Un
proceso de valoración de un escenario vital, ya sea hecho de manera
inconsciente por un protocolo emocional, o conscientemente, mediante
una elaboración discursiva lingüística, adquiere unidad en el
proceso de su realización. En los casos en los que la valoración es
automática, la semántica de un proceso queda reducida a un enlace
sintáctico, como cuando, por ejemplo, el organismo valora una
situación de peligro con la emoción del miedo y la respuesta es la
huida. En este sentido, podemos entender la sintaxis de un proceso de
categorización como una asignación de valor meramente secuencial:
el mapeo de un signo con una posición dentro de una secuencia. La
semántica, por el contrario, es multidimensional, vincula posiciones
secuenciales múltiples y las mapea entre sí, pero de forma
sintética, como unidad de conjunto emergente, para después operar
con valor secuencial y mecanizarse. De esta manera el organismo se
protocoliza en estados de complejidad creciente. En los escenarios
simbólicos humanos no mecanizados aún, en aquellas narraciones en
proceso de formación que no han sido incorporadas a un eje
mítico-ritual como un protocolo repetitivo, y en las que todavía se
produce una reflexión valorativa, se hace necesaria la composición,
o puesta en una unidad común, de la narración nueva en relación a
las anteriores. La congruencia sintáctica, la conmensurabilidad
emocional del mito nuevo M y la estructura mítico-ritual E, no viene
dada por la condición de secuencialidad del pensamiento simbólico,
sino por el hecho de que M y E son estructuras narrativas expresables
en términos gramaticales. Sintácticamente congruentes entre sí son
la narración de la constitución de Atenas y la narración de una
obra de Aristóteles, pero congruente sería también la constitución
de Atenas con cualquier texto que utilice formas de sintaxis natural,
vinculadas al habla, aunque no esté escrito en griego clásico.
Incongruentes, por su parte, serían entre sí una composición
musical y la constitución de Atenas, ya que no están hechas con las
mismas leyes de composición sintáctica, aunque ambas siguen las
leyes del condicionamiento secuencial de todo pensamiento simbólico.
No obstante, desde un punto de vista semántico, un peán y la
constitución son congruentes entre sí, son formas de expresión
social que pertenecen a un mismo eje mítico-ritual, en las que se
expresan emociones enarias armonizables. La congruencia semántica no
es una relación término a término entre dos secuencias de signos,
lo que supondría la relación biunívoca de dos términos con
respecto a un tercero, sino la referencialidad emocional mutua de dos
mitos. La referencia común de dos mitos congruentes no está
indeterminada en sentido quineano, ni requiere la creencia en
entidades lingüísticas particulares1,
sino que se apoya en la estructura emocional compartida por sus
contenidos. Las posibles diferencias ontológicas de los dos mitos no
bastan para hacerlos incongruentes. Si consideramos, por ejemplo, la
narración del Código de Hammurabi en relación a la de una
constitución europea como la alemana actual, nos encontramos con
textos con ontologías diferentes, difícilmente reconciliables en
términos prácticos en una comunidad política, aunque hay
congruencia semántica entre sus contenidos, de hecho, su
irreconciabilidad política es fruto de su congruencia semántica,
pues se entiende perfectamente en ambos casos que se trata de
propuestas para organizar un grupo social que son ontológicamente
inconsistentes entre sí. Obviamente, la inconsistencia entre las
propuestas ontológicas de dos mitos, surge de la inconsistencia
semántica de mantener a la vez dos valoraciones, sobre un mismo
objeto o concepto, que se excluyen mutuamente, como por ejemplo, la
mitología materialista marxista y las ontoteologías religiosas en
relación a un ser supremo, o las valoraciones sobre el orden de la
ciudad en Babilonia y Alemania. El concepto de congruencia semántica
hace referencia a un fundamento emocional común a distintas
mitologías, que aunque pueden ser contradictorias en sus
proposiciones sobre el mundo y las valoraciones de las acciones, son
congruentes entre sí en la medida que remiten a un componente
emocional básico común que subyace a cualquier desarrollo emocional
enario. Cualquiera de los relatos elaborados por una comunidad
humana que haya servido para organizar la vida de un grupo es
congruente con cualquier otro que haya cumplido una función social
análoga. Con un ejemplo. Conforme al mito del karma hindú, la forma
de vida de una persona depende de sus acciones en su vida anterior,
por lo que un estado de miseria económica sufrido por alguien que
pertenece a la casta de los parias es interpretado como un castigo
por una acción pasada, algo así como una justicia transpersonal que
le ha llevado a perder los privilegios de casta2
(y las oportunidades económicas que van con ellas) y a sufrir
penurias, mientras que desde la perspectiva de la mitología del
liberalismo económico, esa situación se debe, en parte, a la falta
de voluntad de esa persona de tomar las riendas de su vida en sus
propias manos, y en parte a la rigidez del sistema de castas hindú,
que impide una flexibilización del mercado laboral que favorezca
estructuras económicas adaptativas a los ciclos capitalistas capaces
de crear riqueza, y de las que se pueda beneficiar. Estas dos
acciones interpretativas míticas son semánticamente congruentes
