en Colono, el coro de ancianos atenienses se comporta como tal durante la obra, con extraordinario buen juicio, y no como bacantes. En Antígona43 el coro afirma que la mente dominada por la pasión, especialmente en la juventud, es peligrosa, y las palabras del coro con las que se cierra esta tragedia parecen dichas directamente por boca de Febo:

La sabiduría es la forma suprema de la felicidad, y la reverencia y respeto por los dioses debe ser inviolable. Las palabras llenas de orgullo son siempre castigadas con grandes golpes, y en la vejez, enseñan al castigado a ser sabio.44.

En Filóctetes45 el coro canta lo infelices que son los hombres que no llevan una vida moderada. En Ayax46, a pesar del dionisismo general del coro, este desea que la prudencia asista a Agamenón y a Teucro para poder pensar con sensatez en medio de la disputa que mantienen.
Por otro lado, el coro esquilano tiene una fuerza dionisíaca innegable pero se encuentra en términos generales bastante compensada con el apolinismo. En Prometeo encadenado47 el coro de Oceánides exhorta al titán a deponer su orgullosa actitud y adoptar la sabia cordura en sus actos. En Siete contra Tebas48 el coro aconseja a Etéocles que abandone el primer impulso que le suscita la pasión. En Agamenón49 el coro de ancianos expresa en un largo canto con tonos dionisíacos, una esperanza apolínea de orden para la casa de Atreo, rogando que no corra sangre por motivo de la venganza de la reina, y deseando que del sufrimiento surja la cordura y la sabiduría. En esta misma obra, el coro proclama ni más ni menos que el principio de individuación:

Yo tengo mi propia mente, separada de los otros50.

Y en Coéforas51 se mencionan las victorias fatales que la pasión amorosa desordenada trae a los humanos, y el coro concluye la tragedia52 con el deseo de que toda la furia y la calamidad levantadas por la pasión lleguen a un fin.
El coro que canta en Euménides es especialmente interesante. En este drama las tres Erinias pasan de una actitud destructora implacable, al principio de la obra, con respecto a Orestes, y de un enfrentamiento radical contra los olímpicos que le defienden, al más docil acatamiento de la decisión del tribunal que la diosa Atena ha formado con los atenienses. El cambio es mediado por un diálogo en el que la diosa de la sabiduría convence de forma razonada a los implacables perseguidores de Orestes, que acaban bendiciendo a toda la ciudad de Atenas:

Y por esto también he de rogar: que Discordia la que nunca se sacia con el mal, pueda jamás hacer rapiña en esta comunidad, ni la confusión, que bebe la oscura sangre de las venas de los ciudadanos, a través de su ansionsa sed de venganza(...)53.

La dinámica de este coro ilustra perfectamente la doble dimensión de la divinidad tras la máscara, y su polarización final hacia lo apolíneo, la individuación y el logos como soberano de las acciones. El apolinismo fue formulado, en todos los pasajes señalados, como antídoto contra una existencia que se tenía por turbulenta y destructora. En la cuarta antistrofa del coro de Suplicantes el propio Esquilo había formulado las llamadas tres grandes leyes que los griegos adscribían a Triptólemo: honrar a los padres, rendir culto a los dioses con los frutos de la tierra y no herir hombre o animal, de las que Esquilo destaca las dos primeras en el contexto de la obra pero que eran consideradas en conjunto como sagradas 54. En este sentido, Esquilo lleva el mundo homérico en la dirección socrática mucho antes que Eurípides, y de hecho, estableció las bases que le permitirían a éste dar el paso definitivo para la apolinización final de la religión que de forma plena sólo fue hecha por su amigo Sócrates, y sobre todo, en las formulaciones de Platón.
Tomada en su conjunto, los rasgos comunes de la tragedia apuntan a una muy compleja y sofisticada forma de religión en la que el poeta, mediante una acción dramática, formula un punto de equilibrio moral para la comunidad, propensa a desgarrarse en individualidades y particularizaciones psicológicas, a la vez que propensa a disolver todos sus principios de orden en una gran orgía de los instintos. Goethe destacó la importancia del balance alcanzado por las emociones contrarias y la neutralización de tales emociones55, pero la evolución de la tragedia parece mostrar que la neutralización no era suficiente y el platillo de Apolo necesitó un peso extra para conseguir los objetivos religiosos de cohesión social.
La tragedia establece modelos morales de comportamiento, modelos para la participación mimética de la sociedad de gran utilidad para la cohesión social56, y no parece despreciable el influjo que este arte operó en Platón, via Eurípides, Sócrates y Eleusis, a juzgar por lo que rastreamos en su obra. El modelo mimético que Esquilo propone, la actitud más generalizada de sus personajes, es la identificación con el destino de forma participativa, su aceptación, sea favorable o adverso, que no es otra cosa que la aceptación de la individualidad dolorosa en medio de sus embates, como le ocurre a Prometeo. Esquilo comprende que todos los males ocurren por la individuación, pero es también el suelo de todo bien. La medida de las cosas la da la justicia que viene a su vez expresada en la costumbre de las tres Leyes. La mímesis doble es por tanto la de la de como individualidad ajustarse a las tres grandes leyes morales y al propio destino-Dioniso. La divinidad modelo es Zeus como Niño Primordial en el sentido de Kerenyi, por eso Esquilo canta a Zeus sea lo que sea57 sin comprender su naturaleza del todo, aunque comprendiendo la necesidad de un punto de referencia divino:

