Un
plano mítico es una estructura conceptual en la que se representan
las relaciones comunes a diferentes sistemas mítico-rituales
históricos. En un plano mítico, se recogen las acciones de
determinación económica y las de determinación primitiva en las
que se expresa el desarrollo simbólico humano de racionalidad
continua. El carácter acumulativo de las narraciones de
determinación primitiva supone que, en un momento dado, para un
plano mítico, puedan coexistir varios ejes, según las acciones de
narración funcionales se estén refiriendo a unas u otras
determinaciones primitivas. Así, en las sociedades de los imperios
agrícolas, podía ocurrir, como en el caso del imperio Aqueménida,
que en un momento dado, unas partes del imperio tuviesen
determinaciones primitivas que siguiesen las narraciones de Atis,
otras las de Osiris, otras las de Dumuzi, en relación a unas mismas
actividades económicas. De hecho, la fragmentación en múltiples
ejes míticos es inevitable en las sociedades más complejas, en las
que conviven una mayor variedad de personas sociales. No es necesario
que las diferentes determinaciones primitivas sean consistentes entre
sí, basta con que sean semánticamente congruentes, que compartan
los referentes básicos de las valoraciones emocionales.
Las
narraciones de identidad muestran homogeneidad semántica con las
acciones generales de la vida, lo que nos permite formar una imagen
antropológica basada en principios naturales. Sujeto y objeto son
productos de las acciones, determinaciones que surgen miméticamente
condicionadas, y forman con la acción un todo indisociable, no
analizable en unidades por separado sin pérdida de semanticidad.
Acciones, sujetos y objetos son solamente comprensibles en
escenarios semánticos emergentes de complejificación, donde
explicitar un elemento implica hacerlo junto a los demás. Si
decimos, por ejemplo, sembrar, la acción no tiene sentido si no va
unida a un grupo de objetos complementarios, como tierra, semilla,
abono, etc., y a un sujeto específico que incorpora a la acción un
saber particular que la determina, ya sea el de un arado, unos
conocimientos biológicos y genéticos, o de otro tipo. La acción de
sembrar, va asociada a un sujeto y a los objetos de un escenario,
algunos de ellos puramente lingüísticos, informacionales, que
recogen el estado de desarrollo de una estructura mítico-ritual
histórica. Cuando explicitamos el sujeto, la persona social
específica que lleva a cabo la acción, explicitamos inevitablemente
todo el conjunto. Si decimos que el sujeto que siembra es una
multinacional alimentaria, damos todo un conjunto informativo en el
que las acciones de determinación funcional y primitiva que operan
quedan suficientemente explícitas. El sujeto narrativo, o persona
mítica es la comunidad transpersonal, que a través del lenguaje se
reifica en un narrador ausente, ya sea la divinidad o el ser
inspirado por ella, o alguna fuerza histórica objetiva, pero
particularizada en alguna persona social que es el actor del drama
humano, sea esta una persona general (hombre, mujer, viejo, joven),
antepasado, ser sobrenatural, animal, persona jurídica, o de
cualquier otro tipo. La complejificación semántica ascendente de la
racionalidad continua es observable en el desarrollo progresivo de
distintas personas míticas, hasta el punto que podemos caracterizar
los planos míticos a partir de las diferentes personas sociales que
aparecen en sus narraciones.
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