entre sí, desde una de ellas se sabe lo que se está haciendo en la
otra, pues valoran una misma acción vital: la miseria económica de
alguien, si bien, su valoración ontológica es inconsistente, ya que
no puede ser las dos cosas a la vez. No serían las únicas
interpretaciones inconsistentes entre sí posibles de este caso, lo
que muestra que la inconsistencia ontológica no es una cuestión
para la lógica clásica; marxismo y cristianismo, por ejemplo,
tendrían cosas distintas que decir, con respecto a las anteriores
interpretaciones y entre sí. Ergo, se trata de un tipo de
inconsistencia del tipo expresado por la fórmula A→¬B ∧ ¬C ∧
¬D, y de sus permutaciones sustitutivas, en el que se postula que la
verdad de una estructura ontológica conlleva la falsedad de
cualquier alternativa. Pero lo más interesante es que, de hecho,
como muestra la experiencia histórica, las distintas estructuras
mítico-rituales, con sus postulados ontológicos inconsistentes
entre sí, funcionan a simultáneo: los mitos de karma se armonizan
con los mitos del liberalismo económico en la India contemporánea,
a nivel estatal e individual. ¿Cómo es esto posible? Debido a la
diferencia entre congruencia semántica e inconsistencia ontológica
en la composición de mitos. Las diferentes interpretaciones de la
pobreza son congruentes entre sí, debido a que comparten una misma
base emocional en la que se proyecta la acción vital, aunque se
generen diferentes relatos y ontologías. La interpretación más
arcaica, la del karma, es una determinación primitiva cuya única
fuerza argumentativa es el statu quo de haber pervivido en la
tradición, de haber servido como principio organizativo, pero algo
similar es la del mito liberal, con la diferencia de que trata de
separar las esferas de las acciones funcionales o económicas y las
de determinación primitiva. Y es precisamente esta separación de
esferas, asumida no ya en relación a la pobreza, sino en otras
relaciones económicas, la que permite que el creyente en el karma,
pueda también extender su devoción a otros mitos semánticamente
congruentes de acciones míticas, por mucho que conlleve ontologías
inconsistentes entre sí. La desvinculación de las esferas funcional
y primitiva, en este caso, tanto del hinduismo como del liberalismo,
sólo es sostenible al precio de imágenes metafísicas cada vez más
desvinculadas de la experiencia, que producen nihilismo y
esquizofrenia social. El hinduismo reduce la realidad económica a
maya, la ilusión, y de maya (como en la lógica medieval ocurría
con respecto a lo falso) se deriva cualquier argumento. El
liberalismo occidental, apelando a su propia mitología fundacional,
deja al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios,
olvidando nuevamente las inconsistencias nihilistas que asimismo
arrastra con respecto a la materia.
¿Puede
haber mitos que sean semánticamente incongruentes? Tomemos por
ejemplo el caso del mito del alimento de Huitzilopochtli mediante
sacrificios humanos que se realizaba en una ceremonia mítico-ritual.
El choque y horror con el que los sacerdotes españoles juzgaron
estas prácticas, es una cuestión de inconsistencias ontológicas de
las dos mitologías, pero no de incongruencias semánticas. La Biblia
tiene un buen número de referencias a sacrificios humanos3,
de hecho, el cristianismo está fundado sobre un sacrificio humano, y
los actos de los aztecas eran perfectamente comprensibles, como lo
serían desde cualquier mitología, fuesen aprobados por estas o no.
La inconsistencia ontológica se daba con respecto a la
identificación literal de la divinidad con el sol, el exomorfismo
azteca frente al endomorfismo cristiano, lo que hacía que el
sacrificio fuese absurdo desde el punto de vista cristiano, mientras
que las atrocidades inquisitoriales para salvar el alma torturando el
cuerpo gozaban de la salvaguarda ontológica que hacía consistente
la narración de la conversión con el resto del eje mítico-ritual
cristiano. Los sincretismos de estructuras mítico-rituales son
posibles debido a esta congruencia semántica general que nuestros
comunes sistemas emocionales propician, y las fusiones completas no
son posibles en aquellos puntos en los que se producen
inconsistencias ontológicas, si bien la separación de las esferas
de las acciones funcionales (económicas) con respecto a las acciones
de determinación primitiva, han permitido la formación de ejes
dobles, característicos de las sociedades occidentales desde la
ascensión de la ciencia moderna.
1Para
Quine, las entidades llamadas significados
son hipóstasis. No podemos saber lo que significa una palabra
excepto por la forma indirecta de especificar otra expresión que
sea equivalente. Véase
su Ontological
Relativity and Other Essays.
Columbia University Press. New
York. 1977. Y también Las
raíces de la referencia.
Traducción de Manuel Sacristán. Alianza Universidad. Madrid. 1988.
2Según
la doctrina del karma, la cadena de reencarnaciones se hunde en el
mundo animal, y la encaranción como paria, el eslabón más bajo
dentro de la sociedad hindú (más bajo aún es no encarnar como
indio), puede obedecer a otras dinámicas distintas a las expuestas
en este ejemplo.
3La
más conocida el sacrificio que Yaveh hace de su hijo para salvar al
mundo. Pero también los ejemplos de Abraham, o en Éxodo
13-1-2, cuando Yaveh pide a Moisés que le consagre en sacrificio a
los primogénitos, humanos y animales.
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