Sí, Zeus, quien condujo a los hombres por el camino de la sabiduría y fijó con rapidez la ley de que el dolor es ganacia(beneficio)58.
Y el dolor es la individuación.
En Sófocles sin embargo, el equilibrio se alcanza no con la actitud prometéica sino con un apolinismo pesimista encarnado en la figura de Edipo. De forma instintiva Edipo ha incurrido en las formas más espantosas de regresión, pero cuando encuentra su yo reniega de sí mismo y rechaza todo lo que ha hecho. Edipo no puede suicidarse como Ayax, por mucho que la muerte sea el mayor bien de los hombres, pues debe asumir el precio de su conciencia. De hecho la segunda parte de su vida, su exilio y su ceguera, su continuo tormento en los recuerdos, es el corolario del enigma de la Esfinge que resolvió: la identidad del hombre y la divinidad, una divinidad que es un continuo despedazarse para que surja una nueva identidad, que es siempre la misma, en suma, las enseñanzas que se impartían en Eleusis. No por casualidad Edipo es llevado por la divinidad en la colina de Demeter59, la cuidadora de las plantas. La mímesis de Sófocles es pietista, pues propone el modelo de Edipo sin que el intelecto haga demasiadas preguntas:

Oh, hijas mías, tenéis que ser nobles y mostrar coraje, y marchad de este lugar, no preguntéis si podéis presenciar imágenes no permitidas, y oir aquellas conversaciones que no se pueden escuchar.60

Sófocles apela a la fe, pero también al heroísmo de quien mantiene sus ideales de individuación (como los de Esquilo) a pesar de no comprender todas sus significaciones. La clavija que tensa la individuación esquilana sufre con Sófocles un nuevo giro.
La síntesis religiosa de Eurípides parte del mismo suelo que la de sus predecesores pero alcanza diferentes resultados. En Eurípides los modelos no son las acciones de grandes hombres y mujeres, sino la propia posición del poeta. Muy criticados fueron los prólogos euripideos, en los que la tragedia comienza con un discurso de algún dios a la audiencia, haciéndola partícipe de sus intenciones y, a la vez, divino, pues los auditores son capaces de establecer una distancia entre ellos mismos y lo que presencian. Pero estos prólogos son precisamente la diferencia apolínea con respecto a la tragedia anterior. Los espectadores asisten al despedazamiento dionisíaco de la existencia, pero lo hacen con cierto desapego, cierta distancia crítica que es la base de la individuación. El espectador se convierte en Chamán participador, no es arrastrado simplemente por el desarrollo de los acontecimientos como los personajes humanos, sino que como un dios, se distancia de ello y se define a sí mismo a partir de dicha distancia. Sólo en esa distancia lo inexpresable dionisíaco adquiere su potencia religiosa. De poco o nada le vale al artista el convertirse él mismo en obra de arte, como Nietzsche caracterizaba al arte dionisíaco61, si no es capaz de tener experiencia de sí mismo como tal, si no hay un elemento de mímesis participativa que controle la experiencia musical. Tal separación, cuando se fuerza un poco, produce como corolario la crítica que conduce desde la teología a la filosofía. Frente a un Sófocles que canta autocomplacido las virtudes y la sensatez del pueblo ateniense, Eurípides se dedica a mostrar los lados oscuros de los valores imperantes, destacando los sectores más marginados de la ciudadanía, mujeres, niños y extranjeros en la orgía social. Su síntesis trágica abre el camino para la mímesis de la comedia, la representación crítica por excelencia, y los diálogos platónicos.



