Monday, May 29, 2017

Congruencia semántica e inconsistencia ontológica


Un proceso de valoración de un escenario vital, ya sea hecho de manera inconsciente por un protocolo emocional, o conscientemente, mediante una elaboración discursiva lingüística, adquiere unidad en el proceso de su realización. En los casos en los que la valoración es automática, la semántica de un proceso queda reducida a un enlace sintáctico, como cuando, por ejemplo, el organismo valora una situación de peligro con la emoción del miedo y la respuesta es la huida. En este sentido, podemos entender la sintaxis de un proceso de categorización como una asignación de valor meramente secuencial: el mapeo de un signo con una posición dentro de una secuencia. La semántica, por el contrario, es multidimensional, vincula posiciones secuenciales múltiples y las mapea entre sí, pero de forma sintética, como unidad de conjunto emergente, para después operar con valor secuencial y mecanizarse. De esta manera el organismo se protocoliza en estados de complejidad creciente. En los escenarios simbólicos humanos no mecanizados aún, en aquellas narraciones en proceso de formación que no han sido incorporadas a un eje mítico-ritual como un protocolo repetitivo, y en las que todavía se produce una reflexión valorativa, se hace necesaria la composición, o puesta en una unidad común, de la narración nueva en relación a las anteriores. La congruencia sintáctica, la conmensurabilidad emocional del mito nuevo M y la estructura mítico-ritual E, no viene dada por la condición de secuencialidad del pensamiento simbólico, sino por el hecho de que M y E son estructuras narrativas expresables en términos gramaticales. Sintácticamente congruentes entre sí son la narración de la constitución de Atenas y la narración de una obra de Aristóteles, pero congruente sería también la constitución de Atenas con cualquier texto que utilice formas de sintaxis natural, vinculadas al habla, aunque no esté escrito en griego clásico. Incongruentes, por su parte, serían entre sí una composición musical y la constitución de Atenas, ya que no están hechas con las mismas leyes de composición sintáctica, aunque ambas siguen las leyes del condicionamiento secuencial de todo pensamiento simbólico. No obstante, desde un punto de vista semántico, un peán y la constitución son congruentes entre sí, son formas de expresión social que pertenecen a un mismo eje mítico-ritual, en las que se expresan emociones enarias armonizables. La congruencia semántica no es una relación término a término entre dos secuencias de signos, lo que supondría la relación biunívoca de dos términos con respecto a un tercero, sino la referencialidad emocional mutua de dos mitos. La referencia común de dos mitos congruentes no está indeterminada en sentido quineano, ni requiere la creencia en entidades lingüísticas particulares1, sino que se apoya en la estructura emocional compartida por sus contenidos. Las posibles diferencias ontológicas de los dos mitos no bastan para hacerlos incongruentes. Si consideramos, por ejemplo, la narración del Código de Hammurabi en relación a la de una constitución europea como la alemana actual, nos encontramos con textos con ontologías diferentes, difícilmente reconciliables en términos prácticos en una comunidad política, aunque hay congruencia semántica entre sus contenidos, de hecho, su irreconciabilidad política es fruto de su congruencia semántica, pues se entiende perfectamente en ambos casos que se trata de propuestas para organizar un grupo social que son ontológicamente inconsistentes entre sí. Obviamente, la inconsistencia entre las propuestas ontológicas de dos mitos, surge de la inconsistencia semántica de mantener a la vez dos valoraciones, sobre un mismo objeto o concepto, que se excluyen mutuamente, como por ejemplo, la mitología materialista marxista y las ontoteologías religiosas en relación a un ser supremo, o las valoraciones sobre el orden de la ciudad en Babilonia y Alemania. El concepto de congruencia semántica hace referencia a un fundamento emocional común a distintas mitologías, que aunque pueden ser contradictorias en sus proposiciones sobre el mundo y las valoraciones de las acciones, son congruentes entre sí en la medida que remiten a un componente emocional básico común que subyace a cualquier desarrollo emocional enario. Cualquiera de los relatos elaborados por una comunidad humana que haya servido para organizar la vida de un grupo es congruente con cualquier otro que haya cumplido una función social análoga. Con un ejemplo. Conforme al mito del karma hindú, la forma de vida de una persona depende de sus acciones en su vida anterior, por lo que un estado de miseria económica sufrido por alguien que pertenece a la casta de los parias es interpretado como un castigo por una acción pasada, algo así como una justicia transpersonal que le ha llevado a perder los privilegios de casta2 (y las oportunidades económicas que van con ellas) y a sufrir penurias, mientras que desde la perspectiva de la mitología del liberalismo económico, esa situación se debe, en parte, a la falta de voluntad de esa persona de tomar las riendas de su vida en sus propias manos, y en parte a la rigidez del sistema de castas hindú, que impide una flexibilización del mercado laboral que favorezca estructuras económicas adaptativas a los ciclos capitalistas capaces de crear riqueza, y de las que se pueda beneficiar. Estas dos acciones interpretativas míticas