1 Según este filósofo: Hay tres clases de rhythmizomena, habla, melodía y movimiento corporal . Consecuentemente, el habla dividirá el tiempo a partir de sus propias partes, a saber, sílabas y palabras, y las demás. La Melodía lo dividirá por sus propias partes, las notas y los intervalos de silencio y grupos de notas; el movimiento corporal lo dividirá por sus señales y posiciones y cualquier otra parte de movimiento que pueda haber. Elementa Rhythmica. II. 9. Clarendon Press. Oxford 1990. p. 7
2 Friedrich Nietzsche. La visión dionisíaca del mundo, escrito preparatorio a El Nacimiento de la Tragedia. Alianza Editorial. Barcelona 1991. p. 230.
3 Cf. J.J. Bachofen. Introduction to Mother Right. En Myth, Religion an Mother Right, selected writings of J.J. Bachofen. Princeton University Press. 1973. p. 102.
4 Cf. Aristóteles. Poética. 1449b. 25 y s.s. Dover Publications. New York. 1951. p.p.22-23.
5 Walter Otto. Dionysus, Myth and Cult.Indiana University Press. Bloomington and Indianapolis.1984.p.203.
6 Cf. Karl Kerenyi. The Primordial Child in Primordial Times. En Essay on a Science of Mythology. Princeton University Press. 1993 p. 66
7 Kerenyi. Ibid. p. 66.
8 Heráclito. Fr. 15. Clemente, Protréptico 43. En Los Filósofos Presocráticos de G.S. Kirk y J. E. Raven. Gredos, Madrid 1981. p. 298.
9 Cf.Ovidio. Metamorfosis.Libro VI v.v. 382-400.Ed. Juventud.Barcelona. 1991. p.125.
10 Ibid.Libro I. v.v. 452-567. Ed. Cit.p.25.
11 Mis análisis se limitan al corpus de las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, cuyos dramas musicales han sido los de mayor efecto en las poéticas occidentales.
12 Esquilo. Prometeo Encadenado. v.v.106-111. Traducción a partir de las versión en Aeschilus Tragedies. Harvard Heinemann Vol I. London and Cambridge (Mass.) 1983. Junto con la versión en Edaf.Madrid 1989.p.34.
13 Ibid. v. 244.Edaf.Ed.Cit.p.37.
14 Véase la sección nueve de esta obra.
15 Esquilo. Euménides. V.V. 595-599. Aeschilus tragedies. Ed. Cit.p.327-329.
16 Según Plumptre, que recoge noticias de otras fuentes, en el año 468 a. C. Esquilo fue acusado de impiedad por haber profanado los misterios de Eleusis divulgando en sus tragedias conocimientos solo permitidos a los iniciados, lo que le costó el exilio en Siracusa. Véase E.H. Plumptre. Cronological Outline to Aeschylos Tragedies en Aeschylos Tragedies and Fragments. D.C. Heath and Co. Boston 1906. p. 13.
17 Véase Bachonfen.Ibid. Ed. Cit. 111-117.
18 Cf.Esquilo.Agamenón. V.V. 1448 y s.s. Aeschilus Tragedies. Ed.Cit.p.p. 128 y s.s.
19 C. Kerenyi.Ibid. Ed. Cit.p. 105.
20 Sófocles. Filóctetes. 1411- y s.s.Traducción a partir de dos versiones. La de Harvard-Heinemann: Sophocles tragedies. Vol.I.London and Cambridge(Mass.) 1981. Y la versión de Las tragedias de Sófocles.Edaf, 1985.p.461.
21 Cf.Sófocles.Edipo en Colono 1570 y ss. Sophocles tragedies. Vol I. Ed.Cit. p.p.288-289.En donde se nos relata el último viaje a los infiernos de Edipo y su rapto final por la divinidad.
22 Nietzsche. El nacimiento de la tragedia. Cap. 10. Alianza Editorial, Barcelona 1991. p. 56.
23 Cf. Pintacuda.Ibid. Ed.Cit.p.167.
24 Eurípides. Ifigenia en Áulide. v.1013.En Euripides Tragedies. Harvard-Heinemann. London and Cambridge(Mass.).1978.p.p.96-97.
25 Ibid.v.v.1211-1213.Ed.Cit.p.p.112-113.
26 Ibid.v.v. 1251-1252.Ed.Cit. p.p.114-115.
27 Eurípides. Alcestis. v.v. 28-31. Harvard-Heinemann. Vol.IV. London and Cambridge (Mass.). 1980. La declaración lleva desde luego todo el sello eleusino.
28 Ibid. v.v. 371-392. Ed.Cit.p.p.435-439.
29 Cf. Euripides.Ifigenia en Áulide. v.v. 1211-1252.Ed.Cit.p.p.113-115.
30 Sófocles. Edipo en Colono. v.v.1224-1228.Sophocles Tragedies.Vol.I Harvard-Heinemann. London and Cambridge(Mass.).1981.p.p.260-261.
31 Sófocles. Edipo Rey. v.v. 1528-1530. Sophocles tragedies.Vol.I. Ed.Cit.p.p.138-139.
32 Véase Bachoffen,Ibid. para más detalles sobre las diferentes formas de matriarcado y el surgimiento del patriarcado. Ed. Cit.p.p 69-120.
33 Estado social de relaciones sexuales no reguladas por códigos bien definidos, sino dispuestas conforme a los deseos de Afrodita.
34 Cf. Aristóteles. Poética.1453a.27-s.s.Ed. Cit. p.p.46-47.
35 El largo canto de la Helena de Eurípides, de hecho.Euripides Tragedies.Vol.I. v.v.1301-1368. Harvard-Heinemann. London and Cambridge (Mass.).1978.p.p.579-585.
36 La boda no se va a realizar, en su lugar Ifigenia va a ser sacrificada.
37 Eurípides.Ifigenia en Áulide. v.v.1036-39.Ed.Cit.p.p.99-100.
38 Euripides. Medea. v.v.357-358.Euripides tragedies.Vol.IV. p.p.312-313.
39 Eurípides. Hécuba.v.v. 444-483; v.v.629-657.Euripides tragedies. Vol.I. Ed.Cit.p.p.283-285;p.297.
40 Sófocles. Electra. v.v.365 y s.s.Las tragedias de Sófocles. Edaf. Madrid. 1985.p.95.
41 Cf.Sófocles.Edipo Tirano.v.v.404-407.Sophocles tragedies.Ed.Cit. p.39-41.
42 Ibid.v.v. 1088-1109.Ed.Cit.p.p.100-103.
43 Sófocles.Antígona.v.v.766-767.Sophocles tragedies. Vol.I. Ed.Cit. p.p. 374-375.
44 Ibid.v.v. 1348-1353.Ed.Cit.p.p.418-419.
45 Cf.Sófocles. Filóctetes. v.v.177-178. Tragedias de Sófocles. Edaf. Ed.Cit.p.412.
46 Cf.Sófocles.Ayax.v.v. 1264-1265.Ibid.p.412.
47 Cf. Esquilo. Prometeo. v.v.1036-1039.Edaf.1989.p.66.
48 Cf.Esquilo. Siete contra Tebas. v.v.686-688.Edaf.1989.p.97.
49 Esquilo.Agamenón.v.v. 40-263. Aeschilus tragedies.Harvard-Heinemann. London and Cambridge(Mass.)1983.p.p.8-25.
50 Ibid.v. 757.Ed.Cit.p.65.
51 Esquilo. Coéforas.v.v. 598-601.Ed. Cit.p.218-219.
52 Ibid. v.v.1075-1076.Ed.Cit.p.p.264-265.
53 Esquilo.Euménides.v.v. 976-987.p.p.364-365.
54 Cf. E.H. Plymptre. Notes to Aeschylos Tragedies. Note 1. p. 194. D.C. Heath. and Co. Boston. 1906.Lo encontramos en Suplicantes, v.v.686-690.
55 Cf. J.W. Goethe. On Interpreting Aristotle’s Poetics. En Essays on Art and Literature. Princeton University Press. Princeton.1994. p.198.
56 Conviene recordar que la ciudad en pleno asistía a las fiestas.
57 Esquilo. Agamenón.v. 160. Ed.Cit.p.18-19.
58 Ibid. v.v.176-183.Ed.Cit.p.p.18-19.
59 Sófocles.Edipo en Colono. Ed. Cit. v.v.1600-1.p.p.290-291.
60 Ibid.v.v.1640 y s.s.Ed.Cit.292-293.
61 Cf. F. Nietzsche.The Birth of Tragedy #1. Vintage Books. New York. 1967. p. 37.

No comments:

Post a Comment

Please write here your comments