son semánticamente congruentes entre sí, desde una de ellas se sabe lo que se está haciendo en la otra, pues valoran una misma acción vital: la miseria económica de alguien, si bien, su valoración ontológica es inconsistente, ya que no puede ser las dos cosas a la vez. No serían las únicas interpretaciones inconsistentes entre sí posibles de este caso, lo que muestra que la inconsistencia ontológica no es una cuestión para la lógica clásica; marxismo y cristianismo, por ejemplo, tendrían cosas distintas que decir, con respecto a las anteriores interpretaciones y entre sí. Ergo, se trata de un tipo de inconsistencia del tipo expresado por la fórmula A→¬B ∧ ¬C ∧ ¬D, y de sus permutaciones sustitutivas, en el que se postula que la verdad de una estructura ontológica conlleva la falsedad de cualquier alternativa. Pero lo más interesante es que, de hecho, como muestra la experiencia histórica, las distintas estructuras mítico-rituales, con sus postulados ontológicos inconsistentes entre sí, funcionan a simultáneo: los mitos de karma se armonizan con los mitos del liberalismo económico en la India contemporánea, a nivel estatal e individual. ¿Cómo es esto posible? Debido a la diferencia entre congruencia semántica e inconsistencia ontológica en la composición de mitos. Las diferentes interpretaciones de la pobreza son congruentes entre sí, debido a que comparten una misma base emocional en la que se proyecta la acción vital, aunque se generen diferentes relatos y ontologías. La interpretación más arcaica, la del karma, es una determinación primitiva cuya única fuerza argumentativa es el statu quo de haber pervivido en la tradición, de haber servido como principio organizativo, pero algo similar es la del mito liberal, con la diferencia de que trata de separar las esferas de las acciones funcionales o económicas y las de determinación primitiva. Y es precisamente esta separación de esferas, asumida no ya en relación a la pobreza, sino en otras relaciones económicas, la que permite que el creyente en el karma, pueda también extender su devoción a otros mitos semánticamente congruentes de acciones míticas, por mucho que conlleve ontologías inconsistentes entre sí. La desvinculación de las esferas funcional y primitiva, en este caso, tanto del hinduismo como del liberalismo, sólo es sostenible al precio de imágenes metafísicas cada vez más desvinculadas de la experiencia, que producen nihilismo y esquizofrenia social. El hinduismo reduce la realidad económica a maya, la ilusión, y de maya (como en la lógica medieval ocurría con respecto a lo falso) se deriva cualquier argumento. El liberalismo occidental, apelando a su propia mitología fundacional, deja al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios, olvidando nuevamente las inconsistencias nihilistas que asimismo arrastra con respecto a la materia.
¿Puede haber mitos que sean semánticamente incongruentes? Tomemos por ejemplo el caso del mito del alimento de Huitzilopochtli mediante sacrificios humanos que se realizaba en una ceremonia mítico-ritual. El choque y horror con el que los sacerdotes españoles juzgaron estas prácticas, es una cuestión de inconsistencias ontológicas de las dos mitologías, pero no de incongruencias semánticas. La Biblia tiene un buen número de referencias a sacrificios humanos3, de hecho, el cristianismo está fundado sobre un sacrificio humano, y los actos de los aztecas eran perfectamente comprensibles, como lo serían desde cualquier mitología, fuesen aprobados por estas o no. La inconsistencia ontológica se daba con respecto a la identificación literal de la divinidad con el sol, el exomorfismo azteca frente al endomorfismo cristiano, lo que hacía que el sacrificio fuese absurdo desde el punto de vista cristiano, mientras que las atrocidades inquisitoriales para salvar el alma torturando el cuerpo gozaban de la salvaguarda ontológica que hacía consistente la narración de la conversión con el resto del eje mítico-ritual cristiano. Los sincretismos de estructuras mítico-rituales son posibles debido a esta congruencia semántica general que nuestros comunes sistemas emocionales propician, y las fusiones completas no son posibles en aquellos puntos en los que se producen inconsistencias ontológicas, si bien la separación de las esferas de las acciones funcionales (económicas) con respecto a las acciones de determinación primitiva, han permitido la formación de ejes dobles, característicos de las sociedades occidentales desde la ascensión de la ciencia moderna.
1Para Quine, las entidades llamadas significados son hipóstasis. No podemos saber lo que significa una palabra excepto por la forma indirecta de especificar otra expresión que sea equivalente. Véase su Ontological Relativity and Other Essays. Columbia University Press. New York. 1977. Y también Las raíces de la referencia. Traducción de Manuel Sacristán. Alianza Universidad. Madrid. 1988.
2Según la doctrina del karma, la cadena de reencarnaciones se hunde en el mundo animal, y la encaranción como paria, el eslabón más bajo dentro de la sociedad hindú (más bajo aún es no encarnar como indio), puede obedecer a otras dinámicas distintas a las expuestas en este ejemplo.
3La más conocida el sacrificio que Yaveh hace de su hijo para salvar al mundo. Pero también los ejemplos de Abraham, o en Éxodo 13-1-2, cuando Yaveh pide a Moisés que le consagre en sacrificio a los primogénitos, humanos y animales.

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